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¿Pueden los datos por sí solos informarnos sobre el mundo real?

Para hacer que los datos «hablen», los economistas utilizan una serie de métodos estadísticos que van desde modelos muy complejos a una simple visualización de datos históricos. En general, se cree que se pueden organizar los datos históricos mediante métodos cuantitativos en un cuerpo útil de información, que a su vez puede servir de base para evaluar la economía.

Ahora bien, se ha observado que los descensos de la tasa de desempleo van asociados a una subida general de los precios de los bienes y servicios. ¿Debemos concluir entonces que los descensos de la tasa de desempleo desencadenan la inflación de los precios? Para complicar aún más la cuestión, también se ha observado que la inflación de los precios está bien relacionada con las variaciones de la oferta monetaria.

¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto? ¿Cómo decidir cuál es la teoría correcta? Según Milton Friedman, no podemos conocer los hechos de la realidad. Según esta forma de pensar, el criterio para la selección de una teoría debería ser su poder predictivo. Si el modelo (teoría) «funciona», se considera un marco válido para evaluar la economía. Cuando el modelo (teoría) se rompe, buscamos un nuevo modelo (teoría). Si el modelo no produce previsiones precisas, se modifica añadiendo algunas otras variables explicativas. Según esta forma de pensar, todo vale, siempre que el modelo pueda producir buenas predicciones.

Dos tipos de economistas

La idea de que nunca podemos estar seguros de nada ha dado lugar a dos grupos de economistas. En un bando están los llamados teóricos, o «economistas de la torre de marfil», que generan diversos modelos imaginarios y los utilizan para formarse una opinión sobre el mundo de la economía. Por regla general, estos modelos están revestidos de sofisticadas matemáticas para que parezcan creíbles.

En el otro bando, tenemos a los llamados economistas prácticos, que derivan sus opiniones únicamente de los datos. Los economistas «prácticos» sostienen que si uno «tortura» los datos mediante métodos cuantitativos el tiempo suficiente, al final confesarán, y la verdad se revelará por sí misma.

Sin embargo, los métodos cuantitativos no pueden determinar la esencia de la actividad económica. Los métodos cuantitativos sólo pueden comparar los movimientos de datos históricos. Estos métodos no pueden identificar las fuerzas motrices de la actividad económica. Del mismo modo, los modelos basados en la imaginación de los economistas tampoco son de gran ayuda, ya que estas teorías no proceden del mundo real.

Contrariamente al pensamiento popular, la economía no trata del producto interior bruto, el índice de precios al consumo u otros indicadores económicos, sino de las actividades humanas que tratan de promover la vida y el bienestar de las personas. Se puede observar que las personas se dedican a una gran variedad de actividades, como realizar trabajos manuales, conducir automóviles, pasear o cenar en restaurantes. La característica distintiva de estas actividades es que todas tienen una finalidad.

La acción intencionada implica que las personas evalúen los medios de que disponen en relación con sus fines. En cualquier momento, las personas tienen una abundancia de fines que les gustaría alcanzar, pero están limitadas por la escasez de medios. Por lo tanto, cuando se dispone de más medios, se puede alcanzar un mayor número de fines u objetivos, lo que aumenta el nivel de vida de las personas.

Saber que la acción humana tiene un propósito ayuda a entender los datos

Para emprender la identificación de los datos, hay que reducirlos a su fuerza motriz última, que es la acción humana intencionada. Por ejemplo, durante una recesión económica, observamos un descenso general de la demanda de bienes y servicios. ¿Concluimos entonces que el descenso de la demanda es la causa de la recesión económica?

Sabemos que la gente se esfuerza constantemente por mejorar su vida. Sus demandas u objetivos son, por tanto, ilimitados. Es muy probable que la caída de la demanda general de la gente se deba a su incapacidad para sostener su demanda. Es probable que los problemas en el lado de la producción, o de los medios, causen el descenso general de la demanda observado.

Saber que los individuos persiguen objetivos nos permite evaluar la forma de pensar popular que sostiene que el «motor» de la economía es el gasto de los consumidores, es decir, que la demanda crea la oferta. Sin embargo, sabemos que sin medios no se pueden alcanzar los objetivos. Sin embargo, los medios no surgen de la nada; primero hay que producirlos. Por lo tanto, contrariamente al pensamiento popular, la fuerza motriz es la oferta y no la demanda.

El hecho de que el hombre persiga acciones intencionadas implica que las causas en el mundo de la economía emanan de los seres humanos, no de factores externos. Por ejemplo, contrariamente al pensamiento popular, los desembolsos individuales en bienes no están causados por la renta real como tal. En su propio y único contexto, cada individuo decide qué parte de una renta determinada destinará al consumo y qué parte a la inversión. Si bien es cierto que las personas responden a los cambios en sus ingresos, la respuesta no es automática. Cada individuo evalúa el aumento de la renta en relación con el conjunto concreto de objetivos que desea alcanzar, como decidir que es más beneficioso para él aumentar su inversión en activos financieros que aumentar el consumo.

Que las personas persiguen acciones intencionadas siempre es válido. Cualquiera que intente sugerir que esto no es cierto incurre en una contradicción, ya que los que sostienen que la acción humana no es intencionada en realidad están realizando acciones intencionadas.

El análisis estadístico, sin establecer el significado de una actividad económica concreta, no puede decirnos lo que ocurre en el mundo de los seres humanos. Lo único que puede hacer el análisis estadístico es describir las cosas; sin embargo, no puede explicar por qué la gente hace lo que hace. Sin el conocimiento de que las acciones humanas tienen un propósito, no es posible dar sentido a los datos históricos.

¿Es la capacidad predictiva un criterio válido para aceptar un modelo?

La opinión popular que afirma que la capacidad de predicción es el criterio para aceptar un modelo crea problemas. Por ejemplo, una teoría empleada para construir un cohete estipula ciertas condiciones que deben prevalecer para que su lanzamiento tenga éxito. Una de ellas es que haga buen tiempo. ¿Juzgaríamos entonces la calidad de una teoría de propulsión de cohetes basándonos en si puede predecir con exactitud la fecha del lanzamiento del cohete?

La predicción de que el lanzamiento tendrá lugar en una fecha concreta en el futuro sólo se hará realidad si se cumplen todas las condiciones estipuladas, que no pueden conocerse de antemano. Por ejemplo, el día previsto para el lanzamiento puede estar lloviendo. Lo único que puede decirnos la teoría de la propulsión de cohetes es que si se cumplen todas las condiciones necesarias, el lanzamiento del cohete se realizará con éxito. Sin embargo, la calidad de la teoría no se ve empañada por la incapacidad de predecir con exactitud la fecha del lanzamiento.

La misma lógica se aplica a la economía. Podemos afirmar con seguridad que, en igualdad de condiciones, un aumento de la demanda de pan hará subir su precio. Esta conclusión es cierta y no provisional. ¿Subirá el precio del pan mañana o en algún momento en el futuro? La teoría de la oferta y la demanda no puede demostrarlo. ¿Debemos entonces descartar esta teoría como inútil porque no puede predecir el precio futuro del pan?

Suposiciones fantasiosas

Las evaluaciones, que se basan en modelos «puramente» teóricos que derivan su fundamento de la imaginación de los economistas, pueden estar alejadas de los hechos de la realidad. Un modelo que no se deriva de la realidad no puede explicar el mundo real.

Por ejemplo, para explicar la crisis económica de Japón, el economista Paul Krugman empleó un modelo que supone que las personas son idénticas y viven para siempre y que la producción está dada. Aunque admite que estos supuestos no son realistas, Krugman sostiene, no obstante, que de algún modo su modelo puede ser útil para ofrecer soluciones a la crisis económica de Japón.

Conclusión

La economía popular afirma que, dado que no podemos conocer la esencia de la realidad económica, para saber lo que ocurre en el mundo real debemos basarnos en modelos que produzcan predicciones precisas. Nosotros sugerimos que, para ser aplicable, una teoría económica debe emanar de la esencia de lo que impulsa la conducta humana. Sugerimos que la esencia es la acción intencionada.

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