La escuela austriaca ofrece una perspectiva única sobre la acción humana, el papel del empresario, el mercado, el capital y la importancia de la libertad individual. La economía austriaca es una de las escuelas de pensamiento económico más distinguidas e intelectualmente rigurosas. Tiene una larga historia, incluso con ideas que se remontan al menos al siglo XVI y al siglo XVII, experimentando un impresionante renacimiento. La escuela austriaca, en el verdadero sentido de la palabra, se originó a finales del siglo XIX y obtuvo su nombre del hecho de que los padres fundadores de la escuela —Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek— procedían todos del Imperio austriaco.
Una de las características sobresalientes de la escuela austriaca de economía es la importancia que la teoría concede al capital y al emprendimiento. El énfasis en estos factores también distingue muy claramente la economía de la escuela austriaca de lo que hoy se suele enseñar en las universidades como «economía». Especialmente en la disciplina llamada «macroeconomía», los libros de texto dibujan la imagen de una economía que se las arregla sin capital ni empresarios. Es un poco como intentar explicar el funcionamiento de un automóvil, pero ignorando el papel del motor y del conductor. Incluso en la teoría del crecimiento, el emprendimiento está ausente y el papel del capital se mistifica como algo que se expande y se contrae sin estructura automáticamente según la cantidad de inversión neta, que, a su vez, se modela como una función dependiente de la renta nacional.
Otra diferencia principal entre la Economía Austriaca y la llamada corriente dominante es que el modelo explicativo de la escuela austriaca parte del individuo. No son los agregados construidos estadísticamente (como el volumen de ahorro e inversión, por ejemplo) las fuerzas causales, sino el agente económico individual. Este llamado «individualismo metodológico» afirma que los fenómenos sociales deben explicarse en términos de las acciones y decisiones de los individuos y no en categorías colectivas abstractas como «sociedad» o «Estado». En otras palabras, la escuela austriaca hace hincapié en que el individuo —como ser humano con todas sus preferencias, limitaciones e información únicas— impulsa la actividad económica.
Para los seguidores de la escuela austriaca, el análisis económico se basa en el supuesto de que las personas actúan de forma intencionada. Este enfoque se conoce como praxeología, el estudio de la acción humana. La praxeología parte de la base de que las personas toman decisiones y no son objetos pasivos o autómatas que se limitan a reaccionar ante estímulos. La acción humana está orientada a un objetivo y el actor elige los medios que le parecen mejores para alcanzarlo. La elección del objetivo y los medios es el núcleo de toda acción humana, no el estímulo y la respuesta, como afirma el conductismo.
La escuela austriaca hace hincapié en que la valoración es subjetiva y personal. Los individuos toman sus decisiones en función de sus preferencias, necesidades y circunstancias personales. Dado que cada persona tiene preferencias, objetivos y deseos diferentes, atribuye valores distintos a los bienes y al abanico de acciones posibles. Precisamente de esta circunstancia surge el acto del intercambio económico. En el intercambio de bienes y servicios se intercambian valores «desiguales», pero el motivo del intercambio es la diferencia de valoración. En un intercambio económico, uno renuncia al bien que valora menos para obtener el bien al que valora más. El intercambio es una acción humana voluntaria, ya que cada participante en un intercambio voluntario sale ganando.
La escuela austriaca comparte con la economía neoclásica el principio de la utilidad marginal. Según éste, el valor subjetivo que el individuo atribuye a un bien o servicio disminuye cuando se dispone inmediatamente de más cantidad de este bien. La ley de la utilidad marginal decreciente establece que la satisfacción adicional (marginal) que una persona obtiene al consumir cada unidad adicional de un bien o servicio disminuye a medida que se destinan al consumo más unidades de este bien o servicio dentro de un plazo definido. La utilidad marginal se refiere a el beneficio adicional que recibe un consumidor por consumir otra unidad de un bien o servicio. En otras palabras, el principio de la utilidad marginal decreciente establece que —en igualdad de condiciones—, la satisfacción adicional de cada unidad obtenida del consumo disminuye a medida que aumenta la cantidad consumida.
Los individuos eligen diferentes recursos (medios) para satisfacer sus deseos u objetivos (propósitos). Los recursos pueden ser materiales (como el dinero, la tierra o las herramientas) o intangibles (como el conocimiento, el tiempo o el trabajo). En la toma de decisiones, la utilidad marginal debe equilibrarse con los costes marginales de una acción. Estos costes existen como costes de oportunidad y existen en el valor de la siguiente mejor alternativa, que debe sacrificarse si se decide por una acción concreta. De esta consideración se deriva el principio de que toda acción elegida implica costes.
La acción está orientada hacia el futuro y, por tanto, sujeta a la incertidumbre. La acción humana se desarrolla en un mundo de incertidumbre y contingencia. Los individuos actúan basándose en expectativas, no en certezas, por lo que la planificación y la toma de decisiones son intrínsecamente dinámicas. El error es un componente inseparable de la acción humana. El propio mercado es un proceso constante de corrección, por lo que contrasta con el Estado, en el que la condición inmutable (es decir, la posición inmutable del Estado, del latín «status») ya es inherente a la etimología del concepto.
Dado que las acciones humanas se desarrollan a lo largo del tiempo, está sujeto al principio de preferencia temporal, según el cual los individuos prefieren el disfrute de los bienes cuanto más próximo esté su consumo al presente. La interacción de las preferencias actuales y futuras influye en las decisiones sobre inversión y ahorro. La preferencia temporal es también la base para explicar el tipo de interés y, por tanto, es fundamental para los intercambios a través del tiempo y el desarrollo económico.
Según la escuela austriaca de Economía, los ciclos económicos están causados por distorsiones en la estructura del capital, que, a su vez, resultan de una excesiva expansión artificial del crédito por parte de los bancos centrales. Cuando las autoridades monetarias reducen las tasas de interés por debajo del tipo natural (el tipo según la preferencia temporal imperante), producen un auge de las inversiones financiadas con crédito. Sin embargo, estas inversiones son erróneas porque las tasas de interés artificialmente bajas señalan información falsa sobre las verdaderas preferencias de los ahorradores. Como resultado, las empresas invierten en proyectos que no son económicamente sostenibles, lo que provoca una corrección o un colapso una vez que el banco central sube los tipos de interés o se frena la expansión del crédito. Así pues, la teoría austriaca subraya la importancia del dinero sano y los peligros de la intervención estatal en la economía.
La escuela austriaca también posee una perspectiva única sobre la teoría del capital. Este enfoque hace hincapié en la estructura temporal de la producción, según la cual la realización de productos debe considerarse como un proceso de varias etapas en el que distintos tipos de bienes de capital (herramientas, máquinas, infraestructuras, etc.) se combinan a lo largo del tiempo para formar finalmente un bien de consumo. El capital no es un factor homogéneo aislado, sino que existe en forma de diversos bienes de producción que entran en juego en distintas fases de la producción.
En opinión de la escuela austriaca, los empresarios desempeñan un papel central en el sistema económico capitalista al reconocer las oportunidades de lucro, anticipar los cambios en el mercado, identificar las necesidades insatisfechas y dirigir los recursos hacia la producción de los bienes y servicios que satisfacen esas necesidades. El emprendimiento se basa en la incertidumbre sobre el futuro. El lucro empresarial específico se produce a través de la gestión exitosa de la incertidumbre. Los empresarios deben basar sus decisiones en un conocimiento imperfecto. Desde esta perspectiva, la competencia empresarial funciona como un proceso de descubrimiento. Los mercados, por tanto, no sólo son esenciales para la asignación eficiente de los factores de producción presentes, sino que, más aún, son un procedimiento para conocer las preferencias y las mejores formas de satisfacerlas.
El propio mercado debe entenderse como un orden espontáneo, como un sistema en el que el orden surge naturalmente de las acciones de los individuos, sin necesidad de planificación o dirección central. En los mercados, los individuos que persiguen sus intereses crean inadvertidamente una asignación eficiente de los recursos. Los precios sirven como señales que ayudan a los individuos a coordinar sus acciones de forma descentralizada. Este concepto es decisivo para la crítica de la planificación central. Los economistas de la escuela austriaca sostienen que los planificadores centrales no pueden disponer de todos los conocimientos en tiempo real, a menudo cualitativos y subjetivos, necesarios para una distribución eficiente de los recursos en una economía. Se necesitan precios de mercado que estén determinados por la oferta y la demanda en el mercado, y que sean el resultado de las acciones espontáneas de los individuos. No se puede mantener una economía compleja mediante el mando y la obediencia. Al centrarse en la acción humana, la economía austriaca concluye que la planificación económica central debe necesariamente fracasar. Como los planificadores carecen de la información necesaria en forma de precios de mercado, no pueden asignar racionalmente el capital aunque tengan las mejores intenciones. La compleja red de relaciones económicas sólo puede mantenerse mediante procesos de mercado impulsados por las acciones voluntarias de los individuos.
Desde el punto de vista de la escuela austriaca, instituciones como los mercados, los derechos de propiedad, los sistemas jurídicos y el dinero surgen orgánicamente de las acciones e interacciones de los individuos y no son producto del diseño estatal. Estos sistemas evolucionan por ensayo y error, a través del cual surgen de forma natural normas y convenciones. Por ejemplo, el desarrollo de los derechos de propiedad se considera un proceso espontáneo que ayuda a los individuos a resolver conflictos sobre recursos escasos sin necesidad de una autoridad central. Esta concepción del orden en la sociedad contrasta directamente con la visión descendente de la intervención estatal, central en muchas otras escuelas de pensamiento económico. Aunque reconocen la necesidad de algunos marcos jurídicos básicos, los economistas austriacos sostienen que otros tipos de intervención estatal distorsionan el orden natural y suelen tener consecuencias negativas no deseadas.
Por desgracia, las valiosas ideas de la escuela austriaca permanecen cerradas para la mayoría de la gente porque son contrarias a los intereses políticos del poder. Muchas catástrofes podrían haberse evitado en el pasado si más gente se hubiera enfrentado a las falsedades proclamadas incesantemente por los políticos creyentes en el Estado y su entorno. No es diferente en nuestro tiempo.
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