Los datos de la Reserva Federal muestran que 98.000 millones de dólares en depósitos abandonaron el sistema bancario en la semana posterior a la quiebra del Silicon Valley Bank. La mayor parte del dinero fue a parar a fondos del mercado monetario, ya que los datos de Bloomberg muestran que los activos de esta clase aumentaron en 121.000 millones de dólares en el mismo periodo. Los datos muestran los retos del sistema bancario en plena crisis de confianza.
Sin embargo, como señalan muchos analistas, éste no es necesariamente el principal factor que determina el riesgo de una crisis crediticia. La fuga de depósitos es sin duda un riesgo importante. Muchos bancos regionales tendrán que reducir los préstamos a familias y empresas a medida que disminuyan los depósitos, pero en los Estados Unidos los préstamos bancarios representan menos del 19% del crédito a las empresas, según el FMI, mientras que en la zona euro superan el 80%. Lo que generará una contracción del crédito es la destrucción de capital en la base de activos de la mayoría de los prestamistas.
El desplome de las valoraciones a precios de mercado de todas las clases de activos, desde los préstamos hasta las inversiones, es lo que en última instancia impulsará una inevitable contracción del crédito.
Las normas crediticias ya se han endurecido significativamente, y el impulso crediticio de la economía, tanto en EE.UU. como en la zona del euro, se ha deteriorado rápidamente, según los respectivos índices Bloomberg. Ambos están por debajo del mínimo de marzo de 2021.
Debemos recordar que el endurecimiento de las normas de crédito ya era una realidad antes de la desaparición del Silicon Valley Bank. Pero la realidad de la destrucción de capital en la base de activos del sistema financiero dista mucho de haber terminado.
Lo más probable es que las empresas de nueva creación sufran la mayor escasez de financiación, ya que el estallido de la burbuja tecnológica se suma a la destrucción de capital de la base de activos de las empresas de capital riesgo y de capital inversión, que han retrasado todo lo que han podido las amortizaciones necesarias y se enfrentan a una realidad aleccionadora. Nuestra estimación interna de la destrucción de capital en la base de activos de bancos y empresas de capital riesgo se sitúa entre un 15 y un 25%, lo que concuerda con la caída media del valor de mercado en el periodo comprendido entre octubre de 2021 y marzo de 2023.
Las inversiones inmobiliarias en todo EE.UU. y Europa requieren una reevaluación significativa ahora que el sector inmobiliario lleva dieciocho meses registrando un rendimiento inferior al del mercado, según Morgan Stanley. Las valoraciones optimistas de las inversiones inmobiliarias y empresariales en los balances de los bancos requerirán un análisis significativo y una posterior amortización que conduzca a normas de crédito mucho más estrictas y a condiciones de inversión más rigurosas.
La destrucción de capital tiende a olvidarse en un mundo acostumbrado a la constante relajación de los bancos centrales, pero es probable que sea la principal fuente de estrangulamiento del crédito a familias y empresas, a medida que los bancos y las sociedades de capital riesgo afronten la pérdida de valor y el debilitamiento de los beneficios y el flujo de caja de las inversiones realizadas a valoraciones elevadas y precios irrazonables. El principal reto esta vez es que la destrucción de capital se está produciendo en casi todas las partes de la base de activos de los prestamistas, desde la parte supuestamente de bajo riesgo, las carteras de bonos soberanos, hasta las inversiones a precios agresivos en empresas volátiles y las valoraciones al alza de las inversiones corporativas y de capital riesgo. La parte de activos rentables de los bancos requerirá probablemente importantes provisiones para préstamos morosos, un tema que ya plantearon la Reserva Federal y el BCE meses antes de la crisis bancaria. Además, como los gobiernos volverán a culpar de los recientes colapsos a la falta de regulación, es muy probable que se impongan nuevas normas que exijan a los bancos dotar con antelación grandes provisiones que reconozcan pérdidas en la cartera de préstamos.
Incluso si suponemos un impacto modesto en los balances de los bancos, la combinación de unos tipos más altos, un menor optimismo sobre la economía y el desplome de las acciones, las inversiones privadas y las valoraciones de los bonos va a conducir inevitablemente a una contracción masiva del acceso al crédito y a la financiación. No se trata sólo de los bancos. La contracción provendrá de los préstamos privados directos al mercado intermedio, una disminución de la demanda de bonos de alto rendimiento, mientras que los préstamos apalancados institucionales pueden caer a medida que el acceso al apalancamiento sea más caro y difícil y los bonos de grado de inversión probablemente sigan teniendo una fuerte demanda, pero a costes más altos. La cuestión no es cuándo se producirá una contracción del crédito, sino de qué magnitud y durante cuánto tiempo. Teniendo en cuenta el tamaño de la famosa «burbuja de todo» y su lenta implosión, puede durar un par de años incluso con un giro del banco central, porque a estas alturas una marcha atrás en la política monetaria sólo podría zombificar el sistema financiero.