Jeff Peshut responde a la pregunta que se ha discutido ampliamente en los medios de comunicación últimamente: ¿Existe realmente una burbuja de deuda corporativa que esté lista para estallar?
Para desentrañar el misterio, Peshut compara los movimientos en el agregado monetario de Rothbard-Salerno Oferta Monetaria Real (TMS, por sus siglas en inglés) con los movimientos de la deuda de las empresas corporativas desde 1978 hasta 2017. Al final de 2017, la deuda de las empresas corporativas era de $29,1 mil millones o aproximadamente $10 billones por encima de su canal posterior a la crisis en a finales de 2009. El TMS alcanzó su valor cíclico de $5,1 billones a fines de 2006 y aumentó a $13,1 billones, un aumento impresionante de 156,9% para fines de 2017. Para fines de comparación, durante la burbuja inmobiliaria el TMS incrementado en «solo» 70%, de $3 billones a $5,1 billones de 2000 a 2006. La tasa de crecimiento interanual (YOY, por sus siglas en inglés) del TMS ha caído de más del 7% en 2016 a menos del 4% al final de 2017. El enorme aumento en la oferta monetaria a partir de 2009 nos llevaría a sospechar que existe una sobrevaluación sistémica de los mercados de activos que tarde o temprano llegará a un mal final. Pero la pregunta del billón de dólares es, por supuesto: ¿cuándo?
Con respecto al mercado de deuda corporativa, Peshut nos da un pronóstico convincente e informado. Encuentra que en los últimos tres ciclos de crédito completos, desde 1994 hasta 2009, la depresión en la tasa de crecimiento YOY del TMS ha precedido a la depresión en la tasa YOY de crecimiento de la deuda empresarial corporativa en aproximadamente tres años en cada caso. Dado este retraso de tres años, incluso si el TMS ya ha llegado a su punto mínimo, Peshut concluye que las afirmaciones de que la burbuja de la deuda corporativa está a punto de estallar son prematuras y el escenario más probable es que la burbuja explote en 2021 o 2022.