En el debate sobre el crecimiento económico, la gente suele confundir la educación con el capital humano, pero hay una gran diferencia porque este último se refiere al saber hacer y no al mero conocimiento teórico. El dominio de los contenidos sugiere que uno es educado, mientras que el capital humano indica la aplicación de la teoría. Un licenciado en ingeniería está educado, pero demuestra su capital humano cuando solicita una patente o crea una empresa.
Las escuelas cumplen una doble función de transmisión de la educación y del capital humano; sin embargo, las investigaciones destacan que muchas instituciones no logran impartir el capital humano. Los estudiantes se gradúan sabiendo realizar complejas ecuaciones, pero no saben cuál es su relevancia en el mundo real. La informática, por ejemplo, se anuncia como una inversión lucrativa, pero un graduado en historia o relaciones internacionales que sepa aprovechar el capital humano como un activo será más competitivo en la economía del conocimiento que el graduado en informática que no entiende su potencial.
Aprovechar el capital humano es una tarea ardua cuando las personas desconocen su conjunto de habilidades. Un colega de quien esto escribe, licenciado en Relaciones Internacionales, consiguió un trabajo en el sector financiero cuando muchos de sus compañeros con titulación en finanzas tenían dificultades para conseguir un empleo, porque sabía cómo emplear su capital humano. Los estudiantes de Relaciones Internacionales estudian teorías oscuras, pero también deben cursar asignaturas optativas como economía y estadística, y estas asignaturas son útiles en finanzas.
Además, como analistas de asuntos internacionales, el plan de estudios animaba a los estudiantes de RRII a estudiar los efectos de los conflictos en los mercados mundiales y en la política nacional, y no es de extrañar que mi colega obtuviera un puesto como analista de inversiones. En contraste con sus compañeros, este graduado tiene una ventaja competitiva porque puede identificar su conjunto de habilidades. El graduado medio en RRII no buscaba un empleo en el sector financiero, ya que no apreciaba cómo las habilidades obtenidas como estudiante de RRII pueden crear valor en el sector financiero.
Además, a nivel nacional, el capital humano es un factor de predicción de los resultados económicos aún más importante que la educación, medida por el porcentaje de titulados. En un trabajo de 2013, los investigadores analizan las disparidades regionales en los resultados económicos de 110 países y concluyen que el nivel de capital humano es un indicador más sólido del desarrollo que el número de personas con algún tipo de educación.
Asimismo, el capital humano cualificado es necesario para la formación de empresas de alto crecimiento que impulsen el crecimiento económico y mejoren el nivel de vida. El crecimiento económico se ve favorecido por las empresas impulsadas por las oportunidades que ponen en marcha los empresarios con un alto nivel de formación que pueden aplicar sus conocimientos a la resolución de nuevos retos, en lugar de las personas que persiguen el espíritu empresarial como un afán o para escapar de la pobreza. En segundo lugar, las investigaciones revelan que las empresas con acceso a las principales competencias de gestión tienen más probabilidades de expandirse y sobrevivir.
El crecimiento depende de la capacidad de utilizar el capital humano y es poco probable que los países que aumentan los niveles de educación sin un aumento proporcional en la adquisición de capital humano experimenten un crecimiento schumpeteriano. Como señala Joel Mokyr en un artículo sobre la revolución industrial en Inglaterra «Hay pocas dudas de que Gran Bretaña, en vísperas de la Revolución Industrial, podía contar con un cuadro más amplio y mejor formado de artesanos e ingenieros altamente cualificados que en otros lugares, y aunque su ventaja en la realización de inventos innovadores originales fue discutida por otras naciones (especialmente Francia), parece haber un caso claro de que los desarrolladores e ingenieros británicos eran enormemente superiores a cualquier otro en hacer que los nuevos artilugios funcionaran realmente, en depurarlos y adaptarlos, en añadirles pequeñas pero significativas mejoras acumulativas, y en tener la capacidad de instalarlos, operarlos, mantenerlos y repararlos». Entre 1750 y 1850, los ingenieros ingleses y escoceses pulularon por todo el continente europeo, proporcionando conocimientos de ingeniería y otros conocimientos industriales a naciones cuyos sistemas de producción de capital humano no eran tan eficaces como el de Gran Bretaña».
Para incorporarse a las filas del mundo desarrollado, los países en desarrollo deben adquirir los conocimientos técnicos pertinentes. Cuando Singapur emprendió su fase de desarrollo industrial, la administración de Lee Kuan Yew envió estudiantes a América del Norte y Europa para acceder a los conocimientos de las principales universidades y empresas. Sin conocimientos técnicos, los países en desarrollo nunca podrán alcanzar la paridad con sus homólogos ricos.
Un escenario que ilumina la importancia del capital humano son los casos contrastados de Alemania y Jamaica. Jamaica es el ejemplo del cannabis, pero los alemanes son venerados por su productividad, fabricación y conocimientos institucionales, por lo que, como era de esperar, las investigaciones proyectan que para 2023 Alemania se convertirá en el mayor mercado de cannabis del mundo.
La reputación del cannabis jamaicano es ciertamente fenomenal, pero hará falta algo más que una marca para competir a escala mundial. Un dato interesante es que Jamaica se encuentra entre los cinco primeros países del mundo por su nivel de emprendimiento improductivo. Debido a que Jamaica carece de los conocimientos empresariales necesarios para explotar el cannabis, no ha logrado convertirse en un actor mundial.
También hay que tener en cuenta que las regulaciones pueden mejorar y degradar la calidad de las industrias. El magnate empresarial Bruce Linton alabó el sector del cannabis en Jamaica por estar bien regulado y éste es precisamente el problema. Para participar en la industria, los empresarios jamaicanos deben cumplir con regulaciones que son bastante costosas. Por ejemplo, un empresario necesitaría unos 10.000 dólares para adquirir una licencia de nivel 2 para cultivar la planta. Estas regulaciones obstaculizan el crecimiento del sector al limitar las oportunidades de los empresarios. Si el gobierno hubiera promovido un mercado libre, en lugar de regular excesivamente la industria, esto habría atraído a más empresarios a Jamaica, aumentando así la probabilidad de acceso a los conocimientos técnicos extranjeros.
Y, en contra de lo que algunos piensan, el cumplimiento de la normativa internacional no supondrá una ventaja para los países en desarrollo. Muchas normativas están adaptadas a las realidades del mundo desarrollado y, como tales, son inaplicables en un contexto de desarrollo. Los países en desarrollo sólo se unirán a la liga de las naciones ricas si adquieren conocimientos del primer mundo e innovan, el simple hecho de seguir las leyes del primer mundo o de aumentar la matriculación en la enseñanza superior no les dará un asiento en la mesa de las naciones ricas.