Como informó la CNBC la semana pasada, la cifra del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del 6,5% muestra cómo los principales medios de comunicación difunden información económica falsa para consumo de las masas. Intenten detectar algunas de las partes más preocupantes:
Inicialmente, el gráfico plantea preguntas como de dónde proceden estos datos y quién participó en el muestreo. Una vez recopilados los datos, ¿cómo determinaron los estadísticos lo que constituye el huevo, la salchicha o el vehículo nuevo «medio»?
En otro artículo, la CNBC trata de explicarlo:
El IPC es el indicador de inflación más vigilado, ya que tiene en cuenta la evolución de todos los precios, desde un litro de gasolina hasta una docena de huevos y el coste de los billetes de avión.
Como ya se ha comentado en múltiples ocasiones, calcular la inflación (de precios) es el arte de mover los postes de la portería. Consideremos la imposibilidad de comparar la gasolina, los huevos y un billete de avión. Sumarlos y dividirlos por 3 no produciría resultados significativos.
Sin embargo, si se asignaran pesos de importancia relativa a cada elemento individual, las manzanas podrían compararse con las naranjas, matemáticamente. Por supuesto, el cálculo estadístico no equivale a la lógica. Además de utilizar conjeturas muy subjetivas para llegar a estas ponderaciones relativas, se emplean otras tácticas, como ajustar por estacionalidad o simplemente excluir determinados artículos si son «demasiado volátiles», para maquillar el IPC.
Consideremos las dos imágenes siguientes, la primera es la última instantánea de los datos del IPC que muestra la importancia relativa:
Ahora comparen la importancia relativa de hace casi un año:
Según los gráficos, desde el año pasado los alimentos son menos importantes, mientras que la energía lo es más. Por desgracia, vivimos en una sociedad que valora más el cálculo estadístico y la capacidad de basarse en datos que el razonamiento.
En lugar de discutir los méritos o la falta de lógica en sí, los economistas de la corriente dominante descubrieron que lo mejor para su carrera es no luchar por la verdad, sino aceptar los datos, defectos incluidos. Esto nos lleva a la jerga federal, como este extracto de Andrew Hunter, economista sénior de Capital Economics, que declaró a la CNBC:
La enorme inflación provocada por la subida del precio de la gasolina se ha invertido casi por completo.
Una cosa es decir que la inflación (de precios) se ha ralentizado en los últimos meses, pero afirmar que «se ha invertido casi por completo», sencillamente no tiene sentido. El ciudadano medio sólo podría desear que los precios se invirtieran, es decir, que bajaran, pero no es el caso. Como mucho, podemos esperar una ralentización del ritmo de aumento.
No está solo en su euforia inflacionista. En el mismo artículo, Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics dijo:
No creo que la gente hable de inflación el año que viene por estas fechas.
Y a pesar de que el precio de los huevos se ha disparado, según se desprende de la abundancia de memes en las redes sociales, llegó a decir:
Creo que la gente ya empieza a sentirse mejor.
Naturalmente, el principal economista de Moody’s tiene unos ingresos muy superiores a los de la media, por lo que su perspectiva podría estar sesgada.
En última instancia, la mayor bandera roja no la agitan los datos en sí, ni los economistas cuyo trabajo consiste en aclamar a la Reserva Federal y su sistema de apoyo, sino que viene de aquí:
La inflación cerró 2022 con una tasa anual del 6,5%, medida por el índice de precios al consumo, según informó el jueves la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU. Estuvo en línea con las expectativas de los economistas.
Dados los innumerables campos de datos y entradas, incluidas las ponderaciones relativas de importancia necesarias para llegar a la cifra del IPC, ¿cómo es concebible que las expectativas de los economistas coincidieran con las de la oficina de trabajo y estadística?
O estos economistas son realmente tan buenos, o estos datos son realmente tan malos.