La guerra en Ucrania se ha convertido en un sangriento torbellino —y no se vislumbra el final.
Mientras algunos aliados occidentales expresan sus dudas de que Ucrania pueda expulsar completamente a las fuerzas rusas, Gran Bretaña, Francia y Alemania han contemplado la idea de un pacto de defensa con Ucrania. Su esperanza es que la perspectiva de unos lazos más estrechos con la OTAN anime a Ucrania a negociar un acuerdo de paz con Rusia. Aunque la búsqueda de una vía de negociación es un esfuerzo que merece la pena, la historia reciente sugiere que la propuesta de un pacto de defensa de posguerra podría alejar aún más a Putin de unas posibles conversaciones de paz.
Aunque muchos en Occidente no quieran admitirlo, fue la creciente relación de Ucrania con Occidente —que amenazaba con alejar al país de la esfera de influencia de Rusia— lo que encendió el conflicto en primer lugar. En otras palabras, la invasión de Ucrania por parte de Putin no fue completamente «no provocada», como a menudo sugieren los medios de comunicación.
Europa del Este ha sido cada vez más tumultuosa desde la cumbre de Bucarest de 2008, cuando la OTAN declaró que Ucrania y Georgia «se convertirían en miembros» de la alianza. El Viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Alexander Grushko, afirmó que se trataba de un «enorme error estratégico», y el Presidente Putin lo calificó de «amenaza directa» para la seguridad rusa.
Meses después de esta declaración, estalló una guerra entre Rusia y Georgia. En 2014, los EEUU ayudó a un golpe de Estado que acabó con el derrocamiento del presidente prorruso de Ucrania, Víktor Yanukóvich, lo que provocó la invasión y anexión de Crimea por parte de Rusia.
Después de que los EEUU y Ucrania coorganizaran ejercicios militares con más de una docena de naciones en 2021, el Kremlin reiteró que la expansión de la OTAN en Ucrania es una línea roja dura. A pesar de ello, semanas después de los EEUU y Ucrania firmaron la Carta de Asociación Estratégica entre los EEUU y Ucrania, que reafirmaba la Declaración de Bucarest de 2008 e incluso decía explícitamente que Crimea es un territorio de Ucrania a pesar de estar bajo control ruso.
En enero de 2022, una agitada Rusia, que había acumulado tropas en la frontera de Ucrania, exigió a los EEUU una serie de garantías por escrito, entre ellas que Ucrania nunca se convertiría en miembro de la OTAN. Los EEUU se negó. Rusia invadió Ucrania menos de un mes después.
La negativa de Occidente a prestar atención a las advertencias de que cortejar a Ucrania podría crear un grave conflicto desempeñó un papel fundamental en el desencadenamiento de esta guerra. Para ser claros, esto no excusa la invasión ilegal de Putin y la devastación que ha seguido. Pero el retrato mediático de la supuesta inocencia de Occidente perpetúa una falsa narrativa.
El experto en política exterior John Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago, ha escrito largo y tendido sobre los acontecimientos que condujeron a la guerra y sostiene que Occidente es «el principal responsable de la crisis» en Ucrania. Ya en 1998, George Kennan, más conocido por haber formulado la política de «contención» de los EEUU durante la Guerra Fría, advirtió que la expansión de la OTAN era el «comienzo de una nueva guerra fría» y «un trágico error» que provocaría reacciones adversas por parte de Rusia.
William J. Burns, actual director de la CIA y otrora embajador de los EEUU en Rusia, escribió a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice en 2008 que «la entrada de Ucrania en la OTAN es la más brillante de todas las líneas rojas para la élite rusa (no sólo para el presidente ruso Vladimir Putin). En más de dos años y medio de conversaciones con los principales actores rusos... todavía no he encontrado a nadie que vea a Ucrania en la OTAN como algo distinto a un desafío directo a los intereses rusos».
Admitir el papel de Occidente en el desencadenamiento de esta guerra es necesario cuando los gobiernos occidentales tratan de fomentar las negociaciones. Cualquier enfoque de las negociaciones que no comprenda las causas de la guerra probablemente fomentará la ampliación de la agresión rusa.
Esta guerra no fue instigada únicamente por un fanático. Más bien Rusia consideraba la incorporación gradual de Ucrania a Occidente y la perspectiva de una mayor expansión de la OTAN como una amenaza directa a su seguridad.
Así, mientras que un acuerdo para un pacto de defensa de posguerra entre los aliados de la OTAN y Ucrania podría animar a Ucrania a negociar, probablemente disuadiría a Rusia de entablar conversaciones. Sin un análisis honesto de las causas de esta guerra, Occidente corre el riesgo de alejar a Putin de las negociaciones y prolongar este brutal conflicto.