Quienes hayan seguido el ruido de fondo de las actividades de los EEUU en Oriente Próximo durante el último año, desde que fue noticia por última vez tras la desastrosa ejecución por parte de la administración Biden de la retirada de Afganistán, pendiente desde hace tiempo, recordarán una vaga bruma de informes sobre ataques con aviones no tripulados, ventas de armas y asesinatos israelíes; más recientemente, recordarán la resistencia a los intentos de poner fin al papel militar de los EEUU en Siria y Yemen, la muerte del acuerdo nuclear con Irán y el bloqueo de la ayuda a los damnificados por el terremoto.
China, por el contrario, sin ninguna presencia militar en Oriente Medio, acaba de concluir discretamente unas conversaciones entre los dirigentes iraníes y saudíes que han desembocado en la normalización de sus relaciones diplomáticas.
Todo un contraste.
Y a pesar de las quejas de los halcones y de los partidarios de Israel en los partidos Demócrata y Republicano, este acuerdo es bueno por múltiples razones. En primer lugar, ayudará a poner fin a las guerras en Yemen y Siria, donde Irán y Arabia Saudí han estado entre los principales patrocinadores de los bandos opuestos de los dos conflictos indirectos. Juntos, han durado más de veinte años y han matado a más de un millón de personas.
Dos: indica que China, que actualmente compra la mayor parte del petróleo a las monarquías del Golfo, va a empezar a invertir más activamente capital político en la región. Es la única parte en la que pueden confiar todas las partes implicadas, ya que Beijing se encuentra en una situación ideal para mediar en las disputas que surgen invariablemente. Hay costes reales implicados, y sería bueno ver que alguien que no sea el contribuyente americanos empieza a pagar estas facturas.
Naturalmente, Washington actúa como si cualquier cosa que ocurra en cualquier lugar sin su imprimatur constituyera una amenaza para la seguridad nacional —al igual que Ted Cruz se avergonzó recientemente al afirmar lo mismo sobre el mero atraque temporal de dos pequeños buques de guerra iraníes en Brasil.
Cabe señalar, a modo de apunte, que su permiso para atracar llegó a pesar de meses de presiones por parte de Washington para denegarles el acceso al puerto y después de que Lula ya hubiera estado en Washington para reunirse con Biden.
Aparte de saber que en algún lugar del Departamento de Estado alguien está cobrando un sueldo de seis cifras por acosar a funcionarios brasileños durante meses literales acerca de un par de pequeños buques iraníes que atracan en su país ostensiblemente independiente y soberano, en todas partes todo el mundo parece estar aprovechando cualquier oportunidad para intentar enviar a Washington el mensaje de que no tienen ningún interés en otra ronda de la llamada competencia de «grandes potencias».
Un posible inconveniente menor del acuerdo que se está cerrando entre Riad y Teherán es que puede complicar los esfuerzos para normalizar las relaciones entre Arabia Saudí e Israel. Pero aquí hay que señalar que cualquier posible acuerdo para conseguirlo ya parece terrible desde el punto de vista del americano medio: las exigencias de Riad incluyen garantías formales de seguridad americana, más armas y un programa nuclear.
Siendo realistas, dado el poder del lobby israelí, la fracasada política de Washington de malgastar vidas y tesoros americanos en pos de las prioridades de la política israelí en Oriente Medio difícilmente parece que vaya a verse seriamente perturbada por la mediación de China en el más reciente enfrentamiento entre Riad y Teherán.
Si va a ser perturbado por algo, será por el nuevo gobierno israelí. Pero esa es otra historia.
En resumen, que China haya facilitado estas conversaciones entre Irán y Arabia Saudí ha sido algo positivo. Ayudará a traer la paz y a salvar vidas.
O, como dijo Jonathan Panikoff, del Departamento de Estado, escribiendo para el Atlantic Council:
«Debería ser una advertencia para los hacedores de políticas de los EEUU: Abandonen Oriente Medio y abandonen los lazos con aliados frustrantes, incluso bárbaros, pero de larga data, y simplemente estarán dejando un vacío para que lo llene China».
¿Llenar con qué? ¿De paz? ¿Para reemplazar cuatro décadas de guerra de Washington?
El horror.