Dinero y bancos

Ignorar la preferencia temporal es el error fundamental de la planificación monetaria. Es por eso que en una economía exitosa, la intervención monetaria del Estado se mantiene al mínimo, o preferiblemente se destierra por completo.

Contrariamente al pensamiento popular, la velocidad del dinero no tiene vida propia.

La política monetaria ha pasado de ser una herramienta de apoyo a las reformas fiscales a una excusa para no aplicarlas.

El «efectivo digital» es la última y terrible idea de aquellos que quieren dar a los bancos centrales más poder para inmiscuirse en la economía.

La deflación no es una cuestión de espíritus animales o de expectativas de los consumidores. Es el resultado de la anterior creación de dinero«de la nada» por parte de los bancos centrales y los bancos comerciales. La deflación es el natural resultado.

Bitcoin es un tiro al arco al monopolio del Estado del dinero. Si bien nadie en los Estados Unidos aprecia la dirección en la que va el dinero, otros se están despertando.

Los modelos económicos de los bancos centrales sobreestiman repetida e incesantemente el crecimiento económico. Sólo podemos especular sobre su motivación.

Recientemente, el nominalmente conservador, pero cada vez más populista, Tucker Carlson se unió a la autoproclamada representante socialista Alexandria Ocasio-Cortez y al senador Bernie Sanders para pedir un tope del 15 por ciento en las tasas de interés impuesto por el gobierno federal.

Los esfuerzos de los bancos centrales por estabilizar artificialmente los tipos de interés fomentan una mayor asunción de riesgos por parte de los bancos y contribuyen a la inestabilidad del sector bancario.

Judy Shelton puede ser una candidata tolerable -al menos para los republicanos- para la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal.