Sistema legal

Algunos agentes de policía pueden ser fácilmente recontratados por los organismos de aplicación de la ley aunque hayan sido expulsados de otros departamentos por mala conducta. Eso es un problema.

La izquierda cree que necesitamos que el estado obligue a la gente a actuar de acuerdo con la «justicia social». Esto significa que alguien debe forzar el cumplimiento de los edictos del Estado, incluso si esas personas no son llamadas «policía».

Una injusticia moral es una injusticia legal, punto.

Ya empleamos una amplia variedad de estrategias no policiales de disuasión del crimen, desde la propiedad privada de armas hasta las cámaras de seguridad y la seguridad privada. Mientras tanto, a pesar de la proliferación de la policía y los departamentos de policía, el crimen, los disturbios y los saqueos perduran.

No todos (o incluso la mayoría) de los policías son innecesariamente violentos. Pero es racional concluir, al ver a una persona con uniforme de policía, que esta persona puede, si lo desea, abusar de su poder con casi impunidad.

Las plataformas de medios sociales son, en efecto, empresas privadas y pueden publicar o editar lo que quieran, con sujeción, por supuesto, a las condiciones de servicio entre la plataforma y los usuarios que generan el contenido.

Es importante llamar al gobierno y a los medios de comunicación sobre esta profana alianza, tanto si ven a sus objetivos como si no. Si nos quedamos callados cuando vengan por nuestros enemigos, al final vendrán por nosotros.

La policía no está legalmente obligada a proporcionar protección contra los criminales. Tampoco están motivados para ir tras criminales empedernidos o investigar crímenes violentos. La autodefensa (o seguridad privada) es la única opción confiable.

Un alto tribunal alemán dictaminó recientemente que el Banco Central Europeo ha sobrepasado los límites de su poder. La respuesta enojada de los burócratas europeos de alto rango nos dice mucho sobre lo que quieren para la UE.

Mientras que la izquierda se ha agitado por más espionaje gubernamental y «confinamientos» más duros, el presidente de Brasil —quizás temiendo una implosión económica— se ha mostrado reacio a tomar medidas enérgicas.