Mises Wire

En una economía socialista, la gente debe seguir compitiendo por los recursos. De hecho, la competencia es intensa. Por otro lado, gracias a los mercados, las necesidades básicas —e incluso los lujos básicos— son ahora más accesibles que nunca.

Lo que importa para la economía real es el ahorro real, no el aumento del gasto del consumidor impulsado por la impresión de dinero. La mejor manera de conseguir un aumento del ahorro es disminuir tanto el bombeo de dinero como el gasto público.

El teorema de la imposibilidad, desarrollado por el economista ganador del Nobel Robert Mundell, describe un falso equilibrio entre la libre circulación de capitales, los tipos de cambio fijos y una política monetaria eficaz. Con un patrón oro, las tres cosas son posibles.

Los nacionalistas de la Convención Constitucional habían llevado hasta ahora la esencia de su programa: la creación de un gobierno nacional supremo y un Congreso facultado para vetar las leyes de los estados siempre que el Congreso considerara que éstos eran «incompetentes».

En contra de lo que podría argumentar Krugman, el crecimiento del trabajo organizado en la fuerza laboral de EEUU fue mucho más el trabajo de empuje del gobierno y la coerción directa que una progresión natural del lugar de trabajo americano.

El banco central ha destruido básicamente el negocio del riesgo, y el sector inmobiliario comercial sigue siendo un desastre inminente. Como resultado, los bancos no están prestando a la gente normal. La economía depende cada vez más de poco más que el dinero recién impreso.

«Cuando los hombres se alquilan para disparar a otros hombres por encargo, sin preguntar nada sobre la justicia de su causa, no me importa si ellos mismos son disparados».

Parece que los gobiernos quieren convencernos de que han salvado el mundo cuando la realidad es que los confinamientos erróneos fueron la causa de la debacle económica y su levantamiento es la principal causa de la recuperación.

El medio de cambio y el depósito de valor son productos muy diferentes.

La evidencia sugiere que las monarquías —especialmente las pequeñas— son más pacíficas, estables y protectoras de la propiedad privada que sus vecinas republicanas.