Muy a menudo el Estado te obliga a hacer cosas, no porque se suponga que esas cosas sean buenas para ti, sino porque cumplen los propósitos del Estado. El Estado no toma tu dinero para ayudarte. Sin embargo, a veces, el Estado sí aprueba leyes que afirman limitar a la gente por su propio bien, por ejemplo, leyes que prohíben el uso de ciertas drogas que se supone que son malas para tu salud. A las leyes de este tipo se las llama paternalistas.
Por supuesto, los libertarios se oponen al paternalismo, pero no son solo los libertarios los que lo rechazan. Se opone a toda la herencia del liberalismo clásico. Es conocido que John Stuart Mill se opuso al paternalismo en Sobre la libertad y el principal objetivo de Cass Sunstein en Why Nudge?: The Politics of Libertarian Paternalism es plantear dudas sobre la declaración canónica de Mill del antipaternalismo, el Principio del Daño. El principio es el siguiente: «El único propósito para el que el poder puede ejercitarse correctamente sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es impedir dañar a otros. Su propio bien, ya sea físico o mental, no es una condición suficiente». (Sunstein está aquí citando Sobre la libertad de Mill).
Sunstein cuestiona los que considera dos principales argumentos que apoyan el Principio del Daño. El primero de estos, al que considera el más importante de ambos, es el Argumento Epistémico: «Como los individuos conocen sus gustos y situaciones mejor que los oficiales del gobierno, están en mejor situación para identificar sus propios fines y los mejores medios para obtenerlos. (…) En mi opinión, [el Argumento Epistémico] proporciona el máximo apoyo que puede encontrar el Principio del Daño».
Una forma de cuestionar el Argumento Epistémico sería afirmar que ciertas cosas son buenas o malas para las personas, independientemente de sus fines y deseos. Fumar es malo para ti y no deberías hacerlo, dirían los defensores de esta postura, incluso si después de una consideración cuidadosa quieres fumar. Pero Sunstein no sigue este camino. Difícilmente podría afirmar ser un paternalista «libertario» si lo hiciera. En su lugar apunta a errores cognitivos que comete la gente. No está tratando de imponer a otros su opinión de lo que la gente debería hacer: está diciendo que intervenciones paternalistas pueden mejorar su bienestar ayudándola a actuar más racionalmente.
Aunque sea esto lo que pretenda hacer Sunstein, ¿no sigue siendo extraño que afirme ser un paternalista libertario? Sunstein intenta reducir la tensión entre nombre y adjetivo apelando a «empujones». «A la vista del persistente riesgo de error gubernamental y el inevitable hecho de la diversidad humana, normalmente lo mejor es usar las formas de intervención más suaves y que conserven mejor las alternativas. Esas formas incluyen ‘empujones’, entendidos como iniciativas que mantienen la libertad de elección al tiempo que dirigen las decisiones de la gente en la dirección correcta (juzgadas por la propia gente)». Los empujones, como se explican aquí, invaden menos la libertad de la gente que otras medidas paternalistas, pero esto difícilmente basta para hacerlos libertarios. Razonando de forma similar, se podría llamar a un ladrón que haya evitado asesinar a sus víctimas como un agresor «libertario».
Volvamos a los errores cognitivos. Sunstein es un personaje importante en la economía conductual y escribe sobre estos errores con una especial autoridad. Siguiendo al economista (y premio Nobel) Daniel Kahneman, distingue entre dos «sistemas cognitivos» en la mente. «El sistema 1 funciona rápido. Es a menudo un piloto automático. Dirigido por la costumbre, puede ser emocional e intuitivo». Por el contrario, el sistema 2 es «deliberativo y reflexivo». Cuando funcionamos, como hacemos a menudo, con el sistema 1, estamos sometidos a varios tipos de errores, que se consideran como «fallos conductuales de mercado». Aquí no nos importan los detalles de estos errores, pero estos incluyen «sesgos presentes e inconsistencias temporales», «ignorar atributos ocultos (pero importantes)», «optimismo no realista» y «problemas con la probabilidad». Lo que es importante para nuestro propósito es la conclusión a la que llega Sunstein: «Con respecto al paternalismo, el único asunto es que en la medida en que la gente esté cometiendo errores relevantes, sus decisiones no promoverán sus propios fines. De esto se deduce que un intento exitoso de corregir estos errores generalmente sustituiría con un juicio oficial al de los que hayan elegido solo con respecto a los medios, no a los fines».
Supongamos, por el momento, que aceptamos la afirmación de Sunstein de que estos errores cognitivos impiden que la gente consiga lo que quiere. ¿Da esto alguna razón para rechazar el Argumento Epistémico? No lo creo. Según el Argumento Epistémico, cada persona está en mejor situación que los oficiales del gobierno para elegir los medios apropiados para satisfacer sus fines. Esto es completamente coherente con gente cometiendo errores cognitivos. Lo que dice el Argumento Epistémico es que la gente puede juzgar mejor su situación que los oficiales del gobierno, no que su juicio no tenga errores.
Mises entendió esto cabalmente y a Sustein le hubiera venido bien una lectura del comentario de Mises en su ensayo «Laissez faire o dictadura» sobre la objeción de J.E. Cairnes al laissez faire: «Aceptemos por un momento la forma en que Cairnes presenta el problema y en la que argumenta. Los seres humanos son falibles y por tanto a veces no conocen lo que sus verdaderos intereses les obligarían a hacer. (…) Es una desgracia que la realidad sea así. Pero, debemos preguntarnos, ¿hay algún medio disponible para impedir que la humanidad se vea dañada por el mal juicio y la malicia de la gente? ¿No es un non sequitur suponer que se pueden evitar las consecuencias desastrosas de estas debilidades humanas sustituyendo con la discreción del gobierno la de los ciudadanos individuales?»
La objeción que tengo aquí en mente difiere de una que sí considera Sunstein. Sunstein sabe perfectamente que los oficiales del gobierno están también sometidos a errores cognitivos y tienen sus propias agendas. Increíblemente, su respuesta es que es más probable que los tecnócratas que el público se vean influidos por el sistema 2 de pensamiento. «Una gran virtud de los tecnócratas en el gobierno —especialistas en ciencia, economía y ley— es que pueden ayudar a superar algunos de los errores que de otra manera podrían influir en los juicios públicos o privados». Sin embargo, sí admite generosamente que los sesgos de los oficiales del gobierno requieren mayor estudio.
Sin embargo, mi objeción no es que los oficiales tengan sesgos e intereses propios, aunque también. Es más bien que «empujar» a la gente para que actúe de formas que no se habrían elegido en otro caso desdeña el hecho, hacia el que el Argumento Epistémico llama la atención, de que son los mejores jueces para ocuparse de sus situaciones individuales. Repito, el problema que tengo en mente no es si es más probable que los oficiales del gobierno sufran defectos cognitivos que el público. Es que la existencia de errores cognitivos no refuta por sí misma el Argumento Epistémico.
Hay otro problema con el uso de Sunstein de los errores cognitivos para justificar las intervenciones paternalistas. No ofrece ninguna evidencia de que la gente que actúe de las formas que él quiere modificar haya sido víctima de errores cognitivos. ¿Sufre de errores cognitivos la gente que fuma, o consume refrescos en grandes cantidades o no compra automóviles eficientes en combustible? Quizá sí, pero el hecho de que la gente sea susceptible a estos errores no demuestra, para ninguna decisión concreta, que esta derive de un error.
Sunstein critica otro argumento del Principio de Daño. Este argumento apela a la autonomía: «Podríamos insistir en que la gente tiene un derecho a elegir y en que el gobierno no puede entrometerse legalmente con ese derecho ni siquiera cuando en realidad sepa más. (…) A partir de esta opinión, las personas no deberían ser consideradas como niños, deberían ser tratadas con respeto. Deberían verse como fines, no medios».
Por supuesto, esta es la segunda formulación del Imperativo Categórico de Kant y hoy está ampliamente aceptado como principio moral, incluso por filósofos sin orientación kantiana. Por desgracia, Sustein no escucha su fuerza. Cree que la preferencia por la libertad de elección es en el mejor de los casos un componente del bienestar. Si se toma como algo más, deriva del sistema 1 de pensamiento: es un «juicio rápido e intuitivo sobre el bienestar». Además, mucha gente no quiere lo que considera una superabundancia de alternativas (¿Pero no es esa gente libre de buscar situaciones en las que encuentren menos alternativas?) Me temo que Sunstein, como demasiados economistas, está tan comprometido con el bienestar como objetivo de la moralidad que es incapaz de entender el respeto por las personas. Este fenómeno es en sí mismo un defecto cognitivo, aunque esté pendiente de atraer la atención de los economistas conductuales. No recomiendo la intervención gubernamental, ni siquiera el más suave empujón, para corregirlo.