El filósofo Karl Popper dedicó considerable atención a Karl Marx en el volumen 2 de La sociedad abierta y sus enemigos, publicado originalmente en 1945, y en la columna de esta semana me gustaría considerar algunas de sus ideas.
La crítica más fundamental de Popper a Marx se expresa en este párrafo:
¿Por qué, entonces, atacar a Marx? A pesar de sus méritos, Marx fue, en mi opinión, un falso profeta. Fue un profeta del curso de la historia, y sus profecías no se hicieron realidad; pero ésta no es mi principal acusación. Es mucho más importante que engañara a decenas de personas inteligentes haciéndoles creer que la profecía histórica es la forma científica de abordar los problemas sociales. Marx es responsable de la devastadora influencia del método de pensamiento historicista en las filas de quienes desean promover la causa de una sociedad abierta.
Esencialmente, lo que Popper tiene en mente es que los historicistas piensan que todo el proceso histórico tiene una meta o resultado final. Las personas no pueden cambiar este proceso; no se puede acelerar ni alterar. Según la versión del historicismo de Marx, la meta final del proceso histórico es el socialismo, pero éste no puede alcanzarse hasta que se hayan realizado todas las posibilidades productivas de la etapa anterior —capitalismo—. Sería un grave error intentar establecer el socialismo antes de esto, y el intento de hacerlo fracasaría necesariamente.
Antes de escribir su libro principal, El Capital, en 1867, Marx había adoptado una visión más activa de lo que la gente podía hacer para alcanzar el socialismo, y Popper prefiere mucho más lo que él llama esta fase «pragmatista» de Marx. Pero la adopción del historicismo cambió todo eso: «La visión historicista de Marx de los objetivos de la ciencia social trastornó enormemente el pragmatismo que le había llevado originalmente a subrayar la función predictiva de la ciencia».
Para evitar confusiones, tenemos que entender lo que Popper entiende aquí por «predictivo», porque se podría objetar que Popper se contradice, en el sentido de que condena el historicismo por hacer predicciones pero también dice que la ciencia hace predicciones. Pero no hay contradicción. El sentido científico de la predicción, que le gusta a Popper, tiene la forma «si quieres A, haz B». Esto puede comprobarse haciendo B y viendo si ocurre A. El sentido historicista de la predicción, que Popper condena, tiene la forma «A sucederá». Como Popper continúa,
Esto [la visión historicista de Marx] le obligó a modificar su opinión anterior de que la ciencia debía, y podía, cambiar el mundo. Para que hubiera una ciencia social y, en consecuencia, profecía histórica, el curso principal de la historia debía estar predeterminado, y ni la buena voluntad ni la razón tenían poder para alterarlo. Todo lo que nos quedaba en el camino de la interferencia razonable era asegurarnos, mediante la profecía histórica, del curso inminente del desarrollo, y eliminar los peores obstáculos en su camino. «Cuando una sociedad ha descubierto», escribió Marx en El Capital, «las leyes naturales que determinan su propio movimiento ... ni siquiera entonces puede saltar las fases naturales de su evolución, ni barajarlas fuera del mundo de un plumazo. Pero sí puede hacer esto: puede acortar y atenuar las fases de su nacimiento.
Marx tachó de «utopistas» a quienes trataban de imaginar cómo sería la futura etapa del socialismo:
Estos son los puntos de vista que llevaron a Marx a denunciar como «utopistas» a todos los que miraban a las instituciones sociales con los ojos del ingeniero social, considerándolas susceptibles a la razón y la voluntad humanas, y como un campo posible de planificación racional. Estos «utopistas» le parecían que intentaban dirigir con frágiles manos humanas el colosal barco de la sociedad contra las corrientes naturales y las tormentas de la historia. Todo lo que un científico podía hacer, pensaba, era pronosticar las ráfagas y vórtices que se avecinaban. El servicio práctico que podría prestar se limitaría, por tanto, a advertir contra la próxima tormenta que amenazara con desviar el barco del rumbo correcto (¡el rumbo correcto era, por supuesto, el izquierdo!) o a aconsejar a los pasajeros sobre el lado del barco en el que sería mejor que se montaran. Marx vio la verdadera tarea del socialismo científico en este anuncio del inminente milenio socialista. Sólo mediante este anuncio, sostiene, puede la enseñanza socialista científica contribuir a la realización de un mundo socialista, cuya llegada puede promover haciendo a los hombres conscientes del cambio inminente y de las partes que les corresponden en el juego de la historia. Así pues, el socialismo científico no es una tecnología social; no enseña las formas y los medios de construir instituciones socialistas. Los puntos de vista de Marx sobre la relación entre la teoría y la práctica socialista muestran la pureza de sus puntos de vista historicistas.
Será evidente para la mayoría de los lectores de la página Mises.org que la visión de Popper de la «tecnología social» es errónea. Popper piensa que es un error considerar que las alternativas a las que se enfrenta la sociedad son el libre mercado y el socialismo a gran escala, planificado centralmente. También hay un tercer sistema, —es decir, intervencionismo—, que debe considerarse, y ésta es la alternativa que Popper quiere. Consiste en un estado semisocialista en la línea de la economía sueca de los años 30 hasta el periodo en el que escribió Popper, que combina una propiedad estatal sustancial con un mercado cuidadosamente regulado. Por desgracia, no tiene en cuenta otro tipo de predicción, elaborada con sumo cuidado por Ludwig von Mises. Consiste en predicciones del tipo: «Si instituyes la medida intervencionista X, no logrará el propósito que tienes en mente para ella».
En otro lugar, Popper profesa una gran admiración por Mises, pero afirma que Mises no confiaba en él. Es fácil entender por qué Mises adoptó esta actitud, ya que Popper no aborda el argumento de Mises, aunque lo tenía a su disposición en numerosos libros y artículos. No obstante, los lectores encontrarán que la discusión de Popper sobre Marx en La sociedad abierta merece su atención.