Friday Philosophy

No golpees a Nock

Nuestro enemigo el Estado, de Albert Jay Nock, que se publicó hace casi noventa años, en 1935, tuvo una gran influencia en Murray Rothbard, transmitida a través de su amigo y mentor Frank Chodorov, que fue el principal seguidor de Nock. El libro es rico en ideas, algunas de las cuales he comentado en una próxima reseña para The Misesian, pero hay muchas más. A continuación, comentaré algunas de ellas.

Nock distingue dos formas de coexistencia en una comunidad. Una es mediante la cooperación pacífica y la otra es tomando lo que otros han producido. Llama a la primera forma «medios económicos» y a la segunda «medios políticos». Según la definición de Nock, el Estado es necesariamente parasitario: «El Estado, pues, ya sea primitivo, feudal o mercantil, es la organización de los medios políticos.»

Las distintas clases económicas intentan hacerse con el control del Estado para obtener los beneficios que corresponden a los detentadores del poder estatal. Nock ofrece como ejemplo paradigmático de este fenómeno la lucha entre el Estado feudal y el Estado mercantil. Este último no es un ejemplo de un auténtico mercado libre, sino más bien un intento de unos pocos poderosos y corporaciones de amasar al público. Nock anticipa y responde aquí plenamente a uno de los ataques más importantes contra el libre mercado. Los detractores del capitalismo lo confunden con el «capitalismo de amiguetes», hábilmente analizado por Hunter Lewis en su libro Crony Capitalism in America, 2008-2012. Los críticos exigen que los defectos manifiestos del capitalismo de amiguetes sean remediados por el Estado, cuando es precisamente el Estado el responsable de ellos.

A este respecto, Nock hace una valiosa aportación que anticipa el debate contemporáneo. Nock afirma que las corporaciones poderosas, como la Compañía Británica del Este, eran Estados, y comprender este punto es básico para entender la colonización americana. Atribuye esta idea al gran historiador americano Charles Beard:

El hecho fundamental que debe observarse en cualquier estudio del desarrollo interno del Estado norteamericano es aquel cuya importancia fue señalada por primera vez, creo, por el señor Beard, a saber, que la compañía comercial —la compañía comercial para la colonización— era en realidad un estado autónomo. «Como un estado», dice el señor Beard, «tenía una constitución... como el estado, tenía una base territorial, una concesión de tierra a menudo mayor en superficie que una veintena de principados europeos... Podía hacer evaluaciones, acuñar moneda, regular el comercio, disponer de la propiedad corporativa, recaudar impuestos, administrar un tesoro y proveer para la defensa... Así, cada elemento esencial que se encuentra mucho después en el gobierno del Estado norteamericano apareció en la corporación autorizada que inició la civilización inglesa en América».

En su análisis del Estado mercantil, Nock hace mucho hincapié en el control de la tierra, y utiliza este punto como clave para interpretar la historia americana desde la época colonial hasta la Guerra de la Independencia y, posteriormente, hasta la adopción y ratificación de la Constitución. Dice: «El primer postulado de la economía fundamental es que el hombre es un animal terrestre, que obtiene su subsistencia de la tierra». En parte, este énfasis en la tierra se debe al hecho de que Nock era un seguidor del economista y reformador social del siglo XIX Henry George, quien sostenía que la propiedad de la tierra —a diferencia de la actividad productiva que se lleva a cabo en la tierra— pertenece a la «sociedad». Rothbard rechaza esta posición y defiende en cambio una explicación lockeana de la adquisición de la propiedad, pero el punto sobre la importancia de la tierra puede separarse fácilmente de la doctrina georgista. (No es casualidad que Nock tenga una opinión muy negativa de Locke.)

Tanto los propietarios británicos como los americanos de tierras intentaron apropiarse de cada vez más tierras, y el estado mercantil británico actuó para restringir la apropiación de tierras por parte de los americanos. Nock sostiene que esta restricción fue una de las principales causas de la rebelión de las colonias estadounidenses contra Inglaterra. Nock insiste bastante en esto: 

Se puede atribuir un gran valor probatorio a la larga serie de leyes comerciales adversas dictadas por el Estado británico a partir de 1651, especialmente a la parte de ellas que se promulgó después de que el Estado mercantil se estableciera firmemente en Inglaterra como consecuencia de los acontecimientos de 1688... Además de esto, sin embargo, si el lector se remonta a la pasión dominante de la época, apreciará de inmediato la importancia de dos cuestiones que por alguna razón escaparon a la atracción de los historiadores. La primera de ellas es el intento del Estado británico de limitar el ejercicio de los medios políticos con respecto a los valores de alquiler. En 1763, prohibió a los colonos ocupar tierras situadas al oeste de la fuente de cualquier río que fluyera a través de la costa atlántica... esto era grave. Con la manía por la especulación en tan alto nivel, con las consecuencias de la oportunidad, real o imaginaria, habiéndose vuelto tan agudas y generales, esta decisión afectó a todo el mundo... Por aquel entonces, los colonos ya habían empezado a tener una vaga conciencia de los recursos ilimitados que ofrecía el país que se extendía hacia el oeste. Habían aprendido lo suficiente sobre ellos como para encender su imaginación y su avaricia al rojo vivo.

Éste es el primero de los hechos que, según Nock, los historiadores han pasado por alto. El otro hecho que se ha pasado por alto es que los comerciantes americanos se dieron cuenta de que, si controlaban un estado propio, podrían utilizar los medios políticos en su beneficio:

Sería lo más natural del mundo para los colonos percibir que la independencia no sólo les daría un acceso más libre a este modo [la adquisición de tierras] de medios políticos, sino que también abriría el acceso a otros modos que el estatus colonial hacía inaccesibles.

Nock fue un pensador original de considerable poder, y tenemos mucho que aprender de Nuestro enemigo el Estado y sus otros libros.

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