J. Michael Oliver nos dice que este notable libro empezó como tesis académica escrita en 1972 y presentada el año siguiente para una licenciatura de grado en la Universidad de Carolina del Sur. Sin embargo el libro es mucho más que una tesis académica: es una aportación importante al pensamiento libertario.
La principal contribución de Oliver deriva de su reacción a dos movimientos intelectuales. Como muchos en las décadas de los sesenta y setenta, le atrajo la filosofía objetivista de Ayn Rand. Sin embargo, junto con varios más en el movimiento objetivista, Oliver estaba en desacuerdo con las conclusiones políticas que Rand y su círculo cercano deducían de su filosofía. «Algunos estudiosos de la filosofía concluían que Rand y los objetivistas “ortodoxos” no habían conseguido desarrollar un filosofía política que se derivara de los principios más básicos del objetivismo. Fue en ese momento cuando la defensa de Rand del gobierno limitado empezó a ser objeto de ataques de una creciente cantidad de “objetivistas” desviados. Los objetivistas-libertarios declaraban que el gobierno, limitado o no, no tiene justificación, y que el único sistema social coherente con la naturaleza del hombre es una sociedad de mercado no estatal o anarcocapitalismo».
Afirmar que Rand malinterpretaba las implicaciones de su propia filosofía es una tesis atrevida, pero Oliver la defiende bien. Después de una explicación sucinta de la metafísica, epistemología y teoría de la volición objetivistas, Oliver se ocupa de la ética. Aquí destaca una característica. La ética objetivista, como sugiere el nombre, sostiene que los requisitos para el florecimiento humano son asuntos objetivos de hecho: «Los objetivistas niegan que haya ninguna justificación para la creencia de que ética y valores estén más allá del ámbito de los hechos y la razón. El hombre, después de todo, es un ser vivo con una identidad particular y unos requisitos particulares para su vida. No es que cualquier acción sostenga su vida: solo le sostendrán aquellas acciones que estén en consonancia con el bienestar humano. El hombre no puede elegir sus valores al azar, sin referencia a sí mismo y seguir esperando vivir. Este concepto se aplica a un hombre individual igual que a una sociedad humana (compuesta por individuos). Los valores objetivos derivan de la identidad del hombre».
Si hay requisitos objetivos para tu supervivencia, eso va a interesarte mucho, ¿pero es eso el resumen y lo sustancial de la ética? No es este el lugar para examinar esta cuestión, pero, en todo caso, hace fracasar uno de los argumentos de Rand utilizados para apoyar su ética egoísta. Rand explicaba así el argumento: «Tratemos de imaginar un robot inmortal e indestructible, una entidad que se mueve y actúa, pero no puede verse afectada por nada, que no puede dañarse, lesionarse o destruirse. Esa entidad no podría tener ningún valor, no tendría nada que ganar o perder, no podría considerar nada a favor o en contra, como aportador o amenazador para su valor, como cumplidor o frustrador de sus intereses. No podría tener intereses ni objetivos».
¿Por qué no puede tener valores el robot indestructible? La respuesta, según Rand, es que como el robot no puede ser destruido o dañado, nada puede importarle. ¿Pero por qué la invulnerabilidad del robot implica que no le importe nada? La respuesta es que como el propósito de los valores es promover la supervivencia propia, la indestructibilidad elimina la razón de los valores. Si nada puede matarlo o dañarlo, no necesita hacer nada para impedir que le maten o dañen.
Pero esto no es un argumento en absoluto para el egoísmo ético: las conclusiones de Rand se deducen solo si se acepta que el propósito de los valores es asegurar la supervivencia propia. Supongamos que el robot es altruista: ¿por qué el impediría su propia invulnerabilidad valorar el bienestar de otros? Después de todo, ni siquiera Rand afirma que el altruismo sea imposible: solo piensa que es erróneo.
Pero esto es accesorio. Mucho más importante para nuestros fines son las conclusiones políticas que Oliver deriva de la ética objetivista. Empieza con algo que aceptaba la propia Rand. «El hombre es un ser que elige. Aquellas acciones esenciales, tanto físicas como cognitivas, que debe asumir para mantener su ser están sujetas a su voluntad. Como su vida depende de su capacidad de elegir, de esto se deduce que su vida requiere la libertad de elegir. (…) Dado que la vida es el patrón de valor, es correcto que el hombre sea libre de ejercitar su albedrío. El principio de los derechos entendido por los nuevos libertarios es simplemente una declaración del hecho de que si el hombre ha de mantener la vida al nivel que le permita su naturaleza, entonces los hombres (en la sociedad humana) deben evitar violar la libertad de los demás».
Para proteger estos derechos, Rand pensaba que era necesario tener un gobierno limitado, y aquí es donde Oliver disiente de su mentora política. Un régimen de derechos, siguiendo las indicaciones que establece Rand, no requiere en absoluto que una agencia, por muy limitada que esté, tenga un monopolio del uso permisible de fuerza. Esa agencia viola necesariamente los mismos derechos que defendía Rand. «El gobierno, al ser un monopolio coactivo, debe prohibir a sus ciudadanos mediante la amenaza de fuerza, requerir los servicios de ninguna institución alternativa».
Así que el gobierno necesariamente viola derechos, y además un gobierno limitado no puede permanecer limitado mucho tiempo. «El nuevo libertario concluye que los controles y contrapesos internos sobre el poder gubernamental y los supuestos mecanismos para la defensa de las minorías son (…) concepciones endebles. (…) La genuina competencia, ya de otra agencia coactiva o de un negocio no coactivo, puede servir como el único “límite” real al poder del Estado y lo hace precisamente privando al gobierno de su estatus como “gobierno”. Lógicamente, por tanto, si existe el gobierno, es ilimitado y autoderminante».
¿Cómo pueden entonces protegerse los derechos? Oliver encuentra la respuesta en el anarcocapitalismo y hace un uso extenso y eficaz de la obra de Murray Rothbard en su explicación de este sistema: «Aunque los anarcocapitalistas están de acuerdo en que puede y debe haber alternativas de mercado a policía, tribunales, prisiones y fuerzas armadas, no están de acuerdo en la concreción de dichas agencias privadas y sus métodos [pero] la suposición aquí es que el mercado siempre tenderá hacia la racionalidad y la satisfacción de los requisitos objetivos para la vida humana. (…) La protección frente a la agresión, el arbitraje de conflictos y la rectificación de lo incorrecto son necesidades genuinas del hombre en la sociedad. La satisfacción de estas demandas debe estar de acuerdo con la naturaleza humana (es decir, el principio de los derechos) si las medidas correctivas no han de ser injustas y económicamente destructivas en sí mismas».
¿Pero no debería Oliver superar una objeción? La respuesta estándar de los objetivistas al anarquismo es que no puede haber un mercado en derecho y defensa. Por el contrario, el libre mercado presupone la existencia de un orden legal fijo, no sujeto a competencia y esto solo puede proporcionarlo el gobierno.1
Oliver no solo responde a esta dificultad, sino que la dirige contra los defensores objetivistas del estado. Es completamente cierto, dice Oliver, que el libre mercado presupone una ley objetiva, pero los requisitos de la ley objetiva están fijados por la naturaleza humana. Lejos de requerir un estado, la ley objetiva correctamente entendida impide su existencia. «No hay necesidad de un proceso legislativo. La ley está implícita en la naturaleza de las cosas, incluyendo la naturaleza del hombre. Así que se requiere un descubrimiento de la ley en lugar de su creación. (…) Como el capitalismo/voluntarismo se basa en el reconocimiento de la necesidad de libertad de pensamiento y acción, no tiene sentido crear una agencia monopolística para el descubrimiento de la verdad y el derecho». En una sociedad anarcocapitalista, los elementos básicos del derecho no estarían «disponibles», frente a las afirmaciones de los críticos randianos del anarquismo.2
Es el derecho creado por el Estado, no el anarcocapitalismo, el que entra en conflicto con la objetividad legal. «Un efecto deletéreo del derecho gubernamental es la supresión u ofuscación de la preocupación por la ley objetiva. Después de generaciones viviendo bajo un sistema legal omnipresente, los hombres podrían llegar fácilmente a ver el gobierno como fuente del derecho, perdiendo así de vista el derecho natural objetivo».
Hay muchas más cosas de gran interés en The New Libertarianism, incluyendo una explicación detallada de cómo podría operar la aplicación del derecho anarquista; una crítica aguda de la influyente idea del «control espontáneo del campo» aportada por los politólogos de Yale, Robert Dahl y Charles Lindblom y sugerencias sobre cómo un mercado libre podría usar tecnología innovadora para resolver problemas de transporte. The New Libertarianism es una importante contribución a la defensa del anarcocapitalismo.
- 1Para más detalle, ver mi «Binswanger on Anarchism».
- 2Para una explicación de la objeción, tanto por defensores como oponentes a ellas, ver Roderick Long y Tibor Machan, eds., Anarchism/Minarchism (Ashgate, 2008) y mi reseña en The Mises Review.