La praxeología se ocupa de las acciones de los hombres individuales. Sólo en el curso ulterior de sus investigaciones se alcanza el conocimiento de la cooperación humana y se trata la acción social como un caso especial de la categoría más universal de la acción humana como tal.
Este individualismo metodológico ha sido atacado con vehemencia por diversas escuelas metafísicas y calificado de falacia nominalista. La noción de individuo, dicen los críticos, es una abstracción vacía. El hombre real es siempre necesariamente miembro de un todo social. Es incluso imposible imaginar la existencia de un hombre separado del resto de la humanidad y no conectado con la sociedad. El hombre como hombre es el producto de una evolución social. Su rasgo más eminente, la razón, sólo pudo surgir en el marco de la mutualidad social. No hay pensamiento que no dependa de los conceptos y nociones del lenguaje. Pero el habla es manifiestamente un fenómeno social. El hombre es siempre miembro de una colectividad. Como el todo es lógica y temporalmente anterior a sus partes o miembros, el estudio del individuo es posterior al estudio de la sociedad. El único método adecuado para el tratamiento científico de los problemas humanos es el método del universalismo o colectivismo.
Ahora bien, la controversia sobre si el todo o sus partes son lógicamente anteriores es vana. Lógicamente las nociones de un todo y sus partes son correlativas. Como conceptos lógicos, ambos son independientes del tiempo.
No menos inadecuada en relación con nuestro problema es la referencia al antagonismo entre realismo y nominalismo, entendidos ambos términos en el sentido que les atribuía la escolástica medieval. Es indiscutible que en la esfera de la acción humana las entidades sociales tienen existencia real. Nadie se atreve a negar que las naciones, los estados, los municipios, los partidos, las comunidades religiosas, son factores reales que determinan el curso de los acontecimientos humanos. El individualismo metodológico, lejos de impugnar la importancia de tales conjuntos colectivos, considera como una de sus principales tareas describir y analizar su formación y su desaparición, sus estructuras cambiantes y su funcionamiento. Y elige el único método apto para resolver satisfactoriamente este problema.
Primero debemos darnos cuenta de que todas las acciones son realizadas por individuos. Una colectividad funciona siempre a través de uno o varios individuos cuyas acciones se relacionan con la colectividad como fuente secundaria. Es el significado que los individuos que actúan y todos los que se ven afectados por su acción atribuyen a una acción lo que determina su carácter. Es el significado que marca una acción como la acción de un individuo y otra acción como la acción del Estado o del municipio. El verdugo, no el Estado, ejecuta a un criminal. Es el significado de los implicados el que discierne en la acción del verdugo una acción del Estado. Un grupo de hombres armados ocupa un lugar. Es el sentido de los afectados el que imputa esta ocupación no a los oficiales y soldados que se encuentran en el lugar, sino a su nación.
Si escudriñamos el significado de las diversas acciones realizadas por los individuos, necesariamente debemos aprenderlo todo sobre las acciones de los conjuntos colectivos. Pues un colectivo social no tiene existencia ni realidad fuera de las acciones de los miembros individuales. La vida de un colectivo se vive en las acciones de los individuos que constituyen su cuerpo. No hay colectivo social concebible que no sea operativo en las acciones de algunos individuos. La realidad de un entero social consiste en que dirige y libera acciones definidas por parte de los individuos. Así pues, el camino hacia el conocimiento de los enteros colectivos pasa por el análisis de las acciones de los individuos.
Como ser pensante y actuante, el hombre surge de su existencia prehumana ya como ser social. La evolución de la razón, el lenguaje y la cooperación es el resultado del mismo proceso; estaban inseparable y necesariamente unidos. Pero este proceso tuvo lugar en los individuos. Consistió en cambios en el comportamiento de los individuos. No hay otra sustancia en la que se produjera que los individuos. No hay más sustrato de la sociedad que las acciones de los individuos.
Que hay naciones, estados e iglesias, que hay cooperación social bajo la división del trabajo, sólo se hace perceptible en las acciones de ciertos individuos. Nadie ha percibido nunca una nación sin percibir a sus miembros. En este sentido, se puede decir que un colectivo social nace de la acción de los individuos. Esto no significa que el individuo sea temporalmente anterior. Significa simplemente que determinadas acciones de los individuos constituyen el colectivo.
No es necesario discutir si un colectivo es la suma resultante de la adición de sus elementos o más, si es un ser sui generis y si es razonable o no hablar de su voluntad, planes, objetivos y acciones y atribuirle un «alma» distinta. Semejante palabrería pedante es ociosa. Un todo colectivo es un aspecto particular de las acciones de varios individuos y, como tal, una cosa real que determina el curso de los acontecimientos.
Es ilusorio creer que es posible visualizar los conjuntos colectivos. Nunca son visibles; su conocimiento es siempre el resultado de la comprensión del significado que los hombres actuantes atribuyen a sus actos. Podemos ver una multitud, es decir, una multitud de personas. Que esta multitud sea una mera reunión o una masa (en el sentido en que se emplea este término en la psicología contemporánea) o un cuerpo organizado o cualquier otro tipo de entidad social es una cuestión que sólo puede responderse comprendiendo el significado que ellos mismos atribuyen a su presencia. Y este significado es siempre el significado de los individuos. No son nuestros sentidos, sino la comprensión, un proceso mental, lo que nos hace reconocer las entidades sociales.
Quienes quieren iniciar el estudio de la acción humana a partir de las unidades colectivas encuentran un obstáculo insalvable en el hecho de que un individuo al mismo tiempo puede pertenecer y -con la excepción de los miembros de las tribus más primitivas- pertenece realmente a varias entidades colectivas. Los problemas que plantea la multiplicidad de unidades sociales coexistentes y sus antagonismos mutuos sólo pueden resolverse mediante el individualismo metodológico.
Yo y nosotros
El Ego es la unidad del ser actuante. Está incuestionablemente dado y no puede ser disuelto o conjurado por ningún razonamiento o argucia.
El Nosotros es siempre el resultado de una suma que reúne a dos o más Yoes. Si alguien dice Yo, no es necesario hacer más preguntas para establecer el significado. Lo mismo vale para el Tú y, siempre que se indique con precisión la persona de que se trata, para el Él. Pero si un hombre dice Nosotros, se necesita más información para denotar quiénes son los Egos que están comprendidos en este Nosotros. Siempre son individuos individuales los que dicen Nosotros; aunque lo digan a coro, sigue siendo una expresión de individuos individuales.
El Nosotros no puede actuar de otro modo que cada uno de ellos en su propio nombre. O bien pueden actuar todos juntos de acuerdo, o bien uno de ellos puede actuar por todos. En este último caso, la cooperación de los demás consiste en que provoquen la situación que hace que la acción de un hombre sea eficaz también para ellos. Sólo en este sentido el funcionario de una entidad social actúa para el conjunto; los miembros individuales del cuerpo colectivo provocan o permiten que la acción de un solo hombre les afecte también a ellos.
Los esfuerzos de la psicología por disolver el Ego y desenmascararlo como una ilusión son vanos. El Ego praxeológico está fuera de toda duda. No importa lo que un hombre haya sido y lo que pueda llegar a ser después, en el acto mismo de elegir y actuar es un Ego.
Del pluralis logicus (y del pluralis majestaticus meramente ceremonial) debemos distinguir el pluralis gloriosus. Si un canadiense que nunca ha probado el patinaje dice: «Somos los mejores jugadores de hockey sobre hielo del mundo», o si un patán italiano afirma con orgullo: «Somos los pintores más eminentes del mundo», nadie se engaña. Pero en lo que se refiere a los problemas políticos y económicos, el pluralis gloriosus evoluciona hacia el pluralis imperialis y, como tal, desempeña un papel importante a la hora de allanar el camino para la aceptación de las doctrinas que determinan las políticas económicas internacionales.
Este artículo es un extracto del capítulo 2 de Acción humana.