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La peculiar y única posición de la economía

[Este artículo es un extracto de Acción Hmana  (1949), capítulo 37, «The Nondescript Character of Economics».]

La singularidad de la economía

Lo que asigna a la economía su posición peculiar y única en la órbita tanto del conocimiento puro como de la utilización práctica del conocimiento es el hecho de que sus teoremas particulares no están abiertos a ninguna verificación o falsificación sobre la base de la experiencia. Por supuesto, una medida sugerida por un razonamiento económico sólido produce los efectos buscados, y una medida sugerida por un razonamiento económico defectuoso no produce los fines buscados. Pero tal experiencia sigue siendo siempre experiencia histórica, es decir, experiencia de fenómenos complejos. Nunca puede, como se ha señalado, probar o refutar un teorema concreto. La aplicación de teoremas económicos espurios produce consecuencias no deseadas. Pero estos efectos nunca tienen ese poder de convicción indiscutible que proporcionan los hechos experimentales en el campo de las ciencias naturales. El criterio último de la corrección o incorrección de un teorema económico es únicamente la razón sin ayuda de la experiencia.

La ominosa importancia de este estado de cosas es que impide que la mente ingenua reconozca la realidad de las cosas con las que trata la economía. «Real» es, a los ojos del hombre, todo aquello que no puede alterar y a cuya existencia debe ajustar sus acciones si quiere alcanzar sus fines. El conocimiento de la realidad es una triste experiencia. Enseña los límites de la satisfacción de los propios deseos. Sólo a regañadientes se resigna el hombre a la idea de que hay cosas, a saber, el conjunto de todas las relaciones causales entre los acontecimientos, que el deseo no puede alterar. Sin embargo, la experiencia sensorial habla un lenguaje fácilmente perceptible. Es inútil discutir sobre experimentos. La realidad de los hechos establecidos experimentalmente no puede discutirse.

Pero en el campo del conocimiento praxeológico ni el éxito ni el fracaso hablan un lenguaje distinto y audible para todos. La experiencia derivada exclusivamente de fenómenos complejos no impide escapar a interpretaciones basadas en ilusiones. La propensión del hombre ingenuo a atribuir omnipotencia a sus pensamientos, por confusos y contradictorios que sean, nunca es falsada de forma manifiesta e inequívoca por la experiencia. El economista nunca podrá refutar a los chiflados y charlatanes de la economía como el médico refuta al curandero y al charlatán. La historia sólo habla a quienes saben interpretarla sobre la base de teorías correctas.

Economía y opinión pública

La importancia de esta diferencia epistemológica fundamental queda clara si nos damos cuenta de que la utilización práctica de las enseñanzas de la economía presupone su respaldo por la opinión pública. En la economía de mercado la realización de las innovaciones tecnológicas no requiere más que el conocimiento de su razonabilidad por parte de uno o unos pocos espíritus ilustrados. Ninguna torpeza por parte de las masas puede detener a los pioneros de la mejora. No necesitan ganarse de antemano la aprobación de la gente inerte. Son libres de embarcarse en sus proyectos, aunque todos los demás se rían de ellos. Más tarde, cuando los productos nuevos, mejores y más baratos aparezcan en el mercado, estos burlones se lanzarán a por ellos. Por muy lerdo que sea un hombre, sabe distinguir entre un zapato más barato y otro más caro, y apreciar la utilidad de los nuevos productos.

Pero es diferente en el ámbito de la organización social y las políticas económicas. Aquí las mejores teorías son inútiles si no las apoya la opinión pública. No pueden funcionar si no son aceptadas por la mayoría del pueblo. Cualquiera que sea el sistema de gobierno, no se puede gobernar una nación de forma duradera sobre la base de doctrinas que discrepan de la opinión pública. Al final prevalece la filosofía de la mayoría. A la larga, no puede existir un sistema de gobierno impopular. La diferencia entre democracia y despotismo no afecta al resultado final. Se refiere únicamente al método por el que se lleva a cabo la adaptación del sistema de gobierno a la ideología sostenida por la opinión pública. Los autócratas impopulares sólo pueden ser destronados mediante levantamientos revolucionarios, mientras que los gobernantes democráticos impopulares son derrocados pacíficamente en las siguientes elecciones.

La supremacía de la opinión pública determina no sólo el papel singular que la economía ocupa en el complejo del pensamiento y del conocimiento. Determina todo el proceso de la historia humana.

Las discusiones habituales sobre el papel que desempeña el individuo en la historia no vienen al caso. Todo lo que se piensa, se hace y se realiza es obra de individuos. Las nuevas ideas y las innovaciones son siempre un logro de hombres poco comunes. Pero estos grandes hombres no pueden conseguir ajustar las condiciones sociales a sus planes si no convencen a la opinión pública.

El florecimiento de la sociedad humana depende de dos factores: el poder intelectual de hombres destacados para concebir teorías sociales y económicas sólidas, y la capacidad de estos u otros hombres para hacer que estas ideologías sean aceptables para la mayoría.

Este artículo es un extracto de Acción Humana (1949), capítulo 37, «El carácter anodino de la economía☼. Un archivo de audio MP3 de este capítulo, narrado por Jeff Riggenbach, está disponible para descargarse.

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