Con un gran mercado regional y una población joven, África debería estar en la cúspide de la grandeza. Sin embargo, sigue siendo el continente más pobre del planeta. Los analistas admiten que las perspectivas de África son sombrías porque la región va camino de incumplir los objetivos de reducción de la pobreza. Las sucesivas administraciones africanas han consultado múltiples estrategias para atajar la lacra de la pobreza con diversos grados de éxito; sin embargo, la plaga de la pobreza ha sido persistente.
Combatir la pobreza en África es, en efecto, una tarea de enormes proporciones, ya que algunos países aún no han superado las limitaciones geográficas y medioambientales. Por ejemplo, los efectos devastadores de la mosca tsetsé en el mercado alimentario suponen una pérdida anual de 5.000 millones de dólares. Alcanzar los objetivos de desarrollo se hace aún más difícil cuando se añade la corrupción al guiso de problemas. La corrupción obstaculiza el crecimiento al limitar la eficacia de las instituciones y desalentar la inversión extranjera directa.
Los Estados corruptos fomentan los incentivos para que los empresarios utilicen la riqueza como palanca para manipular la política gubernamental y el sistema jurídico a fin de favorecer sus intereses. Estos acuerdos benefician a unos pocos, pero los costes se distribuyen ampliamente por toda la sociedad. Cuando la política gubernamental favorece a los compinches políticos, las empresas más innovadoras quedan marginadas, lo que reduce el crecimiento y la utilidad para el consumidor. Los 7.000 millones de dólares que Nigeria pierde anualmente por la corrupción y la ineficacia de sus puertos son fundamentales para la narrativa que subyace, según un informe anticorrupción de 2022.
La duplicación de tareas, los retrasos excesivos en los procesos de importación y exportación, la burocracia, los funcionarios sin escrúpulos y las múltiples capas de impuestos se citaron como algunos de los factores que corroen el éxito de los puertos nigerianos. La corrupción está inextricablemente ligada a la falta de libertad económica. La gente suele suponer que las normativas evitan la corrupción, cuando en realidad el exceso de regulación facilita las oportunidades de corrupción y soborno. Cuando el comercio está poco regulado, es más fácil hacer negocios y, por tanto, el incentivo para sobornar a los trabajadores con el fin de agilizar las transacciones se reduce considerablemente.
Más que ninguna otra cosa, África necesita libertad económica para promover el crecimiento y la buena gobernanza. Las políticas estatistas han hecho descarrilar el progreso social y económico de África en lugar de estimularlo. En lugar de impulsar el progreso industrial, el bandazo a la izquierda de los Estados africanos condujo al estancamiento económico y a la inmiseración social. El ejemplo de la Zambia posterior a la independencia ilustra que la adopción de políticas socialistas fomentó la pobreza y el fracaso empresarial. La sustitución de importaciones no permitió a Zambia alcanzar la seguridad alimentaria, como pretendían sus defensores, pero consiguió que la economía fuera menos competitiva y dependiera menos de las exportaciones.
Los líderes africanos han aplicado repetidamente políticas estatistas para lograr el crecimiento económico, solo para decepcionarse a largo plazo. En 2016, el banco central de Kenia implantó un límite a los tipos de interés que fue eliminado en 2019 porque, según el presidente Uhuru Kenyatta, restringía el crédito al sector privado, perjudicaba el crecimiento y debilitaba la eficacia de la política monetaria. La libertad económica es una estrategia probada para impulsar la prosperidad de África. Un informe publicado en el International Journal of Emerging Markets sostiene que las mejoras en la libertad económica estimulan el crecimiento en el África subsahariana.
Las conclusiones revelan que la libertad económica y la calidad institucional son complementarias, por lo que centrarse en ambas variables produce resultados deseables. La libertad económica tiene una enorme repercusión en los resultados económicos de África porque la supresión de las barreras comerciales libera el potencial productivo de la economía. La eliminación de las restricciones comerciales aumenta la producción al liberar capital y tecnología para asignar recursos.
Algunos líderes africanos han captado el mensaje y planean promulgar reformas promercado. El presidente nigeriano, Bola Ahmed Tinubu, ha expresado su compromiso con las reformas económicas promercado y se espera que sea examinado de cerca por los expertos mundiales. Como mayor economía de África, el éxito de Nigeria podría servir de inspiración al mundo en desarrollo y a los negros de la diáspora. Desde su ascenso al poder, Tinubu ha suprimido las costosas subvenciones a la gasolina que suponían gastos para el Estado y hacían poco rentable para los empresarios establecer refinerías privadas.
Además, el 9 de junio de 2023, el presidente Tinubu promulgó la Ley de Electricidad de 2023. El objetivo de esta ley es descentralizar las políticas energéticas permitiendo a los estados legislar mercados para la generación y el suministro de energía a regiones dentro de sus dominios. Los expertos pronostican que esta ley reforzará la competitividad del mercado energético nigeriano y aumentará el acceso a los recursos energéticos. A pesar de ser rica en petróleo, Nigeria es pobre en electricidad, con un 43% de la población sin acceso a la red eléctrica. Por tanto, se espera que, al fomentar el emprendimiento, la descentralización impulse el suministro de electricidad en Nigeria.
África bulle de ideas y crece el apetito de reformas económicas; por ello, sus dirigentes deben responder a las demandas de la población aprovechando la libertad económica como herramienta de crecimiento.