En el discurso actual sobre Bolivia, las nociones de liberalismo, libre mercado o ideales capitalistas tradicionales nunca vienen a la mente en contraste con las discusiones dominantes sobre el socialismo del siglo XXI, las políticas keynesianas y una notable falta de libertades económicas. De hecho, el Instituto Fraser clasificó a Bolivia en el puesto 117 en 2021 en el Informe Anual sobre la Libertad Económica en el Mundo 2023. Y obtuvo una puntuación de 43,4 en el Índice de Libertad Económica de la fundación Heritage, lo que lo convierte en el 175º país menos libre (en libertades económicas) de los 184 países clasificados en 2023, estas clasificaciones subrayan la naturaleza arraigada de las políticas estatistas y su impacto perjudicial en las perspectivas económicas de Bolivia.
El profesor Antonio Saravia, destacado economista e investigador boliviano, resume el sentimiento predominante respecto al panorama económico de Bolivia con su observación en un artículo sobre la actual crisis económica del país de que: «Bolivia tiene una psique autodestructiva, una psique estatista que parece imposible de desterrar y que nos sumerge en un ciclo eterno en el que una crisis sigue a otra». Esta aleccionadora evaluación pone de manifiesto la perdurabilidad de las políticas estatistas y sus efectos adversos sobre el futuro económico de Bolivia.
En este contexto de restricciones económicas, la Feria de Alasitas emerge como un faro de liberalismo y capitalismo, ofreciendo una rara visión de un mundo en el que reinan las aspiraciones individuales y la libertad económica. Celebrada anualmente en La Paz, Bolivia, el 24 de enero y durante dos semanas (aunque a menudo se prolonga hasta finales de febrero), la Feria de Alasitas, también conocida como la Fiesta de la Abundancia o la Celebración del Mercado en Miniatura, es un testimonio de la resistencia y el ingenio de una cultura boliviana que anhela la libertad económica.
Originada en 1783 como celebración de la supervivencia y liberación de La Paz de un prolongado asedio indígena que acabó con todo el comercio y la prosperidad de la ciudad durante un periodo, la Feria de Alasitas encarna una fusión de costumbres indígenas, tradiciones católicas e ideales republicanos. En su esencia, la feria rinde homenaje tanto a «Nuestra Señora de La Paz» como al «Ekeko», el dios aymara de la abundancia, mezclando creencias espirituales con actividades comerciales en una armoniosa muestra de sincretismo cultural.
La pieza central de la Feria de Alasitas son las réplicas en miniatura de bienes y mercancías, meticulosamente elaboradas y expuestas para representar los deseos, sueños y aspiraciones de los bolivianos. Estas miniaturas son más que simples baratijas: son manifestaciones del anhelo individual de riqueza, trabajo, empleo y realización de sus sueños. Cada miniatura simboliza el deseo innato del ser humano de prosperidad y realización, y refleja los ideales capitalistas y libertarios de autodeterminación y autonomía individual.
Además, el Ekeko, representado como la estatuilla de un mercader, sirve como un poderoso símbolo de abundancia y prosperidad. Cuando los participantes acuden en masa a la feria para adquirir estas representaciones en miniatura de sus deseos, muchos compran representaciones en miniatura del Ekeko y, si tratan a la miniatura del dios andino con respeto, éste les ofrecerá a cambio buena fortuna para un futuro próspero. Y el Ekeko no está representado por un mendigo o un recaudador de impuestos, ni mucho menos por un empleado del gobierno, está representado por un comerciante, dando testimonio del deseo intrínseco de libertad comercial de la sociedad boliviana.
A pesar del opresivo entorno normativo de Bolivia, la Feria de Alasitas prospera como bastión de la libertad económica y la resistencia. En el mercado informal creado por la feria, los participantes realizan intercambios voluntarios sin coacción gubernamental, encarnando los ideales de la libre empresa y el espíritu emprendedor. Aquí, los individuos pueden perseguir sus sueños y aspiraciones sin la mano asfixiante de las autoridades, demostrando la fuerza y el ingenio inherentes al espíritu humano.
A medida que aumentan los controles y las normativas, el espíritu emprendedor de la gente encontrará la manera de sortearlos. En un artículo Jeffrey A. Tucker lo explica minuciosamente como la Revolución Informal. Allí escribe:
«Los gobiernos siempre han intervenido en la economía, pero el Estado actual —armado con una moderna recopilación de datos, así como con una ideología intervencionista— nos ha llevado a un nuevo nivel de regulación e imposición.
Ante esta situación, la gente encuentra formas menos costosas de trabajar, producir e intercambiar, aunque sea de forma no oficial. Ésta es una de las razones por las que el Estado nunca puede lograr un control económico total: basta con ver las economías sumergidas del mundo socialista».
En 2022 Bolivia tenía un 83,7% de la población ocupada en el sector informal. La feria de Alasitas es uno de los ejemplos notables de que el Estado nunca es todopoderoso, la gente siempre encontrará la manera de perdurar, siempre encontrará la manera de prosperar y nunca dejará de buscar el futuro que desea.