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Copérnico también tenía razón en economía

Nicolás Copérnico fue uno de los más grandes científicos de la historia. Con sus teorías sobre astronomía, revolucionó las ciencias y es meritoria y universalmente reconocido como un genio. De hecho, sus conocimientos y estudios abarcaban todos los campos del saber —medicina, derecho canónico, teología (también se ordenó teólogo católico), ciencias naturales, matemáticas y— por último, pero lo más importante para este artículo, economía.

Por desgracia, la mayoría de la gente ignora que el genio Copérnico también se dedicó con éxito a la ciencia económica. Merece que se destaquen sus estudios de economía para que más gente pueda apreciar sus aportaciones.

Copérnico tuvo, a lo largo de su vida, la gran fortuna de poder viajar y estudiar en las mejores universidades de Europa (como Cracovia, Bolonia, Ferrara y Padua) donde construyó un bagaje cultural que le permitió ser capaz de abordar todas las disciplinas conocidas y estudiadas en la época.

El valor del dinero

En la década de 1620 trabajó en la Prusia polaca para resolver los problemas monetarios que aquejaban a la región. Propuso una interesante y pionera reforma monetaria que denunciaba el fraude del Estado al querer imponer un valor nominal elevado a monedas con un valor mercantil inferior y explicaba cómo este fraude era absolutamente deletéreo para la economía.

También durante este periodo y en este campo de estudio, en 1526 presentó su breve ensayo al parlamento regional de Prusia, en el que ilustraba precisamente su reforma monetaria. Este ensayo debe su nombre al latín Monetae  cudendae ratio, título que generalmente se traduce como Sobre la acuñación de moneda. He aquí un interesante extracto de una traducción del texto:

La moneda es el oro o la plata impresos, mediante los cuales se calculan los precios de las cosas compradas y vendidas según las normas de cualquier Estado o de su gobernante. Por lo tanto, el dinero es, por así decirlo, una medida común de valores. Lo que debe ser una medida, sin embargo, debe conservar siempre un patrón fijo y constante. De lo contrario, el orden público se ve necesariamente perturbado, y compradores y vendedores son engañados de muchas maneras...

Y aún otro:

Este valor nominal se corrompe de muchas maneras. En primer lugar, el metal, por sí solo, puede ser defectuoso, cuando para el mismo peso de moneda se alea con la plata una cantidad de cobre superior a la correcta. En segundo lugar, el peso puede ser defectuoso, aunque la proporción de cobre y plata sea correcta... Esto se indica si en la moneda se encuentra algo menos de plata de la que se compra con ella. Esta es la condición en la que se percibe correctamente la depreciación de la moneda.

A partir de aquí, Copérnico llegó a desarrollar lo que, en la historia del pensamiento económico, suele llamarse la Ley de Gresham, que fue resumida por Sir Thomas Gresham varios años después. Esta ley se refiere a lo que ocurre cuando circulan dos tipos de dinero, uno de mayor calidad (como el oro o la plata) y otro de menor calidad (como el papel moneda o las monedas con metales menos valiosos). Esta ley dice que cuando se permite a la gente utilizar ambos tipos, tienden a gastar el dinero «malo» (el que tiene menos valor) y a quedarse con el dinero «bueno» (el que tiene más valor). Esto sucede porque la gente reconoce que el dinero bueno vale más, aunque ambos tipos tengan oficialmente el mismo valor nominal. Con el tiempo, el dinero mejor desaparece del uso cotidiano y sólo queda en circulación el dinero de menor calidad.

Efecto Cantillon

Sin embargo, el genio de Copérnico no termina aquí. Léase Monetae cudendae ratio con atención, podemos ver una descripción primordial pero eficaz del efecto Cantillon (que sería extrapolado por Richard Cantillon unos dos siglos más tarde). El efecto Cantillon describe cómo la entrada de dinero en un sistema económico modifica los precios de forma desigual a partir de los puntos de inyección y beneficia a los que reciben primero el nuevo dinero (a menudo los políticos) porque tienen más dinero hoy, pero a los precios de ayer. La consecuencia es que los últimos en recibir el nuevo dinero, que han sufrido la inflación, son los perdedores. Pero ahora dejemos que Copérnico lo explique:

...sus calamidades [de las monedas infladas] sólo benefician a los orfebres y a los que conocen la pureza del metal por experiencia. Pues de la moneda mezclada recogen las piezas viejas, de las que funden la plata y la venden. Del público inexperto reciben constantemente más plata con la acuñación. Pero después de que esos viejos chelines desaparecen por completo, se seleccionan los siguientes mejores, mientras que la masa inferior de dinero se queda atrás.

Copérnico los llama «orfebres», pero coinciden perfectamente con las élites políticas y los banqueros centrales actuales. Al menos los orfebres añadían oro real a la economía. El contexto y el sistema son diferentes, pero el fraude sigue claramente la misma lógica del efecto Cantillon. La versión copernicana es un ejemplo primitivo, pero la matriz es siempre la misma: los bancos centrales pueden defraudar el valor del dinero aportando beneficios a quienes reciben primero el nuevo dinero —políticos/banqueros centrales/orfebres— en detrimento de quienes lo reciben en último lugar.

Teoría cuantitativa del dinero

Un gigantesco paso adelante en la definición de la teoría monetaria basada en la cantidad de dinero en circulación lo dio la Escuela de Salamanca, en particular gracias a Martín de Azpilcueta. Pero la obra de Azpilcueta es unos 30 años póstuma en comparación con la de Copérnico, quien, como señala Murray Rothbard en Economic Thought before Adam Smith: an Austrian Perspective on the History of Economic Thought, ya escribió: «Nosotros, en nuestra pereza... no nos damos cuenta de que el encarecimiento de todo es el resultado del abaratamiento del dinero. Pues los precios aumentan y disminuyen según la condición del dinero».

De nuevo, en Monetae  cudendae ratio añadió: «...debe evitarse una excesiva multiplicidad de moneda». Y, «El dinero pierde su valor sobre todo por la abundancia excesiva...»

Es interesante y agradable ver cómo uno de los más grandes científicos de la historia tenía una idea clara del funcionamiento de la economía y se dedicó a estudiarla y explorarla. Copérnico aplicó su mentalidad científica a la economía y, al estudiarla, confirmó indirectamente lo que Ludwig von Mises quería transmitir con su libro Liberalismo —el funcionamiento eficaz de una economía libre es científicamente descubrible. Cada vez que oímos o leemos sobre Nicolás Copérnico, deberíamos recordarle no sólo por el brillante astrónomo que fue, sino también por ser un protoeconomista pionero.

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