John Dickinson (1732-1808) fue uno de los más importantes padres fundadores de Estados Unidos. Fue un legislador colonial, miembro de los congresos de la Ley del Sello, Continental y de la Confederación, jefe del ejecutivo tanto de Delaware (con una votación de 25 a 1, siendo el suyo el único voto en contra) y Pennsylvania, presidente de la convención de Annapolis de 1786 que llevó a la Convención Constitucional y estuvo entre los estadistas más instruidos y expertos que acudieron a dicha Convención Constitucional. El historiador Forrest McDonald ha escrito que, para Dickinson y unos pocos más, “la constitución resultante no se habría ratificado”. William Pierce escribió que “siempre será considerado uno de los personajes más importantes de Estados Unidos”.
A pesar de sus demás desempeños, Dickinson fue más conocido como el “escribano de la Revolución” por sus escritos en apoyo de la causa de las colonias. Escribió Las últimas regulaciones con respecto a las colonias británicas… consideradas, en los debates sobre la Ley del Sello en 1765. Escribió una petición al Rey de Inglaterra en 1771. Junto con Thomas Jefferson, escribió la Declaración de las causas y necesidad de tomar las armas en 1775. Fue coautor de los Artículos de la Confederación. Defendió la ratificación de la Constitución las muy publicadas Cartas de Fabio en 1788, a las que algunos han considerado casi tan influyentes como los Papeles federalistas.
Sin embargo, de todos sus escritos tal vez el más importante fue sus Cartas de un granjero de Pennsylvania a los habitantes de las colonias británicas. Después de publicarse como cartas, a partir del 21 de diciembre de 1767, se publicaron como panfleto, reimpreso en la mayoría de los periódicos coloniales y ampliamente leído, haciendo de Dickinson nuestro primer héroe nacido en nuestro país, cuya fama solo fue superada por la de Benjamin Franklin. Cuando nos acercamos al 250 aniversario del inicio de dichas cartas, merece la pena recordar las palabras de John Dickinson que fueron tan influyentes en el inicio del experimento estadounidense de la libertad.
- No podemos ser felices sin ser libres (…) no podemos ser libres, sin tener garantizada nuestra propiedad (…) no podemos tener garantizada nuestra propiedad si, sin nuestro consentimiento, otros pueden tener derecho a quitárnosla.
- Las violaciones de los derechos de los gobernados son normalmente (…) pequeñas al principio (…) Usualmente aumentan los primeros daños, hasta que posteriormente la gente distraída se ve obligada a percibir la dureza de sus cargas (…) pero demasiado tarde. Encuentran a sus opresores tan fortalecidos por el éxito y ellos mismos tan enredados en ejemplos de autoridad expresados por parte de sus gobernantes y de reconocimiento tácito por su parte que se encuentran enormemente confusos.
- Por tanto, un pueblo libre nunca puede apresurarse demasiado en observar, ni en ser firme en oponerse a los inicios de alteración, ya sea en forma o realidad, con respecto a las instituciones conformadas para su seguridad (…) Las formas de la libertad pueden mantenerse cuando lo sustancial ha desaparecido.
- La benevolencia hacia la humanidad anima los deseos de su bienestar (…) Los medios (…) solo pueden encontrarse en la libertad y por tanto su sagrada causa tendría que ser secundada por todo hombre en toda ocasión, hasta donde este pueda.
- La divina providencia (…) me hizo nacer en una tierra de libertad (…) Valoro tan grande y agradecidamente la bendición recibida como para apreciar que mi silencio e inactividad no darán mi aprobación implícita a cualquier acto, degradando a mis hermanos y a mí mismo desde la cuna, hacia el propio cielo que “nos hizo libres”.
- Algunas personas son de la opinión de que la libertad no se viola, salvo por (…) acciones abiertas de fuerza, pero (…) la libertad tal vez nunca se vea expuesta a tanto peligro, como cuando la gente cree que hay menos, pues puede subvertirse y aun así puede no pensarlo.
- El amor a la libertad es tan natural para el corazón humano, que los tiranos sin sentimientos piensan que ellos mismos están obligados a ajustar sus planes tanto como puedan a la apariencia de justicia y de razón y a engañar a quienes están resueltos a destruir u oprimir presentándoles una imagen miserable de libertad cuando el inestimable original se ha perdido.
- ¿Pues qué es un pueblo libre? No aquel sobre el que el gobierno se ejerce razonable y equitativamente, sino aquel que vive bajo un gobierno tal constitucionalmente controlado y en el que se realiza la provisión adecuada cuando se ejercita este.
Cuando murió John Dickinson, el presidente Jefferson expresó su pesar y ambas cámaras del Congreso portaron brazaletes negros de luto. ¿Por qué? Porque Dickinson declaró que el propósito esencial del gobierno era mantener la libertad contra las acciones predatorias de otros o, en sus palabras para proteger “a los dignos contra los licenciosos”. Además, sabía que sin libertad “se produce naturalmente la pérdida de la felicidad” y ayudó a motivar a nuestros fundadores para ser “protectores de las generaciones no nacidas, cuyo destino depende de vuestra virtud”. Y en buena parte debido a su influencia Estados Unidos se creó como primer gobierno de la historia basado en la libertad.
Para el 250 aniversario de su obra más famosa, con la libertad bajo ataque en muchas áreas, podemos beneficiarnos de nuevo de las palabras de John Dickinson defendiéndola. Apremió a nuestros antepasados a despertar para impedir que “acabara la tragedia de la libertad americana”. Hoy tenemos que reconocer y responder a la misma amenaza. Como coescribía Dickinson con Thomas Jefferson en la Declaración de las causas y necesidad de tomar las armas, “No encontramos nada más terrible que la esclavitud voluntaria. Honor, justicia y humanidad nos prohíben entregar mansamente esa libertad que recibimos de nuestros gallardos antepasados y que nuestra inocente progenie tiene derecho a recibir de nosotros”, así que debemos “considerar estas medias opresivas como tendrían que hacerlo los hombres libres”.