El fracaso de la Reserva Federal a la hora de cumplir sus propios objetivos políticos de estabilidad de precios y crecimiento se ha hecho cada vez más evidente en la actual situación económica de los Estados Unidos. El país se enfrenta ahora a temores de recesión tras haber experimentado una inflación histórica debido a la interpretación errónea de las causas de la Gran Depresión. Los efectos perversos de las políticas monetarias expansivas también reflejan el fracaso de la posición económica institucional que considera a la Reserva Federal como el principal benefactor del crecimiento, la estabilidad y la seguridad.
Contracción empresarial y política laissez-faire
La respuesta del gobierno de EEUU al covid influyó en otros gobiernos para que bloquearan sus economías y restringieran la circulación de personas, y la cancelación de actividades económicas afectó a la economía mundial. La interconexión de la economía mundial significa que depende de la división del trabajo y del flujo constante de bienes y servicios. Los bloqueos y la cancelación de actividades económicas provocaron una contracción de la actividad empresarial. En respuesta a esta contracción económica antinatural, la Reserva Federal y el gobierno emprendieron expansiones fiscales y monetarias masivas cuando la necesidad de las mismas no estaba inmediatamente clara.
La Reserva Federal implementó la flexibilización cuantitativa (QE) mediante la compra de bonos del Tesoro, valores respaldados por hipotecas (MBS) y deuda de agencias. En marzo de 2020, la Fed inició su mayor programa de QE, consistente en la compra de casi 6 billones de dólares en MBS y bonos del Tesoro, adquiriendo activos a un ritmo de 120.000 millones de dólares al mes (80.000 millones en bonos del Tesoro y 40.000 millones en MBS). El tipo de los fondos federales, que antes de la pandemia era del 1,58%, se redujo a un desastroso 0,05% en abril de 2020 y se mantuvo cercano a cero durante dos años enteros. Todavía era del 0,08 por ciento en febrero de 2022, cuando la Fed se dio cuenta de que la inflación no era transitoria.
Un estudio cuidadoso de los acontecimientos que siguieron a las intervenciones nos permite ver qué locuras fueron estas expansiones fiscales y monetarias. También nos permite comprender por qué abstenerse de tales intervenciones masivas habría traído una rápida recuperación de los bloqueos pandémicos y habría evitado la inflación masiva que los EEUU ha sufrido durante más de dos años, desde marzo de 2021 hasta hoy.
Tampoco habría habido necesidad de aumentar la creación de crédito ni espacio para expansiones empresariales insostenibles sin las inyecciones monetarias y fiscales. La futura recesión, que sigue acercándose, no estaría en ciernes si los gobiernos hubieran hecho lo que Murray Rothbard expone en America’s Great Depression en un pasaje sobre la prescripción de políticas: «El primer y más claro mandato es: no interferir en el proceso de ajuste del mercado».
Según Rothbard, hay varias formas en las que el gobierno puede obstaculizar el proceso natural de reajuste: impidiendo o retrasando la liquidación, inflando más, manteniendo altos los salarios, manteniendo altos los precios, estimulando el consumo, desincentivando el ahorro y subvencionando el desempleo. La respuesta del gobierno de EEUU fue un ejemplo clásico de esta declaración preventiva de lo que los gobiernos no deben hacer en un periodo contractivo.
Intervención pública y ciclos económicos
Sigamos los pasos tal y como ocurrieron. Cuando comenzó la incertidumbre de la crisis en abril de 2020, los mercados financieros se apresuraron a valorar esas preocupaciones, lo que provocó una caída del valor de los activos y un clamor de los participantes en los mercados financieros por créditos más fáciles. En ese momento, con el cierre generalizado de empresas debido a los cierres obligatorios, se produjo una brusca caída de la actividad económica. El producto interior bruto (PIB) real disminuyó a una tasa anual del 31,7% en el segundo trimestre de 2020.
Pero la inversión de esta caída no llevó mucho tiempo. En julio de 2020, la economía había empezado a crecer de nuevo a medida que se levantaban los cierres y se permitía a la gente volver a trabajar; en septiembre de 2020, en el tercer trimestre, el crecimiento económico real empezaba a ser positivo y a crecer rápidamente, y el gasto de los hogares ya había vuelto a las tres cuartas partes de los niveles prepandémicos. Un gobernador de la Reserva Federal admitió en un discurso que el crecimiento económico estaba repuntando más rápido de lo esperado. La tasa de desempleo total era del 8,4%, frente al 14,7% de abril.
Esta recuperación, sin embargo, no se debió a los diversos estímulos gubernamentales, sino que fue un resultado natural de la eliminación de las restricciones al trabajo. El índice de utilización de la capacidad, que mide la producción actual en porcentaje de su plena capacidad, estaba en el 78% en febrero de 2020. En abril era del 65%, pero volvió a dispararse hasta el 73% en julio. El proceso de reajuste natural aún se vio obstaculizado por las diversas restricciones covid y de bloqueo que deprimieron gravemente industrias como la de viajes y ocio, que, aunque aún no han recuperado su nivel prepandémico, crecen hoy a medida que se levantan por fin más restricciones. El sector de los viajes y el turismo aumentó un 64,4% en 2021, tras haber disminuido un 50,7% en 2020.
En septiembre de 2020, la Fed seguía aplicando su política monetaria acomodaticia de compra de bonos del Tesoro y MBS a largo plazo sin signos de detenerse. En la creencia de que su orientación hacia el futuro ayudaría a la economía a recuperarse a través de la afluencia de crédito a los sectores necesitados, la Fed actuó para crear expectativas futuras haciendo hincapié en la conferencia de prensa del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) en que los tipos se mantendrían muy por debajo de los tipos de mercado, esencialmente en el 0%, hasta que la economía estuviera muy avanzada en su recuperación.
La reunión de la Fed de septiembre de 2020 resumió las opiniones de los miembros del FOMC. Preveían que los niveles de inflación no tocarían el 5 por ciento hasta 2022; más concretamente, su proyección mediana era del 5,4 por ciento en 2022, que según sus previsiones descendería al 2,8 por ciento en 2023. Estas expectativas resultaron ser falsas y engañosas cuando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) aumentó un 4,2 por ciento en los doce meses comprendidos entre abril de 2020 y abril de 2021. La Fed continuó con sus compras de activos QE en abril de 2021, así como con el régimen de bajos tipos de interés que había comenzado en marzo de 2020 hasta que la Fed observó más avances en las condiciones del mercado laboral y el crecimiento.
Según la Oficina de Análisis Económico de EEUU, el PIB real aumentó en los cincuenta estados y en el Distrito de Columbia en el primer trimestre de 2021, ya que el PIB real nacional aumentó a un ritmo anual del 6,4%. Este crecimiento masivo se debió a las políticas monetarias y fiscales expansivas, que impulsaron un gasto insostenible en vivienda, construcción, información, bienes duraderos y transporte y almacenamiento. Sin embargo, otras industrias, como la de viajes y ocio, seguían sometidas a diversas restricciones covíricas.
La inflación de EEUU alcanzó en junio de 2021 su nivel más alto en trece años, con un 5,4%, frente al 5,0% de mayo. La cifra de junio fue la mayor tasa de inflación en doce meses desde agosto de 2008. La Fed continuó con sus compras de activos y sus regímenes de tipos de interés más bajos. La opinión dominante era claramente que los precios estaban siendo impulsados por sectores con problemas para reajustar la oferta a la demanda; les sorprendía el bajo ritmo de ajuste de varias industrias. La inflación seguía considerándose transitoria.
La tasa de desempleo bajó del 5,4% en julio de 2021 al 4,8% en septiembre. Esto es exactamente lo que cabría esperar dado el aumento masivo de la oferta monetaria y la creciente velocidad de cambio. La Fed decidió empezar a reducir las compras netas de activos en noviembre de 2021, pero mantuvo los tipos de interés bajos hasta marzo de 2022. El PIB real aumentó a un ritmo anual del 6,9 por ciento en el cuarto trimestre de 2021. El IPC subió un 6,8 por ciento de noviembre de 2020 a noviembre de 2021, el mayor incremento en doce meses desde junio de 1982. Los precios de la energía subieron un 33,3 por ciento respecto al año anterior, y los de los alimentos un 6,1 por ciento.
Estas subidas de los precios de la energía se debieron al aumento de la demanda adicional de energía, varias veces superior a las expectativas de los productores. Durante su comparecencia del 30 de noviembre ante el Comité Bancario del Senado de EEUU, el presidente de la Reserva Federal aceptó su derrota a la hora de mantener la inflación en el 2 por ciento y sugirió que quizá había llegado el momento de jubilar la palabra «transitoria». La tasa de desempleo cayó al 3,9 por ciento en diciembre de 2021.
Tras perder la batalla por la estabilidad de precios y temer que las expectativas de inflación se afianzaran, la Fed cesó sus nuevas compras de activos y aumentó el tipo de los fondos federales en 25 puntos básicos a principios de marzo de 2022. Aun así, la inflación subió del 7,4% en marzo de 2021 al 8,5% en marzo de 2022, y se disparó al 8,3% en abril, manteniéndose cerca de máximos de cuarenta años. En junio de 2022 alcanzó el 9,1%.
Causa y efecto
El repentino cúmulo de errores de cálculo dio lugar a la inflación, sentando las bases para una recesión; y si se produce una crisis financiera, entonces, como proponen Milton Friedman y otros monetaristas, una posible depresión habrá llegado específicamente a través de las intervenciones gubernamentales.
Los empresarios invierten y pagan costes en el presente, esperando recuperar un beneficio en el futuro. El mercado recompensa a los empresarios que prevén mejor las condiciones futuras y elimina a los empresarios ineficaces. Sin embargo, la expansión monetaria induce a error a los empresarios al orientar a demasiados de ellos hacia la utilización de recursos que no se han liberado gracias al ahorro voluntario de los consumidores. Esto lleva a la inflación: el error ha sido que los empresarios utilizan cada vez más recursos para producir bienes que satisfagan la demanda futura, pero como la renta real de los consumidores ha disminuido constantemente debido a la inflación y la expansión monetaria ha llegado a su fin, el futuro que predijeron los empresarios no ha llegado.
Todavía quedan ajustes económicos por hacer. Esta situación dista mucho de estar superada.