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El futuro del oro depende fundamentalmente de China

Es difícil exagerar la importancia de China en el futuro del oro, aunque la relación no sea monocausal. El rumbo real de Pekín, tanto en política económica como en geopolítica, desde que su gigantesca burbuja económica se convirtiera en quiebra —a partir de 2020— ha tenido una enorme influencia en el fortísimo rendimiento del oro. Por el contrario, si la quiebra desencadenara de algún modo un triunfo de la libertad económica y política en China, una subida estelar continuada del oro dependería, muy probablemente, de un nuevo colapso de la confianza general en el dinero fiduciario liderado por el hegemón dólar.

Las raíces de la dependencia del oro respecto de China no figuran en absoluto en el análisis convencional del FMI y de los keynesianos sobre el actual «problema de las malas inversiones» en ese país. Según ese análisis, la enorme pérdida de riqueza privada que corresponde a la repentina y aparente obsolescencia económica total de 80 millones de apartamentos vacíos ha provocado un marcado aumento del excedente de ahorro del sector privado de China, lo que supuestamente presenta una doble amenaza de deflación interna y desequilibrio comercial con el resto del mundo.

Los mercados son la solución 

¿Cómo reducir esa amenaza (según el FMI y los keynesianos)? Las autoridades de Pekín deben aplicar un enorme estímulo fiscal y monetario, y no deben adoptar ninguna medida que alimente la tendencia hacia un superávit comercial chino cada vez mayor tras el estallido de la burbuja.

La premisa de estas prescripciones es claramente errónea. No dejan lugar a las manos invisibles. Sí, la revelación de malas inversiones generalizadas va acompañada de una pérdida generalizada de bienestar percibido en China. Eso significa, en primer lugar, una disminución del gasto de consumo. Sin embargo, las manos invisibles, en una economía de mercado que funcione bien y con una moneda sólida, deberían actuar en la dirección de incentivar nuevos gastos de capital en medio de la destrucción de gran parte del antiguo acervo de capital. 

Una caída de los salarios en sectores importantes de la economía, acompañada de una ampliación de las oportunidades percibidas de obtener ganancias, provocaría un repunte de la inversión empresarial, gran parte de ella en nuevas áreas de actividad. Las empresas extranjeras participarían junto con las nacionales. La crisis —y la consiguiente pérdida de capital— significa que China habría retrocedido en la lista de economías de mercado emergentes a donde el capital es más escaso como factor de producción. En esta situación, China atraería mayores entradas de capital con una contrapartida en menores superávits comerciales o incluso déficits comerciales.

En términos más generales, en la economía china posterior a la burbuja, muchos precios de bienes y servicios con una moneda sólida habrían caído muy por debajo de su trayectoria de largo plazo, incentivando a las personas y las empresas a adelantar el gasto. Los keynesianos que denostan la «deflación» simplemente no entienden la trama y, en cambio, perversamente acogen con agrado la evidencia de aumentos de precios. De hecho, estos son sintomáticos de nuevas restricciones de la oferta, incluidas las consecuencias de la confrontación comercial.

Ha habido pocas perspectivas de que haya manos invisibles operando de la manera descrita en el caso de China. Los inversores extranjeros, sobre todo en los EEUU, son muy reacios a correr riesgos a la hora de invertir capital en la economía china posterior a la crisis, —ya sea por la actitud hostil de Pekín o por temor a las acciones de las autoridades de los EEUU.

El régimen chino ve más inflación como solución

En vista de las restricciones externas que pesan actualmente sobre el crecimiento de las exportaciones chinas y de los graves obstáculos que impiden una recuperación espontánea de la inversión empresarial, los responsables políticos de Pekín sólo ven una salida posible al estancamiento económico: un aumento del gasto estatal financiado con impuestos monetarios camuflados (impuestos inflacionarios y represión financiera).

La perspectiva de una probable inflación se hace aún más fuerte cuando consideramos la contracción de los ingresos reales en China debido a la intensificación de la guerra económica con los EEUU. La reducción de los ingresos sin una esperanza sólida de mejora en el futuro seguramente se suma al descontento político subyacente. La jerarquía en Pekín contrarrestará esto con el llamado estímulo monetario o con medidas de economía dirigida.

No es extraño que los ahorradores chinos que imaginan algo así, ya sea explícita o intuitivamente, vean al oro como el refugio resplandeciente, —mucho más que el dólar en cualquier forma. Los ahorradores chinos, como otros ahorradores extranjeros, también son conscientes de que los EEUU actuará en la medida de lo posible contra las instituciones locales de captación de depósitos sospechosas de financiar actividades prohibidas (por ejemplo, ayudar a la economía de guerra rusa). Sí, existe la posibilidad, en principio, de buscar refugio en el espacio digital salvaje de los criptoactivos; en la práctica, sin embargo, esto ha enfrentado prohibiciones en China durante muchos años. 

¿Una red de «bancos de oro» con sede en China?

Las autoridades chinas no tienen ningún problema con la «fuga hacia el oro» en este país, donde los sectores privado y gubernamental juntos poseen el metal amarillo en mayor medida que en cualquier otro país, incluido los EEUU; las tenencias totales privadas y estatales podrían alcanzar hasta el 15% de las existencias de oro en superficie en todo el mundo. Tal vez aprecien el factor de bienestar que supone para el ciudadano común poseer oro y cómo esto podría atenuar el descontento político. 

Es posible que las autoridades chinas lleven un paso más allá su patrocinio del oro como refugio seguro. Podrían tolerar y, de hecho, alentar el crecimiento de una red de pagos basada en el oro. En efecto, ésta consistiría en instituciones de custodia que emitieran certificados de depósito con un alto respaldo obligatorio de oro físico (incluso del 100 por ciento para los certificados más seguros). Esta red de pagos podría extenderse a países amigos de China (que se niegan a alinearse con los EEUU en política comercial), muchos de ellos en el mundo de los mercados emergentes. Shanghái sería el probable punto de entrega de esta red para el oro físico a cambio de depósitos.

Las limitadas opciones de Japón

Por razones obvias, como aliado de EEUU, Japón no podría ser parte de la red. Pero, en general, la demanda de oro como refugio tiene un componente asiático creciente y de peso, incluido Japón. Ese país se encuentra expuesto al peligro de una guerra económica entre EEUU-China. Por ejemplo, las medidas prohibitivas de los EEUU contra las importaciones chinas pueden tener una contrapartida en que las empresas chinas intensifiquen sus esfuerzos de ventas en terceros países, de los cuales Japón estaría en el primer lugar de la lista. Los inversores japoneses tienen todos los motivos para temer que un yen barato y la inflación monetaria se conviertan en la respuesta básica de su gobierno, especialmente dada su enorme deuda.

A diferencia de China, los títulos en dólares de los EEUU que se encuentran en Japón no están sujetos a riesgos políticos y han funcionado bien como refugio en los últimos años. Pero es posible que entre los japoneses aumenten las dudas de que esa vía unidireccional pueda continuar y hay escenarios en los que las relaciones entre Tokio y Washington podrían volverse mucho más tensas. A pesar de gran parte de lo que se habla públicamente sobre la cercanía entre EEUU y Japón, no se descarta una tercera vía para Tokio. Quienes creen escenarios sobre fricciones entre EEUU y Japón, incluida la continua y probablemente creciente dependencia de Japón del petróleo y el gas de Sakhalin, podrían cuestionar la participación de Japón en una respuesta militar a una posible agresión china contra Taiwán. 

En resumen: la enorme importancia de China para el futuro del oro no radica únicamente en el empobrecimiento de ese país por la guerra económica con Estados Unidos y la devastación causada por las malas inversiones. La demanda de activos de refugio seguro por parte de los ahorristas en general en el este de Asia, que son muy conscientes de los riesgos que se derivan de la guerra económica entre China y EEUU, también es muy relevante.

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