Hace 35 años, estaba preocupado. Estaba trabajando para un think tank de libre mercado en una universidad y podía ver que la economía austriaca estaba siendo cada vez menos influyente.
¿Quién hablaría a favor de la libertad y el capitalismo sin límites? ¿De moneda fuerte sin banca centralizada? ¿Traicionaría completamente la economía a los grandes defensores de la libertad, de Menger a Mises, en favor de monstruos como Keynes y Marx?
¿Quién enseñaría a los estudiantes la verdad y les inspiraría a no rendirse ni renunciar nunca? ¿A dedicar sus vidas a las ideas que construyeron la civilización y a luchar contra los destruccionistas de la izquierda?
Para mí, era igual de malo el menor interés por el propio Mises. Había trabajado con él hacía 14 años y, aunque yo era muy joven, la experiencia cambió mi vida.
Era el economista del siglo, un genio de categoría mundial en sus escritos y enseñanzas y un héroe además en sus acciones.
Progresistas, new dealers, comunistas, nazis: nadie pudo detenerlo. Tampoco las penalidades resultantes.
De niño, había adoptado un lema de Virgilio: “No cedas ante el mal, sino procede cada vez más audazmente en su contra”. Hasta el día de su muerte con 92 años, a pesar de la opresión y las provocaciones proferidas para transigir, nunca traicionó ese principio.
Sabía que no solo necesitábamos su monumental erudición, necesitábamos su ejemplo personal.
Pero sólo nueve años después de su muerte, había una falta palpable de interés sobre las ideas y el hombre.
Decidí hacer algo. Primero invité a Margit von Mises, su viuda, a comer en su restaurante favorito, el Russian Tea Room en Nueva York.
Como podéis imaginar, estaba en vilo cuando le pedí su bendición para crear un Instituto Mises. Estaba encantada y también aceptó con entusiasmo ser nuestra presidenta.
Luego me acerqué al socio más importante de Mises, también un genio un de categoría mundial, Murray N. Rothbard.
Estábamos paseando por Manhattan cuando conté mis planes a Murray, se volvió hacia mí y aplaudió con alegría.
Ron Paul fue una enorme ayuda, igual que Henry Hazlitt y F.A. Hayek. Estaba rodeado por gigantes, al tiempo que defendía a uno.
A lo largo de estos 35 años, qué bien lo hemos pasado todos en el Instituto. Nos hemos divertido con los logros. Nos hemos divertido peleando con los malos.
Por supuesto, no podríamos haber hecho nada sin nuestros benefactores. Como señalaba Mises, las ideas empresariales son baratas. Tener el capital necesario es al tiempo raro y muy importante.
También han sido esenciales nuestra facultad, alumnos y seguidores de todo tipo.
Gracias a vosotros y a muchos otros hemos sido capaces de hacer mucho bien. A través de enseñanza, investigación, conferencias, edición, redes sociales e Internet, hemos sido capaces de llegar a las mentes y corazones de millones. Como consecuencia Mises y la economía austriaca están ahora mucho mejor y son por tanto mucho más influyentes. ¡Eso es lo que hacía falta!
Hemos atacado a la Fed, el estado del bienestar, el estado de guerra, la élite en el poder, el keynesianismo, el socialismo y toda otra excrecencia que aflige a la sociedad.
No transigimos con el estado, ni con los que lo promocionan. Como consecuencia, jóvenes de todo el mundo (por no hablar de maestros, líderes empresariales y escritores) buscan liderazgo en el Instituto Mises. Ahora mismo hay 26 institutos Mises en tantos otros países.
Donde la economía austriaca fue en su momento una escuela de pensamiento en decadencia, ahora florece aquí y en Europa, Asia y Sudamérica, especialmente en la siguiente generación. En nuestro 35º aniversario, recordamos todo esto con gran gratitud y planeamos muchos más logros en los próximos años. ¿No nos ayudaríais a continuar con nuestro trabajo? Indudablemente nuestras ideas nunca han estado más de actualidad.
Con vuestra generosa donación deducible fiscalmente podéis ayudar a crear los cimientos de la libertad para el futuro. Podéis ayudarnos a asegurarnos de que podemos alcanzar a todos los buenos estudiantes y jóvenes profesores que están dedicando sus vidas a la libertad, la propiedad privada y los mercados libres.
Como esta ayuda, estamos decididos a luchar y ganar lavado intelectual. El gobierno no puede derrotar ideas de nuestras ideas son al tiempo correctas y necesarias.