En un artículo reciente, defendía una nueva manera de nombrar los ciclos económicos. La nueva aproximación destacaba la causa en lugar del efecto. Así que en lugar de la “burbuja inmobiliaria” y la “crisis financiera”, deberíamos referirnos a la Crisis Greenspan-Bernanke. Aquí dedicaremos nuestra atención a la situación actual.
La economía actual es desconcertante para los economistas ortodoxos. Algunos aspectos de la economía parecen estar muy fuertes, como la bolsa, el mercado inmobiliario, los medios de comunicación social y las empresas de Internet. Algunos otros aspectos de la economía parecen estar muy débiles, como el crecimiento económico, los aumentos salariales y el número de trabajos “sostenedores de familias” a tiempo completo.
Un ejemplo importante de este desconcierto es que el desempleo es muy bajo y la inflación es también muy baja y aun así la Fed y otros banqueros centrales parecen temer el permitir que los tipos de interés vuelvan a sus niveles normales. Parecen temer hacer cualquier movimiento, por miedo a que la economía se desplome.
Podéis entender por qué. Se encontraban en una burbuja inmobiliaria que habían creado ellos mismos no tenían ni idea de que existía y era tan grande y lo entremezclada que estaba con el sector financiero. En ese momento, pensaban que todo iba bien y que podrían sencillamente rebajar los tipos de interés si apareciera de la nada algún problema. Por el contrario, tuvieron que rebajar los tipos de interés a cero y dedicarse durante años a políticas monetarias no convencionales y no probadas, con muy pocos resultados positivos. Así que naturalmente están preocupados. La mayoría sin duda espera acabar sus mandatos como banqueros centrales tan rápido como sea posible.
Para complicar las cosas ahora tienen en sus cuentas billones de dólares de deuda pública y valores con respaldo hipotecario. Dicen que van a vender la mayoría de estas carteras, pero no os lo creáis. Ya hemos oído cosas acerca de “brotes verdes” en la economía y tipos normalizados interés durante años antes de ver realmente que ocurría algo.
Los precios de los bonos del tesoro se han ido debilitando y los tipos de interés están aumentando. Hay menos demanda de bonos públicos desde el exterior. Es probable que también el dólar se debilite. Para empeorar las cosas, el balance de la fed es de 4,5 billones de dólares, la deuda nacional es de 20 billones de dólares y un aumento del 1% en los tipos de interés añade 200.000 millones de dólares al déficit presupuestario del gobierno.
En algunos momentos de la historia parece que la Fed no puede hacer nada mal: es cuando se produce el auge, mientras que en otros parece que la Fed no puede hacer nada bien: es cuando se produce el declive. Ni siquiera dejar los tipos de interés como están es una buena opción. ¿Continuarán los empresarios aumentando la capacidad de producción e invirtiendo en tecnologías “avanzadas”? ¿Continuarán los consumidores aumentando su deuda récord?
Cuando la Fed decidió en enero de 2008 llevar a cabo una política monetaria no probada y no convencional, probablemente no previó este escenario. Usaron estas políticas para ocultar el problema con la esperanza de conseguir una economía normal al final del proceso.
La próxima crisis y depresión económica no será una coincidencia. No será una misteriosa sacudida psicológica o tecnológica. De hecho, la próxima crisis económica estará directamente ligada a la última crisis económica y a las políticas que usó la Fed para “resolverla”. Como tal, debería llamarse la crisis Bernanke-Yellen.
Otra razón por la que los economistas ortodoxos están desconcertados con la economía actual es que a menudo usan simples estadísticas agregadas para “medir” la economía. El Índice de Precios del Consumo se usa para medir la inflación de precios. El PIB se usa para medir la producción. La tasa de desempleo U-3 se usa para medir el desempleo. La investigación seria y los economistas de la Fed usan a menudo variaciones de estas mediciones estadísticas.
Además de estas mediciones, los economistas austriacos usan tipos alternativos de mediciones de precios, diversas mediciones de producción y una variedad de mediciones de empleo. Todas estas mediciones se combinan luego para establecer la estructura de la economía y si esta es fuerte o no. Desde esta perspectiva, un aumento en el desempleo, una caída en los precios y una disminución de ciertos tipos de producción pueden verse como efectos positivos.
En términos de PIB, los principales componentes incluyen consumo, inversión y gasto público. Un aumento en cada uno de estos componentes se ve como universalmente bueno por parte de los economistas ortodoxos. Sin embargo, desde la perspectiva de la economía austriaca, un aumento en esos componentes puede ser bueno o malo y la economía ortodoxa no tiene manera de medir la calidad de los aumentos.
Por ejemplo, el aumento del consumo durante la burbuja inmobiliaria debido a la refinanciación hipotecaria aumentó el PIB, y pero también puso a millones de personas en una situación financieramente precaria y acabó arruinando muchas vidas. Lo mismo pasa con la inversión. Normalmente la inversión es una señal de una economía vigorosa, pero fijaos en las pérdidas de inversión durante la crisis financiera cuando los precios de las viviendas se vinieron abajo y muchas casas quedaron sin ocupar y algunas acabaron en ruinas y fueron demolidas. Los aumentos en el gasto público también contribuyen al PIB, pero todos esos dólares no están determinados por el mercado y la mayoría del gasto público es de valor dudoso o negativo para la gente.
Todo esto es necesario para poner en perspectiva el periodo que va de la crisis financiera a hoy. Es lo que dije el 1 de octubre de 2016 en el Círculo Mises de Boston (“The Real Economy: What Hillary and Trump Can’t and Won’t Address“):
En el mejor de los escenarios, supongamos optimistamente que todo ese (mayor) gasto público era realmente valioso, es decir, un dólar de gasto público producía un dólar de valor de consumo, y que todas aquellas inversiones realizadas entre 2008 y la actualidad resultaron buenas. Si adoptamos la medición pública de la economía, es decir, el PIB, y ajustamos la medición pública de los aumentos de precios, es decir, el IPC, y luego ajustamos esa cifra al aumento de la población, descubrimos que la economía de EEUU creció menos de un 4% a lo largo de todo el periodo que va de 2008 a mediados de 2016. Comparemos eso con los años de época de la banca libre (1837-1860) cuando ajustado a la inflación, el crecimiento del PIB per cápita podía ser del 3% o incluso más alto anualmente. Esta es la cruda realidad.
En otras palabras, la Fed no arregló el problema que creó, es decir, la burbuja inmobiliaria. Ocultó el problema y lo empeoró enormemente.