Un área de estudio relativamente nueva en economía, la economía conductual, ha empezado a ganar popularidad. El marco de la economía conductual surgió debido a la insatisfacción con la teoría neoclásica sobre la elección del consumidor. Uno de los principales problemas de la teoría neoclásica es que se presenta a los seres humanos como si estuvieran dotados de una escala de preferencias. Independientemente de las circunstancias, se considera que esta escala sigue siendo la misma en todo momento.
La corriente económica dominante sostiene que, si las preferencias son constantes, es posible comprimirlas en una formulación matemática denominada función de utilidad. Del mismo modo, la suposición de constancia se considera una característica importante de la racionalidad.
Sin embargo, según la economía conductual, los seres humanos no se consideran actores racionales. Los economistas conductuales consideran que las emociones son los principales motores de las decisiones de los consumidores. Además, el hecho de que los consumidores sean o no pacientes determina si están inclinados a gastar o ahorrar dinero en un día determinado. Si son pacientes y ahorran más dinero, los empresarios pueden generar fondos para nuevos proyectos de inversión.
Además, los economistas conductuales destacan la importancia de la personalidad. Las personas empáticas son más propensas a tomar decisiones altruistas. Las personas impulsivas son más impacientes y menos propensas a ahorrar dinero para la jubilación. Las personas aventureras son más propensas a correr riesgos y apostar. La economía conductual reduce a las personas a arquetipos emocionales y asume que actúan de acuerdo con su tipo emocional de forma coherente.
Obviamente, una vez descartada la razón, los seres humanos pueden ser tratados como objetos. La acción humana está impulsada por factores externos. A partir de un estímulo dado, se pueden observar diversas respuestas humanas y sacar todo tipo de conclusiones sobre el mundo de la economía. Según Ludwig von Mises, «es imposible describir cualquier acción humana si no se hace referencia al significado que el actor ve en el estímulo, así como al fin que persigue con su respuesta».
Introducir la psicología en la economía no hará que ésta sea más realista
La psicología desempeña un papel importante en la economía conductual; sin embargo, existe una clara diferencia entre ambas. La psicología se ocupa del contenido de los fines y los valores. La economía parte de la premisa de que las personas persiguen fines. No se ocupa del contenido concreto de los distintos fines. Según Murray Rothbard,
Los fines de un hombre pueden ser «egoístas» o «altruistas», «refinados» o «vulgares». Pueden enfatizar el disfrute de «bienes materiales» y comodidades, o pueden enfatizar la vida ascética. La economía no se ocupa de su contenido, y sus leyes se aplican independientemente de la naturaleza de estos fines.
Mientras que, continúa Rothbard, «la psicología y la ética se ocupan del contenido de los fines humanos; se preguntan por qué el hombre elige tales o cuales fines, o qué fines deberían valorar los hombres». La economía se ocupa de las implicaciones formales del hecho de que los seres humanos tengan fines y utilicen medios para alcanzarlos. Por consiguiente, la economía es una disciplina distinta de la psicología.
Contrariamente a la economía popular, Rothbard sostenía que las valoraciones no existen por sí mismas (independientemente de las cosas a valorar). En este sentido, sugería que «no puede haber valoración sin cosas que valorar». Según este pensamiento, la valoración es el resultado de la mente que valora las cosas; es una relación entre la mente y las cosas.
De ello se deduce que la escala de preferencias de un individuo, supuestamente predeterminada, es una ficción. Cada vez que un individuo se enfrenta a algo, lo evalúa en función de cómo puede beneficiar a su vida o su bienestar. Es probable que los beneficios varíen con los cambios en las circunstancias del individuo. Lo que ayer era aceptable para el individuo puede no serlo hoy.
Obviamente, los seres humanos cambian de opinión. No es de extrañar que el comportamiento humano se desvíe del modelo de comportamiento maquinal descrito por la economía dominante. En lugar de descartar el supuesto de las preferencias constantes, los economistas conductuales lo han mantenido y, en su lugar, han modificado la función de utilidad para aportar supuestamente más realismo al modelo dominante. Esto significa que la base errónea de la economía dominante no ha cambiado.
Además, como en la economía conductual la razón no es el motor clave de las elecciones de los individuos, las evaluaciones de los bienes no están conectadas con la realidad. La razón por la que alguien elige un bien concreto en lugar de otro no difiere mucho de la escala de preferencias que defiende la economía popular. ¿Tiene sentido hablar de los bienes que eligen los individuos sin hablar también de la finalidad de esos bienes?
El marco misesiano de las opciones del consumidor
Según Mises, el hecho de que los individuos tengan un cierto conocimiento de sí mismos puede ayudar a determinar una teoría de la elección basada en la lógica. Por ejemplo, se puede observar que las personas realizan diversas actividades. Pueden realizar trabajos manuales, conducir coches, caminar por la calle o comer en restaurantes. Todas las actividades son conscientes y tienen un propósito.
Utilizando ese conocimiento, podemos establecer el significado de la conducta individual. Así, el trabajo manual puede ser un medio para ganar dinero, que luego puede utilizarse para alcanzar diversos objetivos, como comprar comida o ropa. Cenar en un restaurante puede ser un medio para establecer relaciones comerciales. Conducir un coche puede ser un medio para llegar a un destino concreto. Las personas actúan en un marco de medios y fines; utilizan diversos medios para conseguir fines.
La afirmación de que los individuos persiguen una acción intencionada implica que las causas en el análisis económico emanan de los seres humanos y no de factores externos. El conocimiento de que la acción humana es consciente e intencionada es cierto y no provisional. Cualquiera que se oponga a esto se contradice a sí mismo, ya que está llevando a cabo una acción consciente y con propósito para argumentar que las acciones humanas no son conscientes y con propósito.
Las conclusiones derivadas de este conocimiento son válidas y no es necesario someterlas a pruebas de laboratorio, como se hace en la economía experimental. Algo que es cierto no requiere verificación empírica.
La acción intencionada implica que las personas evalúen los medios en relación con sus fines. Los fines de los individuos establecen la norma de las valoraciones y elecciones humanas. Al elegir un fin determinado, también se establece una norma de evaluación de los distintos medios.
Por ejemplo, si Juan tiene intención de comprar un coche y hay coches disponibles en el mercado, Juan especificará los fines concretos que el coche le ayudará a conseguir. Por ejemplo, puede decidir si va a recorrer distancias largas o cortas. Sus objetivos determinarán cómo evaluará los distintos coches. Quizá llegue a la conclusión de que, para distancias cortas, un coche de segunda mano le servirá. Dado que los fines de un individuo determinan la evaluación de los medios y, por tanto, sus elecciones, el mismo bien será valorado de forma diferente por distintos individuos.
En cualquier momento, los individuos tienen numerosos fines que desean alcanzar. Lo que limita la consecución de diversos fines es la escasez de medios. Por eso, cuando se dispone de más medios, se puede alcanzar un mayor número de fines.
Si en la mente humana no existe una escala de preferencias, es inútil realizar experimentos para extraer esa escala inexistente. Por lo tanto, los resultados obtenidos a partir de pruebas de laboratorio o de cuestionarios no hacen avanzar nuestra comprensión de la acción humana en lo que respecta a la economía. Al contrario, este tipo de pensamiento impide la adquisición de conocimientos significativos.
Conclusión
Al poner en duda la razón humana, la economía conductista subraya la importancia de la emoción como factor fundamental que determina las acciones humanas. Utilizando el análisis psicológico, los economistas conductuales han demostrado supuestamente que la conducta económica individual es irracional. En consecuencia, los economistas conductuales pueden haber sentado involuntariamente las bases para la introducción de controles gubernamentales que despojan a los ciudadanos de sus derechos y libertades para protegerlos de su propio comportamiento irracional.