A lo largo de los años, he escuchado muchas cosas diferentes descritas como “no es la ciencia de los cohetes”. Lo que se quería decir siempre era que la ciencia de los cohetes era lo más difícil hacer, haciendo prácticamente todo lo demás sencillo por comparación. Como profesor de economía durante muchos de esos años, cada vez me opongo más a esa caracterización. Pienso que las cuestiones de coordinación social que trata la economía puede que no requieran “ciencia de los cohetes”, pero son en muchos sentidos más complejas y difíciles, especialmente lo que se refiere a imponer controles. Después de todo, hemos enviado con éxito cohetes a muchos lugares de nuestro barrio planetario, demostrando una capacidad tolerable de resolver los suficientes problemas relevantes, pero las políticas económicas siguen siendo conocidas por causar más mal que bien. Como dijo una vez Peter Boettke en un post: “La economía política no es la ciencia de los cohetes. Pero es una disciplina que te obliga centrarse en las ideas y en la implantación de ideas en políticas públicas”. Y cuanto más se trata de controlar, más se acumulan los problemas de esas ideas y su implantación frente a la posibilidad, mucho menos la probabilidad, de resultar eficaces.
En un sentido importante, la ciencia de los cohetes es sencillamente la suma de vectores de las fuerzas relevantes. Y las relaciones relevantes para generar el empuje de los cohetes están gobernadas por leyes y relaciones físicas que son estables y matemáticamente expresables. Por eso un sitio web se desviaba de la ortodoxia de la ciencia de los cohetes bajo el título “La ciencia de los cohetes es sencilla; la ingeniería de los cohetes es complicada”. El problema es medir con precisión la información necesaria y controlar las fuerzas relevantes, es decir, cosas de ingeniería (a menudo con millones de piezas) de forma que funcionen como se pretende.
No estoy en modo alguno degradando la ciencia o la ingeniería de los cohetes. Tengo mucho respeto por lo que sus expertos han conseguido. Pero hay algunas cosas acerca de la humanidad y sus interacciones que abarca la investigación económica y que son menos fáciles de “resolver” que las interacciones de la química y la física, particularmente cuando, como ha repetido a menudo Thomas Sowell, no hay solución para la escasez; solo compensaciones.
El problema es que la ciencia y la ingeniería de los cohetes se centran en lograr objetivos ya determinados. Eso significa que resolver desacuerdos en objetivos no es una limitación importante. Sin embargo, las interacciones económicas entre personas están condicionadas por el hecho de que estamos en desacuerdo con respecto a casi todos los objetivos concretos: qué queremos concretamente, cómo cuándo, dónde, para quién, etc., por no mencionar quién pensamos que debe pagar. En lugar de lograr objetivos determinados, la economía en su núcleo se centra en resolver las compensaciones entre los deseos en conflicto de miles de millones de personas y particularmente en papel de los derechos al hacerlo. Y eso es muy diferente y más complicado que tratan de lograr conjuntamente un objetivo ya acordado, lo que es una razón porque pensar que “Si ponemos un hombre en la Luna podemos resolver el problema social X” es erróneo.
Muchos de los problemas de la ciencia y la ingeniería de los cohetes implican constantes físicas que determinan las relaciones, como la ley universal de la gravedad y ecuaciones que son estables y pueden predecirse con fiabilidad. Y al ir mejorando el poder y la tecnología del cálculo, los ingenieros de cohetes han sido cada vez más capaces de controlar los vuelos. Sin embargo, como la economía trata con la gente, no existen esas constantes y ecuaciones fiables que describan con precisión las relaciones. Por ejemplo, la ley de la demanda dice que la gente querrá comprar más con precios más bajos, en igualdad de condiciones. Pero eso no nos dice mucho más. Y cambiará cuando cambien otras cosas que se han supuesto iguales. Además, hay esencialmente infinitas “otras cosas” potencialmente relevantes en las relaciones económicas, muchas de las cuales serán desconocidas o no medibles en el momento, en lugar del número mucho menor de variables incorporadas en la ciencia de los cohetes. Y como la gente aprende de sus experiencias, al contrario que las moléculas, las relaciones cambiarán con el tiempo, pro no sabemos exactamente cuándo o qué rápido ocurrirá. Mejorar el poder de cálculo no puede superar esos problemas. Persiste la situación de que no se pueden conseguir principios subyacentes de economía para controlar efectivamente la sociedad.
La física tras la ciencia de los cohetes excluye la causalidad de viajar atrás en el tiempo. Los efectos no preceden a las causas. Pero esto a menudo no es verdad en las relaciones económicas. Los efectos empiezan a asomar tan pronto como la gente empieza a prever acontecimientos futuros, no solo tras su ocurrencia (por supuesto, cuando se producen los acontecimientos, las desviaciones sorpresa de lo que se esperaba también alterará las expectativas y cambiará las relaciones del mercado). Por ejemplo, el año pasado, los precios de las acciones cotizadas aumentaron antes de que fueran efectivas las bajadas en los tipos del impuesto de sociedades y caen cada vez que se hace más probable una guerra comercial en el futuro y, este año, los precios del acero y el aluminio cambiaron cambiarán cuando cambien los aranceles amenazados. Es como si la causalidad pudiera ir hacia atrás en el tiempo, por medio de expectativas cambiadas, con algunos efectos produciéndose antes de causa. Además, no tenemos manera precisa de medir muchas de esas expectativas (muchas de las cuales no están claramente articuladas en ninguna parte) y sus cambios.
En física, lo que pasará en una reacción es independiente de lo que pienses que va a pasar. Las leyes físicas que se aplican lo hacen independientemente de las expectativas que puedan ser incompatibles con esas leyes. Sin embargo, en la política pública, lo que legisladores y votantes crean que logrará una política cambiará lo que haga, aunque esas creencias no sean coherentes con la realidad (por ejemplo, que salarios mínimos más altos aumentarán las ganancias para todos los trabajadores no cualificados). Además, lo que queremos que sea verdad tiene un efecto sobre lo que nos convencemos de que creemos, lo que a su vez afecta a las representaciones erróneas de quienes buscan control político creen que “funcionarán” sobre nosotros. Y las implicaciones para las perspectivas de las elecciones de los representantes políticos afectados (inexistentes en las relaciones en la física y la química) también alterarán las políticas elegidas, a menudo para peor.
En la física, no hay preocupación los derechos de los elementos, sus violaciones o los asuntos de equidad o justicia para ellos. Sin embargo, como atestiguan tan vehementemente los fundadores de Estados Unidos, los derechos son el núcleo de las interacciones sociales y el gobierno, cuyas violaciones pueden justificar una revolución. Y al contrario que en las ciencias físicas, en las que el objetivo del lenguaje es la precisión, en las ciencias sociales, el lenguaje (y por tanto el análisis) es a menudo bastante vago e incoherente (por ejemplo, las versiones actuales de la “justicia social” son incompatibles con el significado tradicional de “justicia”), haciendo que una comunicación clara y mucho menos un análisis claro, casi imposibles en muchas circunstancias.
Algunos de estos problemas estaban bien explicados por Jeff Jacoby en un artículo de 2009 del Boston Globe:
La economía no es una ciencia de los cohetes ni ningún tipo de ciencia dura y nunca lo será. Las motivaciones humanas, apetitos, relaciones, expectativas (la materia prima de la vida económica) no pueden modelarse o reducirse perfectamente en una ecuación invariable. Al contrario que las mareas o las ondas electromagnética o la clorofila, los seres humanos tienen libre albedrío. Hombres y mujeres eligen por sí mismos y ningún economista ni legislador puede nunca saber con perfecta certidumbre cuáles serán esas decisiones.
¿Cuál es la conclusión de todo esto? La economía no es como las ciencias físicas y razonamientos y analogías basados en las ciencias físicas son a menudo erróneas en economía. Además, pueden ser peligrosas para la sociedad, particularmente en boca de quienes quieren someter a otros a sus órdenes y control. Por eso Friedrich Hayek escribía: “La curiosa tarea de la economía es demostrar a los hombres lo poco que saben realmente acerca de lo que imaginan que pueden diseñar”. En otras palabras, la economía es una ciencia cuyos principios y lógica nos dicen por qué no podemos conocer lo suficiente para control a la gente, incluso si sabemos lo suficiente como para controlar cohetes.