La «ciencia», el método por el que entendemos el mundo y aplicamos conocimiento para mejorar la existencia humana, es la última víctima de la agenda progresista. El 22 de abril de 2017, varios millones de personas se unieron en manifestaciones de la Marcha por la Ciencia en todo Estados Unidos para «defender la ciencia». Pero indudablemente la ciencia no necesita tretas publicitarias en el mundo industrializado, en el que los beneficios de los avances científicos (automóviles, electricidad, teléfonos móviles e Internet) son tan ampliamente aceptados. ¿Qué están promoviendo entonces exactamente estos manifestantes?
El primer objetivo de la Marcha por la Ciencia es suplantar la teoría de la correspondencia de la verdad con la teoría del consenso de la verdad (la creencia de que la realidad está determinada por la opinión social). Como se describe en sus principios esenciales: «La toma de decisiones políticas que afecta a las vidas de los estadounidenses y el mundo su conjunto debería hacer uso de evidencias revisadas por pares y consenso científico». Sin embargo el pensamiento basado en el consenso es la antítesis de la ciencia: es una aproximación de pensamiento de grupo para controlar el debate público, ya que en la práctica se censura a las personas con evidencias contradictorias. En perjuicio de la salud pública, la ciencia del consenso influye en las recomendaciones dietéticas.
Por ejemplo, contrariamente a la opinión médica ampliamente aceptada, el colesterol en la dieta tiene poco impacto en el desarrollo de la ateroesclerosis y las enfermedades cardiacas. Pero la Academy of Nutrition and Dietetics (antes American Dietetic Association), aprobada por el gobierno, mantiene un monopolio legal sobre el suministro de consejos nutritivos, prohibiendo que otras personas obtengan licencia para proporcionar servicios alternativas de consulta dietética.
Independientemente de cómo se aborde esta cuestión, persiste el hecho de que la calidad de una teoría científica está determinada, no por el consenso ni el número de personas que creen en ella, sino por su correspondencia con la realidad.
Ciencia solo como otro tipo de justicia social
Si el propósito de la ciencia es descubrir hechos acerca del mundo, no tenemos que preocuparnos por la supuesta minoría del científico individual miembro de un grupo. Pero si el propósito de la nueva ciencia es seguir una agenda política igualitaria, entonces la representación del grupo importa más que los verdaderos logros científicos. De hecho, asuntos que solían permanecer en el fondo de la sociología ahora se enmarcan dentro del ámbito de la «ciencia». La declaración de los marchadores continúa:
Representamos y nos solidarizamos con científicos y defensores de la ciencia históricamente infrarrepresentados. (…) Nos comprometemos a educarnos a nosotros mismos y a otros acerca de los temas de inclusión, diversidad, igualdad y accesibilidad en la ciencia. (…) Prometemos dar voz al trabajo de los científicos infrarrepresentados. (…) [Encarnamos] un amplio rango de razas, orientaciones sexuales, identidades de género, capacidades, religiones, edades, y estatus socioeconómicos y de inmigración.
Un vistazo a su Twitter, repleto de una fusión irónica de arco iris amistosos e irritados puños de orgullo negro, reafirma su concepción de la ciencia como una herramienta para avanzar en la ideología de la justicia social: “colonización, racismo, inmigración, derechos de los nativos, sexismo, discriminación con los incapacitados, fobias de género de diverso tipo y justicia económica son asuntos científicos”.
Aun así, los datos no apoyan su petulante insinuación de que la ciencia es un ámbito exclusivo para hombres blancos heterosexuales. En 2013, el 73% de los graduados en el campo de la salud (sin duda trabajos “científicos”) fueron mujeres; este nivel aumenta al 91% entre aquellos que tienen un doctorado en enfermería. Los asiático-americanos ocupan el 50% de los trabajos tecnológicos, a pesar de comprender menos del 6% de la población estadounidense.
Además, la investigación científica real es de por sí imparcial, ya que cada descubrimiento se evalúa por su mérito o reproducibilidad y no por la supuesta identidad de grupo de su autor. La afirmación de infrarrepresentación de los marchadores es incongruente con su glorificación el proceso de revisión por pares, un sistema que debería permitir una evaluación imparcial de los estudios de investigación a través del anonimato de los autores. Pero la política identidad es impasible ante los hechos. Existe para alimentar la industria del victimismo, que sirve los intereses de las víctimas (concediéndoles derechos) y a sus defensores (concediéndoles una clase dependiente sobre la que ejercer un poder perpetuo).
Confundiendo beneficencia corporativa con ciencia
El tercer paso en la misión de la Marcha por la Ciencia es cabildear en busca de financiación federal que asegure en último término una influencia progresista sobre las políticas públicas. De acuerdo con los principios de los marchadores: «Defendemos la financiación federal en apoyo de la investigación, la contratación científica y la aplicación por agencias de la ciencia a la gestión». Su concepción de la investigación científica está por tanto dirigida, no a una búsqueda de la verdad, sino de planes de financiación del Congreso que subvencionen conclusiones predeterminadas, influidas políticamente. Por ejemplo el presupuesto de investigación federal anual para el VIH es de 2.700 millones de dólares, aunque el VIH, que afecta a 1,2 millones de estadounidenses, tiene una causa conocida y una prevención sencilla. Entretanto, el menos glamuroso síndrome de disfunción inmune de fatiga crónica, comparable en sintomatología y distribución, no va a recibir más de 7,6 millones de dólares, menos de 1/300 del presupuesto anual del VIH. Miles de millones de dólares de los contribuyentes se canalizan a proyectos que apoyan otras facetas de un programa global, incluyendo campañas en todo mundo promoviendo el control de la natalidad y el aborto, justificados por el empoderamiento de las mujeres.
No se toleran disidentes
La apática ciudadanía ha sido engañada para aceptar sin críticas del dogma científico moderno. El grado de desdén que muestran los organizadores de la Marcha por la Ciencia sobre el intelecto público se revela en sus recomendaciones para las pancartas de la manifestación:
¿Qué pancarta debo llevar? (…) ¿Tal vez quieras decir orgullosamente al mundo que las vacunas que han mantenido sano? ¿O dar las gracias a la EPA por mantener la portabilidad en nuestra agua? ¡Este podría ser el momento apropiado para declarar tu apoyo a un NIH bien financiado!
Con respecto a ciertas vacunas, la ciencia del consenso nos dice que no hay que permitir ningún debate en absoluto. Por ejemplo, en nombre de la ciencia y la salud, la marcha de la ciencia promueve la vacuna triple vírica, que, según el delator Dr. William Thompson, el CDC se sabe que aumenta el riesgo de autismo en niños afroamericanos en un 340%.
La gente razonable podría y debería debatir el asunto. Pero si los riesgos de las vacunas son tan nimios como afirman los marchadores, nos queda la duda de por qué el sector necesita el programa nacional de compensación del daño de las vacunas, un fondo subvencionado fiscalmente para proporcionar un seguro de responsabilidad para las empresas farmacéuticas cuyos productos dañen o maten, una disposición que no se extiende a ningún otro sector en el país.
En el nombre de la ciencia y la seguridad, la Marcha por la Ciencia nos sugiere que «agradezcamos» la EPA, una agencia que tardó casi dos años en investigar la crisis del envenenamiento por plomo en Flint, Michigan, en 2016. Miles de niños hoy sufren una discapacidad neurológica permanente debido a la incapacidad de la EPA y la DEQ de investigar y aplicar adecuadamente las regulaciones sobre agua potable. Los empleados de la EPA han recibido en la práctica inmunidad para sus delitos, ya que un juez de un Tribunal de Distrito rechazó la demanda colectiva de 772 millones de dólares contra la EPA. Este sentenció: «Permitir (…) demandas de indemnización iría en contra de la SWDA (Safe Water Drinking Act)» y continuar con la demanda sería «incompatible con el esquema cuidadosamente establecido por el Congreso» para «confiar la regulación de los sistemas públicos de agua potable a una agencia regulatoria experta en lugar de a los tribunales». Los marchadores se manifiestan por la justicia económica, alabando simultáneamente alguna agencia que olvida habitualmente los abusos medioambientales en áreas de baja rentas y minorías.
El nombre de la ciencia y la investigación, la Marcha por la Ciencia defiende una mayor financiación para la NIH, la misma agencia que empleaba a 34 científicos implicados en «relaciones» ilegales no contabilizadas con las grandes farmacéuticas. En 2015, un laboratorio de la NIH fue finalmente cerrado después de incumplir repetidamente los procedimientos estándar de funcionamiento, generando una contaminación por hongos en productos farmacéuticos administrados a pacientes humanos. En la década de 1990, se sabe que la NIH sometió a niños huérfanos a experimentos médicos inmorales que incluían una mezcla de siete medicinas contra el SIDA que se sabía que eran tóxicas para los adultos. De nuevo, los marchadores no tienen en cuenta la falta de atención y la incompetencia de la NIH y reclama más financiación para esta institución inmoral.
La organización de la Marcha por la Ciencia no es más que un mago de Oz moderno. Cuando el estatus de poder del decrépito viejo charlatán se ve amenazado, este exclama: «¡No prestéis atención al hombre detrás de la cortina! ¡El gran y poderoso Oz ha hablado!» Su sofisticado espectáculo de humo y espejos, similar a la neolengua manipuladora de la ideología de la justicia social, estaba pensado para silenciar a los pensadores independientes que se atrevían a cuestionar su autoridad. Advirtamos que este desgraciado plan acabó viniéndose abajo por los hechos, cuando el pequeño perro Toto se limita a quitar la cortina para revelar la verdadera identidad del mago. En mago de Oz resulta ser un desubicado hombre de circo llamado Oscar Zoroaster. Igualmente, la Marcha de la Ciencia es solo un pseudónimo para una rama particularmente avispada del programa progresista y debería denunciarse como tal.