El 15 de septiembre de 2023, el sindicato United Auto Workers (UAW) organizó una huelga masiva de trece mil trabajadores y, por primera vez, golpeó simultáneamente a tres empresas automovilísticas distintas: General Motors, Ford y Stellantis. Associated Press señaló que, por el momento, sólo tres plantas de montaje están en huelga: una fábrica de General Motors en Wentzville (Misuri); una planta de Ford en Wayne (Michigan); y una fábrica de Jeep propiedad de Stellantis en Toledo (Ohio).
¿Qué exige la UAW? Otro artículo de Associated Press esbozaba las demandas de la UAW y de su presidente, Shawn Fain:
El sindicato pide un aumento salarial general del 36% en cuatro años: un trabajador de una planta de montaje de alto nivel cobra ahora unos 32 dólares la hora. Además, la UAW ha exigido el fin de los distintos niveles salariales para los puestos de trabajo en las fábricas; una semana de 32 horas con 40 horas de salario; el restablecimiento de las pensiones tradicionales con prestaciones definidas para los nuevos contratados, que ahora sólo reciben planes de jubilación del tipo 401(k); y el retorno de los aumentos salariales por el coste de la vida, entre otras prestaciones.
Puede que los americanos consideren justificadas estas demandas, que estos trabajadores merecen el privilegio de un salario y unas prestaciones más elevados. Sin embargo, no son conscientes de las consecuencias económicas que se derivarán si se cumplen todas estas exigencias. Históricamente, los sindicatos han sido un perjuicio para todas las partes implicadas y no implicadas en ellos. El presidente Shawn Fain debe aprender la lección del fracaso de John L. Lewis, presidente de la United Mine Workers of America.
Las huelgas mineras de John L. Lewis
Los sindicatos del sector privado difieren de sus homólogos públicos en un aspecto importante: no pueden depender del dinero de los contribuyentes. Una escuela pública puede perder profesores por bajo rendimiento académico, o una comisaría de policía puede perder financiación por acusaciones de brutalidad, pero el gobierno —ya sea estatal o federal— seguirá recaudando los impuestos de sus ciudadanos. Por ello, estas industrias del sector público están exentas de asumir pérdidas, lo que significa que estos sindicatos no tienen que preocuparse por perder su poder.
Sin embargo, los sindicatos del sector privado —a pesar de tener influencia en el gobierno— siguen necesitando que el negocio en el que operan siga abierto; de lo contrario, todos los trabajadores a los que representan se quedarán sin trabajo. John L. Lewis no entendía este concepto cuando abogaba por salarios y prestaciones más elevados para los mineros a los que representaba. Thomas Sowell esbozó las repercusiones económicas causadas por las huelgas y los subsiguientes acuerdos negociados entre las compañías de carbón y la Unión de Trabajadores Mineros en un extracto de su libro The Thomas Sowell Reader:
John L. Lewis... consiguió que aumentaran los salarios y las prestaciones laborales de los mineros del carbón, mucho más de lo que podrían haber obtenido en un mercado libre basado en la oferta y la demanda. Pero no hay almuerzo gratis. Un economista de la Universidad de Chicago llamó a John L. Lewis «el mayor vendedor de petróleo del mundo». Sus huelgas que interrumpieron el suministro de carbón, así como los consiguientes aumentos salariales que elevaron su precio, hicieron que muchos individuos y negocios pasaran de utilizar carbón a utilizar petróleo, lo que provocó una reducción del empleo de los mineros.
Ningún negocio privado puede sobrevivir con pérdidas continuas; su supervivencia depende de satisfacer las demandas del consumidor. Sin embargo, cuando influencias externas como los sindicatos negocian beneficios y salarios superiores a lo que el mercado dice que debe ser, el resultado tiene que ser una reducción del empleo para que lel negocio obtenga ganancias. Si el plan de Shawn Fain tiene éxito, podría convertirse en el mejor vendedor de Toyota del mundo.
Retribución de los CEO
La principal reclamación de los dirigentes de la UAW en huelga es que el director general de Ford, Jim Farley, gana demasiado dinero. La revista Fortune informó de que el Sr. Farley ganó veintiún millones de dólares en su último paquete salarial, de los cuales ocho millones se consideran «exceso». Para el sindicato, esto se considera explotación, pero no se dan cuenta de cómo cobran los CEO. La Universidad de Colorado explica que es el mercado el que decide el salario de un CEO:
Actualmente, es el mercado el que fija principalmente la retribución de los CEO. Esto significa que no hay un tope máximo para lo que puede ganar un CEO. Si una empresa necesita un CEO de calidad, tiene que pagar lo que el mercado exige para asegurarse de que puede ofrecer un salario competitivo a un candidato cualificado. Esta es la principal razón por la que muchos CEO cobran mucho más que el trabajador medio —las compañías necesitan asegurarse el talento que ayudará a sus compañías a triunfar.
A diferencia de la UAW —que cobra dos horas al mes de sus miembros, junto con una cuota de iniciación de diez dólares—, el salario del director general depende del mercado, de lo que decidan y quieran los accionistas. El fondo de 850 millones de dólares de que dispone la UAW ciertamente no procedía del mercado ni de ningún medio productivo ni se utilizará en ningún medio productivo. Los lucros obtenidos por las compañías y los CEO no se meten debajo de un colchón y se olvidan, sino que se reinvierten en capital. El libro de Thomas DiLorenzo The Politically Incorrect Guide to Economics afirma:
El capitalismo no puede crecer sin inversión de capital en maquinaria, herramientas, equipos, programas informáticos, etcétera. Con más tipos de esta inversión, los propios trabajadores se vuelven más productivos, creando más bienes y servicios por hora. . . . Así que los empleados, sin ninguna experiencia educativa o formación adicional, son de repente más valiosos para los empresarios. Los empleados cualificados y fiables siempre están en demanda, lo que significa que los empresarios se ven obligados por la competencia a pagar más a sus empleados o arriesgarse a perderlos en favor de otros negocios.
Conclusión
Los sindicatos no han sido un factor impulsor del aumento de los salarios en los Estados Unidos. De hecho, los sindicatos no han sido más que un perjuicio. Los sindicatos no producen nada que genere riqueza; no innovan. Se limitan a desviar el dinero de los contribuyentes, de las compañías y de los trabajadores a los que representan.
En pocas palabras, el aumento del nivel de vida sólo ha sido posible gracias al incremento de la productividad provocado por la inversión de capital y la innovación. Si Shawn Fain y la UAW no comprenden la realidad económica de sus reivindicaciones, es probable que se sorprendan por las inevitables consecuencias que acarrearán las huelgas.