Power & Market

Los clientes y sus enemigos

Los enemigos anti-mercado atacan al consumidor. A estos enemigos no les gustan las economías de mercado ni la propiedad privada y desean ver destruidas estas instituciones. Quieren que un nuevo «rey» ocupe el trono —uno que no le guste el cliente. Quieren instalar un «rey» al que no le importe lo que usted quiere consumir, sino lo que ellos quieren que usted consuma.

Con demasiada frecuencia, la caricatura del cliente es negativa, pero, en realidad, el cliente es nuestro benefactor y, en última instancia, nuestro jefe. ¿Por qué son benefactores los clientes? En un sentido real, los clientes moldean y dan forma al desarrollo de la economía y alimentan los empleos. ¿La gente tiene empleos para comprar sólo las cosas necesarias? Tenemos un sistema de precios que hace eso por nosotros, entonces, ¿por qué los sustitutos del cliente se agolpan para acabar con el cliente cuando el mercado les indica lo que más les conviene? Como dijo Thomas Sowell en el libro Economía básica:

El auto-racionamiento creado por los precios no sólo tiende a significar menos fricción social y política sino también más eficiencia económica, ya que cada individuo conoce sus propias preferencias mejor que cualquier tercero.

Por lo tanto, los precios indican a la gente qué no comprar mejor que un tomador de decisiones sustituto.

Como cliente, cuando hago una compra voluntaria y pago al vendedor cooperativo, no estoy simplemente comprando bienes, estoy haciendo un reclamo sobre esos bienes, —un reclamo legal de que hice algo por otra persona y me pagaron por el trabajo que realizaron en una fecha pasada. Este acto de compra y consumo, utilizando dinero para intercambiar, me da derecho a un reclamo legal sobre bienes económicos de mi elección a través del intercambio. Sin embargo, lo que es más importante, mi consumo, y el suyo, le indica al productor que produzca más de esos bienes que los consumidores han demandado. Entonces, cuando consideramos los roles económicos de los clientes—, no lo que dicen terceros sustitutos, nos damos cuenta de la importancia de ser un cliente. Los clientes o consumidores son influenciadores económicos con reclamos legales sobre la propiedad privada mediante la ocupación, el intercambio o la donación. Entonces, debemos preguntarnos, ¿quién tiene realmente el poder en el mercado?

Algunos suponen que el cliente debería estar subordinado a terceros o que, de alguna manera, es un actor negativo. Esto se demuestra en las calificaciones nacionales de servicio al cliente, según The Wall Street Journal. Este informe muestra que, incluso en las industrias dominadas por los servicios, las empresas están tratando mal al cliente, incluso con desprecio, y esta se está convirtiendo en una tendencia a subordinar al cliente. El cliente está siendo destronado constantemente y, —en el futuro— puede que ya no sea el «rey» del mercado. A los enemigos del cliente no les importa su reclamo legal sobre los intercambios ni cómo los reclamos legales representan la adquisición armoniosa y el intercambio de propiedad privada. El desdén del enemigo por la propiedad privada, la autosuficiencia y la moderación individual no debería ser una sorpresa. Los enemigos del cliente creen genuinamente que, de alguna manera, la vida económica puede existir sin que los clientes realicen compras y consuman.

Lo que es sumamente sorprendente es que quienes defienden la lucha contra el cliente son necesariamente clientes. Vaya a saber por qué. Esta proposición es aún más sugerente, considerando que las personas deben comprar bienes, ya sean considerados necesidades o deseos. Las necesidades y los deseos de grandes cantidades de personas nunca han coincidido perfectamente. Ésa es precisamente la razón por la que nuestras diferencias individuales hacen que una economía funcione, no nuestras similitudes. Básicamente, el estatus de cliente y el consumo son derechos sobre bienes basados ​​en lo que uno hizo por los demás. El gasto del cliente, subjetivamente hablando, es el motor que alimenta todas las diferencias económicas, ya que lo que uno hace por su prójimo es correspondido en términos monetarios.

¿Quién tiene derecho a decir quién «consume en exceso» y quién no, cuando se puede comprar y no se debe? La gente trabaja y produce para comprar y consumir, —para hacer valer sus derechos legales voluntarios y cooperativos sobre los bienes. Nadie en su sano juicio se pagaría a sí mismo por trabajar y por trabajar sólo para sí mismo. La gente trabaja para mejorarse a sí misma y, en consecuencia, para los demás, especialmente aquellos que retribuyen sus esfuerzos en el mercado. Por simple y racional que suene, existe un movimiento de promesas de no comprar que se opone al papel del cliente, en el que no sólo se restringen las compras y el consumo, —sino que, cuando se decide comprar algo— se puede devolver el dinero más tarde.

Un artículo de Business Insider explicó el movimiento anti-cliente llamado «No Spend 2024». Este movimiento de no gastar llama a los clientes «a reducir drásticamente el gasto en el nuevo año y a responsabilizarse». Responsabilizarse y abstenerse de gastar son dos cosas diferentes, pero en lugar de aclarar las distinciones entre los dos términos, piden que no se gaste nada porque, en efecto, son enemigos de los clientes.

Un artículo titulado «El auge del consumismo descuidado entre los jóvenes» de la revista Harbingers fue un paso más allá, pero nuevamente en la dirección equivocada. Este autor dijo: «cada vez más, las empresas de ropa fabrican ropa por menos dinero, utilizando mano de obra barata y materiales baratos». Esta afirmación es muy reveladora de cuánto se entiende y por qué los productos se pueden fabricar a bajo precio. Es engañosa y debe ser más precisa desde el punto de vista económico en cuanto a por qué los productores pueden producir a precios más bajos. ¿La IA y la robótica harán obsoleto el argumento de la mano de obra barata, ya que los fabricantes están utilizando mayor tecnología y sistemas robóticos para fabricar bienes? Normalmente, los precios caen cuando la tecnología se aplica a la producción de productos que se producen en masa. Otro golpe al cliente fue un artículo titulado «Demasiadas cosas: ¿Podemos resolver nuestra adicción al consumismo?» de Chip Colwell. Estos artículos son solo los pocos que están socavando el papel y los derechos de propiedad del cliente. Irónicamente, estos grupos anticonsumo a menudo dicen implícitamente «nada de consumo para ti», pero no para ellos mismos. 

Hay tantos problemas que el enemigo del cliente debería darse cuenta de la imposibilidad de que una economía funcione sin la presencia de clientes: sin un cliente, no hay necesidad de producir bienes, no hay necesidad de que los precios proporcionen cálculos a los empresarios, no hay necesidad de decidir qué se necesita y qué no en nuestra sociedad; las necesidades de una persona son los deseos de otra, ya que el valor económico es subjetivo. Si erradicaran al cliente del panorama económico, ¿qué sucedería? Pasamos de una economía de mercado a una economía controlada. En una economía controlada, todavía hay consumidores y consumo, pero no se los trata como clientes voluntarios. El cliente tiene enemigos que esperan arrebatarle el poder del mercado y sustituirlo por su propia marca de toma de decisiones sustitutiva.

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