Hay una decisión que ninguna persona, ni gobierno extranjero, puede tomar por los venezolanos: decidir cómo será Venezuela después del chavismo. Pensamos y siempre afirmamos que nuestros compatriotas venezolanos tienen que rechazar cualquier «tipo de socialismo», porque si la sociedad acepta un retorno a las prácticas y políticas que estaban en vigor antes de la era de Chávez, estarán condenados a repetir la historia.
La verdad es que no hay una opción no socialista o no mercantilista en la arena política. De hecho, algunas opciones autoproclamadas «liberales clásicas», «de derechas» o «conservadoras» son sólo mercantilistas, socialistas progresistas o socialdemócratas que tratan de disfrazar su verdadera naturaleza. Esto es desesperante para nuestros parientes, amigos, y cualquiera que aún viva en Venezuela, que espere seguir viviendo allí, o que deba permanecer y se enfrente a decidir a quién apoyar. Lo peor de todo es que lo único cierto de todas esas opciones es que apoyar a cualquiera de ellas es apoyar la inminente repetición de la corrupción, el amiguismo y las malas políticas del pasado.
Ni una rápida e indolora operación militar internacional ni una larga, dolorosa y corrupta negociación «democrática» para derrocar a Maduro será suficiente si se permite a Juan Guaidó y a sus compañeros aplicar la agenda socialista llamada «Plan País». Mantener el statu quo—un banco central, un salario mínimo y otras leyes que aumentan el costo de iniciar un negocio, controles económicos, barreras al comercio internacional, propiedad estatal de los altos mandos y un alto nivel de independencia fiscal del gobierno—no resolverá el problema para siempre.
Entendemos que erradicar la tiranía resolvería, a corto plazo, grandes problemas para otros países, como una migración masiva y creciente, y para Venezuela, como el acceso a los bienes y servicios básicos. Sin embargo, estas soluciones sólo serían de corta duración. Muchos de esos más de 10 millones de venezolanos que viven en otros países no regresarían, y todos los problemas económicos, sociales y políticos surgirían a mediano y largo plazo en un escenario como este. ¿Por qué? Porque, como en el pasado, el sistema que proponen Guaidó y sus compañeros se derrumbará en cualquier momento y un nuevo y más fuerte «tipo de chavismo» se apoderará del país una vez más y pondrá en peligro la libertad y la estabilidad en la región.
El PIB per cápita ha sido ampliamente criticado como un índice de calidad de vida. No obstante, lo utilizaremos para apoyar nuestro argumento de que la era socialdemócrata allanó con sus políticas el camino hacia un socialismo más duro como el del chavismo. El siguiente gráfico muestra el ingreso promedio per cápita de los venezolanos:
Después de un gran y sostenido período de crecimiento económico (1950-57), los venezolanos disfrutaron de un ingreso promedio de 8.400 dólares (en dólares estadounidenses de 2011). Inmediatamente después de iniciada la socialdemocracia, los venezolanos sufrieron un descenso en sus ingresos, y para 1963 tenían ingresos similares a los niveles de 1953. Sin embargo, a partir de 1964 los ingresos comenzaron a aumentar, alcanzando su nivel más alto en 1980, de alrededor de 10.500 dólares. Después de ese año, los ingresos comenzaron a caer en picada, alcanzando alrededor de 6.400 dólares en 1998, cuando Chávez ganó su primera elección. Estrictamente hablando, Venezuela pasó el umbral de 1957 durante sólo quince de los cuarenta años de la era socialdemócrata. Los ingresos máximos representaron el 124 por ciento de los ingresos de 1957, pero la era de la socialdemocracia se cerró con un ingreso promedio de sólo el 76 por ciento de los niveles de 1957, que es casi el mismo ingreso que tenían los venezolanos en 1951. Entonces, los venezolanos sufrieron un proceso de empobrecimiento sostenido y continuo, una de las razones por las cuales confiaron en las promesas socialistas radicales y más duras de Chávez.
De este gráfico, podemos extraer muchas verdades indeseables. Por ejemplo, ni siquiera con Maduro los ingresos medios disminuyeron tanto como en la época socialdemócrata. No estamos diciendo que el chavismo haya sido mejor que la socialdemocracia (de hecho, para nosotros el chavismo es su descendiente). Queremos señalar la inviabilidad del «Plan País», que no es más que la prolongación de un plan fracasado llamado «El Gran Viraje» que estuvo en vigor de 1989 a 1993; incluso en ese período el fracaso de tales políticas keynesianas es evidente. El chavismo y la socialdemocracia han dependido de los precios del petróleo, y se puede ver una alta inestabilidad y volatilidad en el gráfico por esa razón. El Plan País se financiaría y apoyaría con el petróleo y la deuda internacional. A pesar de que la pobreza aumentaba antes de Chávez, no existía el gran problema de la escasez y la crisis humanitaria que vemos hoy en día. La gente debe entender que estos problemas son los síntomas y que lo que hay que eliminar es la bacteria que los causa. Eso es el socialismo.