Es la mejor época del año: la temporada de fútbol universitario. Sin embargo, esta es una temporada de fútbol universitario particularmente única porque este año, por primera vez, los jugadores podrán ser pagados por su nombre, imagen y semejanza. Esta es la culminación de un largo debate sobre si los jugadores de fútbol universitario deben ser pagados por su trabajo. Los argumentos a favor de pagar a los jugadores son que éstos recaudan dinero para sus escuelas, que les dan una valiosa exposición, que jugar para el equipo es un trabajo duro, que el deporte distrae de los estudios, que los atletas necesitan dinero para gastar y que la posibilidad de compensación por lesiones es una necesidad. Sin embargo, aunque estas afirmaciones son inicialmente convincentes, al examinarlas con más detenimiento resultan algo escasas. Es cierto que estos deportistas proporcionan una valiosa exposición a sus escuelas, pero es igualmente cierto que las universidades proporcionan una valiosa exposición a los deportistas. Sin embargo, la crítica más fuerte que proviene de quienes se oponen a pagar a los jugadores es que estos jugadores ya están recibiendo becas y, por lo tanto, ya están siendo pagados. La creencia es que ninguno de estos argumentos a favor de pagar a los jugadores es discutible porque los jugadores ya están siendo pagados. Por esta razón, aunque describimos la discusión como si pagamos o no a los jugadores, el verdadero debate es si pagamos o no a los jugadores lo suficiente en forma de becas. Esto es lo que hace que esta temporada de fútbol universitario sea tan emocionante para los economistas, ya que por fin se puede abordar esta cuestión.
Como los austriacos entendemos que el valor es subjetivo, también entendemos que no podemos decir si una beca es o no la cantidad adecuada para pagar a un atleta universitario. La respuesta a eso tiene que venir del proceso de mercado del cálculo económico. Cada jugador que emprende la acción de jugar al fútbol a cambio de una beca demuestra que valora la beca y quizá el futuro potencial que se le ofrece en ella más que el tiempo dedicado y el esfuerzo ejercido jugando al fútbol. En un mercado sin obstáculos, a medida que estas decisiones son tomadas en diferentes niveles por diferentes individuos; vemos que se produce un cálculo económico y vemos que comienzan a formarse los precios que esperamos como tarifas de mercado. Como explica Ludwig von Mises en Socialismo: un análisis económico y sociológico,
Todo hombre que, en el curso de la actividad económica, elige entre la satisfacción de dos necesidades, de las cuales sólo una puede ser satisfecha, emite juicios de valor. Dichos juicios se refieren en primer lugar y directamente a las propias satisfacciones; sólo a partir de ellas se reflejan en los bienes.
Para que podamos entender los valores apropiados para los jugadores de fútbol universitario, debemos permitir el cálculo para que podamos ver estos juicios reflejados en los jugadores. Sin embargo, siempre ha existido un defecto de cálculo en el mundo de los deportistas universitarios. Mises continúa explicando que, para que exista el cálculo, deben existir unidades, precios. Las becas nos sirven para ello. Sin embargo, las becas tienen un claro límite de poder ofrecer como máximo el precio de la asistencia a la universidad. El cálculo nunca ha podido producirse en un punto de precio más alto que el de la matrícula. Hasta ahora, los mejores jugadores de fútbol universitario han recibido estas becas; sin embargo, es totalmente posible que puedan encontrar un valor increíblemente más alto en un mercado sin obstáculos. Por primera vez en la historia del deporte universitario, por fin podremos realizar este experimento, ya que el techo de las becas ha desaparecido.
Sin embargo, el hecho de que los deportistas puedan ser compensados por su nombre, su imagen y su semejanza sigue dejando que desear en términos de cálculo, ya que sólo permite una forma de competir en el mercado por encima del precio de la matrícula, y es en las ventas basadas en su fama. Sin embargo, es posible que un liniero no acabe teniendo la misma demanda de apariciones comerciales que un quarterback, a pesar de que es posible que un quarterback sólo tenga tanto éxito porque cuenta con una línea ofensiva de excepcional talento. Por lo tanto, sólo algunos miembros de la comunidad pueden contribuir al nuevo cálculo que está teniendo lugar. Por ello, concluyo con algunas opciones que permitirían un cálculo económico más eficaz para que podamos entender mejor cuánto aporta cualquier atleta a una escuela. En primer lugar, sería útil que se permitiera a los colegios pagar directamente a los jugadores y, por tanto, entrar ellos mismos en la competición. Esto permitiría a la escuela calcular y veríamos las valoraciones más directas de lo que el jugador aporta a la escuela. Además, si la Liga Nacional de Fútbol no exigiera experiencia jugando en la universidad para entrar en el draft—como permiten otros deportes—veríamos aún más competencia en el mercado. Y lo que es más importante, esta sugerencia nos permitiría evaluar los títulos, la exposición y el potencial que las escuelas ofrecen a los jugadores, porque ahora mismo todos los jugadores están obligados a recibir esta exposición y a obtener un título, lo quieran o no. Cada una de estas sugerencias tiene sus propios argumentos éticos a favor y en contra, pero desde una perspectiva económica, ésta es la única manera de responder mejor a la pregunta de cuánto merecen cobrar los deportistas. Si queremos entender honestamente esta cuestión, debemos escuchar lo que dijo el representante del estado de Florida, Chip LaMarca, mientras presentaba el proyecto de ley para permitir compensar a los jugadores en Florida: «O permites que alguien entre en el libre mercado, o no lo haces. No creo que les pongas ruedas de entrenamiento».