Los resultados de las elecciones presidenciales en Argentina han arrojado un resultado interesante, con la recuperación del peronista Sergio Massa desde las primarias. Mientras que Javier Milei conservó su 30%, Massa consiguió convertir su 21% en un respetable 37%, lo suficiente para arrebatarle la elección al candidato liberal. La conservadora Patricia Bullrich también experimentó una cierta mejoría en su tercera posición, pasando del 17% al 24%. En tanto que el sistema electoral de Argentina requiere que un candidato obtenga el 45% de los votos (o un 40% con 10 puntos porcentuales sobre el segundo) para ganar en una vuelta, los dos candidatos más votados se enfrentarán de nuevo en la segunda vuelta el 19 de noviembre.
Ambos tienen un mes para atraer a los votantes de los otros candidatos hacia sus órbitas. Mientras que parecería evidente que Sergio Massa pueda asegurar los votos del también peronista Juan Schiaretti y de la izquierdista Myriam Bregman, este último ha sido con frecuencia crítico con el actual gobierno (del que Massa es ministro de economía), lo que pondría a sus votantes en una situación comprometida. Por otra parte, también daría la impresión de que los votantes de la conservadora Bullrich se inclinarían de manera natural hacia Milei. Sin embargo, tengamos en cuenta que Argentina es un país en que el peronismo (esto es, colectivismo estatal) se ha infundido tanto en la estructura social que hasta autoproclamados conservadores se estremecen ante las propuestas radicales del liberal.
Durante las cruciales próximas cuatro semanas, cabría esperar que el gobierno ponga toda su maquinaria en marcha para promocionar a su candidato y calumniar la figura de Milei. Al mismo tiempo, Javier tendrá que adentrarse más profundamente en el juego de las estrategias políticas para tratar de llegar a una masa de votantes más extensa. El político argentino Raúl Baglini puso su nombre en 1986 a un teorema que postula que cuanto más se acerca un político al poder, menos radical y más convencional se vuelve. Por desgracia, los liberales más idealistas tendrán que ver a Milei transigir en algunos aspectos demasiado controvertidos para tratar de llegar a más votantes, como ya hizo para establecer la plataforma La Libertad Avanza (por ejemplo, aunque es sabido que su opinión personal en cuanto a la legalización de las drogas es favorable, ese asunto tan espinoso para sus aliados conservadores tuvo que ser puesto a un lado, y cuando los periodistas demandan una respuesta, ésta es una sucinta: “no es un asunto urgente ahora mismo”).
A la espera de la segunda vuelta, podemos extraer dos conclusiones de estos resultados. Primero, el hecho de que Milei haya obtenido casi ocho millones de votos con un mensaje tan contraintuitivo y difícil de digerir para la mayoría de la gente es motivo de esperanza y optimismo. Segundo, el hecho de que el ministro de economía que llevó al país a una tasa de inflación de alrededor del 140%, con un índice de pobreza del 40%, haya obtenido casi diez millones es motivo de preocupación. Preocupación por el poder y la influencia que los gobiernos pueden tener sobre sus ciudadanos mediante propaganda estatal y haciéndolos dependientes de subsidios y manutención.