En un artículo publicado en italiano el 13 de abril y traducido aquí al inglés, el filósofo italiano Giorgio Agamben plantea algunos puntos que merecen una cuidadosa consideración. Dice: «Aceptamos entonces sin demasiados problemas, únicamente en nombre de un riesgo que no era posible especificar, limitando, en una medida que nunca antes había ocurrido en la historia del país [Italia], ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial (el toque de queda durante la guerra se limitó a ciertas horas), nuestra libertad de movimiento. Por consiguiente, aceptamos, únicamente en nombre de un riesgo que no era posible precisar, suspender de hecho nuestras relaciones de amistad y de amor, porque nuestra proximidad se había convertido en una posible fuente de contagio», anticipa una objeción y responde: «Sé que alguien se apresurará a responder que se trata de una condición limitada en el tiempo, tras la cual todo volverá a ser como antes. Es verdaderamente extraño que podamos repetir esto de otra manera que no sea de mala fe, ya que las mismas autoridades que proclamaron la emergencia no dejan de recordarnos que cuando la emergencia haya sido superada, tendremos que seguir observando las mismas directrices y que el “distanciamiento social”, como se ha llamado con un eufemismo significativo, será el nuevo principio organizador de la sociedad».