La salvación política es un lento suicidio
A pesar de todas las «reformas» políticas que se barajan, la verdad es que el gobierno está estrangulando lentamente la vida de nuestra sociedad.
A pesar de todas las «reformas» políticas que se barajan, la verdad es que el gobierno está estrangulando lentamente la vida de nuestra sociedad.
Los americanos gastan miles de millones de dólares en el tratamiento de enfermedades cardiacas. La prevención es más barata, pero gracias a los perversos incentivos gubernamentales, la prevención de las cardiopatías pasa a un segundo plano frente al gasto médico.
Nos gusta pensar en el «Estado profundo» como una entidad conspirativa. En realidad, el término describe gran parte de lo que el gobierno federal hace a plena luz del día.
Dado que la protección policial de los estudiantes es insuficiente, la Universidad Temple de Filadelfia ha contratado a policías privados para ayudar a mantener a los estudiantes más seguros frente a la delincuencia.
Las agencias de salud pública tienden a ser tratadas como vacas sagradas con autoridad. En realidad, han politizado las políticas sanitarias hasta el punto de que realmente son un peligro para la salud.
Hace cuarenta años, los políticos americanos afirmaban que el éxito económico japonés se debía a la planificación económica gubernamental. Por desgracia, el mito de la política industrial parece no morir nunca, por mucho que se desacredite.
¿Recuerdas esas películas futuristas distópicas en las que los malvados intentan borrar electrónicamente a los héroes? Las compañías de medios sociales intentan recrear ese escenario.
A medida que aumentan los índices de delincuencia y fracasa la policía gubernamental, cada vez más gente recurre a la seguridad privada, que es más eficaz para prevenir la delincuencia que la policía gubernamental.
Al hablar de acciones gubernamentales, me viene a la mente la supuesta definición de locura de Einstein. Pero nadie hace exactamente lo mismo dos veces, según Heráclito. Al final, sin embargo, la acción gubernamental está condenada al fracaso.
No contentos con poner trabas a las industrias del petróleo y el gas, los ambientalistas cierran ahora granjas y la producción ganadera, todo en nombre de la lucha contra el cambio climático. Pero la gente sigue necesitando comer.