La narrativa popular es que la demografía está impulsando la disminución de la productividad de los trabajadores de Japón. Pero el verdadero culpable son las regulaciones gubernamentales y la falta de espíritu empresarial.
La escasez y la falta de flexibilidad causadas por la burocracia gubernamental durante la crisis de COVID-19 ha obligado a muchos gobiernos a replantearse sus muchas regulaciones arbitrarias e innecesarias.
Cuanto menos ágil y adaptable es una sociedad, más severa es su impotencia en una crisis. Gracias a una obsesiva dependencia de la política monetaria para solucionar todos los problemas, nuestra sociedad ha abandonado cada vez más la innovación y la productividad.
A pesar de que el nombre formal del CDC incluye la palabra «prevención» y que sus objetivos declarados incluyen varias palabras de moda en materia de planificación, su gestión de la respuesta a COVID-19 ha sido un desastre absoluto.
Desde que los políticos utilizan cada vez más el derecho fiscal como medio para regular la vida de los Estados Unidos, el IRS se ha convertido en una organización reguladora sobrecargada que va mucho más allá de la mera recaudación de impuestos.
