Economía de burbujas: la ilusión de riqueza
«El individuo siempre está dispuesto a atribuir su buena suerte a su propia eficiencia.... Pero los reveses de la fortuna siempre los carga a otras personas....»
- Ludwig von Mises
«El individuo siempre está dispuesto a atribuir su buena suerte a su propia eficiencia.... Pero los reveses de la fortuna siempre los carga a otras personas....»
- Ludwig von Mises
Como resultado de su incomprensión de la teoría económica, el Papa no vio la conexión entre todas las depresiones que hemos experimentado en los tiempos modernos y la intervención de los gobiernos en el libre mercado —el mismo sistema que, si se dejara libre de acciones de justicia distributiva por parte de los gobiernos, garantizaría la consecución del bien común.
Los precios de mercado convierten las relaciones incomprensiblemente complejas en muy simples.
Brad DeLong y Paul Krugman siguen burlándose de la explicación austríaca del ciclo económico, pero su ridículo se basa en su propio modelo deficiente de la estructura de capital de la economía.
En realidad, una casa es un bien de consumo, igual que un automóvil o un frigorífico.
La mera existencia de un aparato planificado centralmente cambia los datos económicos reales, y por lo tanto cambia lo que debería haber sido el número «correcto» de coches, incluso si pudiéramos acordar los criterios de corrección.
Incluso Askling, que se gana la vida escribiendo propaganda socialista, sabe que el sistema de reciclaje sueco no funciona; y concluye que necesita más mercado.
Nuestra esperanza es que, cuando las políticas públicas violen nuestros derechos a estar seguros en nuestras personas y nuestra propiedad, la opinión pública cambie al demostrar las desastrosas consecuencias de esas políticas.
El hecho saliente, y que la mayoría de los escritores no resaltan, es que, en la medida en que los trabajadores tenían una "opción de beneficios alternativos", escogieron las condiciones que los reformadores condenaron.
Ningún gobierno, por muy tiránico que sea, mantiene su poder sólo por la fuerza de las armas. Los gobernados siempre superan en número a los gobernantes, por lo que el gobierno depende esencialmente de la aquiescencia de la población, una aquiescencia que intenta promover a través del patrocinio y la propaganda.