Publicado originalmente el 29 de mayo de 2016.
Desde que Paul Samuelson definiera el término hace unos cincuenta años, los bienes públicos han entrado en el léxico popular y se han convertido en una creencia establecida. A partir de la sencilla definición como un bien que no es excluible ni rivalizable, así que sometido a polizontes, y que por tanto solo puede producirse por el gobierno o a través de la acción pública, los bienes públicos ahora abarcan casi cualquier bien que desee un estatista, ya sea neoconservador o progresista. Cuestionar el concepto de los bienes públicos es atacar a la madre y la tarta de manzana.
En 1956, Charles Tiebout extendía el concepto de bienes públicos al nivel local y creaba un modelo de un pseudomercado para los servicios públicos locales (policía, bomberos, escuelas, parques, etc.) por los que las personas se ordenaban de tal manera que sus preferencias por servicios públicos se igualaban con los servicios proporcionados por el gobierno local en el que elegían residir. E igual que los bienes públicos de Samuelson, los bienes públicos locales de Tiebout desempeñan un papel importante en cómo ven los gastos públicos los contribuyentes.
El efecto Tiebout, la ordenación de servicios y contribuyentes, se supone que proporciona una solución de mercado que lleva un equilibrio óptimo de Pareto, dirigiendo a los gobiernos locales hacia la provisión solo de aquellos servicios y calidades de servicios que quieren los respectivos residentes al precio que están dispuestos a pagar. A los residentes que no nos guste la mezcla de servicio, calidad y tasa fiscal “votarán con sus pies” y se mudarán a áreas que proporcionan una mezcla mejor, que se corresponda con su clasificación de preferencias. Mientras los residentes, o bien colocan señales de “en venta” y compran viviendas en otro lugar, o bien como posibles residentes construyen nuevas casas o comprar las existentes, los gobiernos locales aprecian estas actividades como señales para aumentar o disminuir sus niveles de servicio, dependiendo de los deseos percibidos por la mayoría votante de la comunidad.
Superficialmente, el modelo Tiebout supone una gran justificación para delegar un gobierno centralizado que no puede proveer una diferenciación de preferencias a muchos gobiernos locales más pequeños que puedan venderse a las personas. Los gobiernos locales pueden ser capaces de ser tan eficaces como cualquier empresa del sector privado, al menos según el modelo de Tiebout. Pero los modelos no son la realidad.
Los gobiernos descentralizados sí compiten con respecto a incentivos fiscales y financiación pública cuando tratan de atraer a las empresas para que se muden a su área. Pero los gobiernos no compiten entre sí ofreciendo servicios de la misma forma que los empresarios en el mercado.
La mejor manera de despachar a Tiebout es darse cuenta de que la Escuela Austriaca ha demolido el concepto de bienes públicos. Los bienes públicos sencillamente no existen. Lo siento, mamá y tarta de manzana. No voy a ocuparme ahora de esto, ya que hay muchos artículos y trabajos excelentes sobre la mentira de los bienes públicos en general disponibles en Mises.org.
El argumento rothbardiano de que una mayoría de votantes no habla por todos también desvanece la creencia en que la mezcla de los llamados bienes públicos y los bienes públicos locales es un reflejo de la clasificación de preferencias de alguien. No existe ningún mercado en ningún sentido en el que la mayoría más uno de aquellos que votan dicta los gatos (mediante impuestos) de todos los demás. Esto no es un mercado, es redistribución coactiva de la riqueza. Quienes votan con la mayoría sencillamente se convierten en consumidores netos de impuestos, mientras que otros se convierten en los contribuyentes netos.
A pesar de la refutación austriaca, los economistas ortodoxos siguen aferrándose a la mentira de los bienes públicos. En particular, se han escrito muchos trabajos que citan el efecto Tiebout, especialmente en referencia a las escuelas públicas y los valores de las propiedades. Los economistas usan modelos de Tiebout tratando de demostrar que las personas que votan con sus pies generan un mejor rendimiento escolar y aumentan los valores de las propiedades.
Aunque pueda ser cierto que las personas en principio buscan las comunidades que se ajustan mejor a su mezcla preferida de servicios y tasa fiscal, las preferencias individuales cambian, igual que la mezcla de servicios y tasa fiscal del gobierno local. Como el contribuyente está atrapado por los costes de transacción asociados con la mudanza, los gobiernos locales no tienen ninguna presión para satisfacer preferencias cambiantes. Los empresarios en el mercado, por otro lado, deben responder rápidamente a cualquier cambio en las preferencias o sufrir pérdidas financieras o arruinarse. Los gobiernos, como monopolios, son inmunes a esas presiones del mercado.
Supongamos por un momento que estamos de acuerdo en que existe la bestia de los bienes públicos y que el gobierno es la entidad más capaz de proveer dichos servicios. La pregunta que quiero hacer es: ¿Proporciona este concepto de bienes públicos locales un mercado dirigido a la eficiencia a través de los movimientos y ordenamientos de las personas?
Como el ejemplo usado a menudo de la rana que permite alegremente que la hiervan si la temperatura del agua aumenta lentamente desde templada a hirviendo, los contribuyentes también pueden hervir bajo impuestos en aumento sencillamente porque el coste marginal de la mudanza excede el coste marginal de casi cualquier nuevo impuesto a la propiedad. Es un efecto gradual, ya que los impuestos suben muy a menudo, pero cada nuevo paso en el tipo fiscal no supone una mudanza. Lentamente la tasa fiscal lleva a cada propietario de vivienda al punto de ebullición, hirviendo en todo caso por debajo del cuello.
La gente tiende a caer bajo la espada del colectivismo y a creer que una comunidad se basa en preferencias homogéneas. Nada puede estar más lejos de la verdad. A los distritos escolares les encanta crear el residente tipo ideal y luego asignar atributos. Los distritos dicen que: “Nuestros residentes quieren el programa x”. ¿Realmente su comunidad (una agregación de residentes que actúan individualmente) quieren el programa x ofrecido en las escuelas locales? No, algunos padres quieren el programa x ofrecido porque prefieren no pagar el coste completo ellos mismos y hacen que se divida la factura con sus vecinos. A los distritos les gusta tener el programa x sencillamente porque saben que tienen un electorado dependiente que apoyará aumentos adicionales de impuestos.
Supongamos que nos ofende esta maquinación de la democracia o que nos damos cuenta de que somos contribuyentes netos de los deseos de otros, ¿qué hacemos? ¿Es mudarse a otro distrito escolar que tenga una mejor mezcla de servicio y tasa fiscal la respuesta eficiente y racional? Normalmente no, ya que los probables costes de cerrar la casa, los gastos de mudanza y otras tasas inmobiliarias hacen perder aproximadamente el 10% del valor de esta sobre el papel. El coste, real o supuesto, para el dueño de una casa de 250.000$ se acerca de los 25.000$ con cada mudanza. Es evidente que tiene sentido dejar que aumente la temperatura fiscal solo unos pocos grados más, aunque nos acerquemos rápidamente al punto de ebullición.
¿Qué pasa con la eficiencia y rendimiento mejorados del sistema de escuelas públicas debido al efecto Tiebout? Desde el punto de vista de un mercado, el consumidor debe ser capaz de operar en un mercado no intervenido para dirigir la economía. Esto no pasa en el mercado de la escuela pública. Dado que mi voto singular no tiene impacto sobre el gravamen fiscal y que no puedo limitarme a cruzar límites de distrito sin incurrir en un gran coste, estoy atrapado por el mercado escolar. Si soy un habitual en Burger King y el servicio o precio cambia de una forma que no me gusta, puedo cruzar fácilmente la calle a un McDonald’s, Wendy’s, etc., sin ningún coste adicional. De hecho, los gestores de los demás restaurantes me acogerán con los brazos abiertos. No hay ningún sistema de bienes públicos locales dispuesto a atenderme de la misma forma que el mercado de comida rápida, ya que, en realidad, no puedo “votar con mis pies”. El sistema escolar se da cuenta de esto y por tanto no ve necesidad de mejoras en servicios en relación con los costes.
Vale, es verdad que hay estudios que muestran el efecto Tiebout ocasional en el mercado de la vivienda, pero también hay muchos estudios que no encuentran ese efecto. Indudablemente, las personas que actúan se ordenan en cualquier asunto en cuestión, pero nunca podemos saber cuáles son las verdaderas razones del ordenamiento. Cuando los económetras usan modelos que se basan en la idea-tipo del miembro de la comunidad y luego hacen suposiciones acerca de clasificaciones de preferencias, operan sin una epistemología sólida.
El análisis anterior demuestra que no existe ningún mercado libre de supuestos bienes públicos, locales o de otro tipo. Pero si necesitáis datos empíricos, mirad a vuestro alrededor. ¿Habéis visto alguna vez distritos escolares o cualquier otra entidad política local que adopte mejoras para conseguir una mayor porción del mercado? Lo que veis son distritos escolares mostrando cualquier cambio en los resultados, ya sean positivos o negativos, como rendimiento académico mejorado y cualquier coste adicional como servicio mejorado. Veis también que los distritos escolares afirman que el mercado escolar es tal que cualquier reducción en financiación o salarios afectará a los resultados de los alumnos, aunque los gastos públicos y la calidad de los resultados tengan una relación inversa.
Los distritos escolares no temen aumentar los costes igual que el empresario local. A los distritos no les preocupa que sus tipos fiscales empiecen a exceder los de los distritos vecinos, de hecho, justificarán su necesidad de gravámenes operativos diciendo que gastan menos que los distritos vecinos, un coste para un servicio igual.
Imaginad qué pasaría si McDonald’s rechazara tener en cuenta el precio de Wendy’s al otro lado de la calle. Imaginad qué pasaría si se hiciera creer a los consumidores de informática que la calidad no puede aumentar si bajan los precios. Sería un mercado extraño, pero es el mercado que se supone para los bienes públicos locales.
Además, como demostraba Rothbard, los impuestos reducen el valor el objeto gravado. Ahí lo tenéis, las escuelas no mejoran, pero los impuestos aumentan y los valores de las propiedades potenciales disminuyen.
¿Un efecto Tiebiout? ¿Bienes públicos locales? No, os convencido con mentiras y atrapado como la rana a punto de hervir. No sois vosotros los que elegís la mezcla de servicios y tipo fiscal, es el sistema escolar u otra entidad pública el que toma las decisiones por vosotros.