[Este artículo se publicó originalmente en la edición de junio de 2017 de Future of Freedom]
Cuando la exfiscal general Janet Reno murió el pasado noviembre, los medios de comunicación la colmaron de alabanzas, como si hubiera sido la encarnación de la justicia. Reno disfrutó durante mucho tiempo de un halo de santidad dentro de Washington: la Asociación de Mujeres Abogadas del Distrito de Columbia incluso creó un premio a la Portadora de la Antorcha de Janet Reno. Pero el historial de Reno de engaños, brutalidad y abuso de poder no deberían ser olvidados por ningún estadounidense al que le importe la libertad.
Poco después de que Reno se convirtiera en fiscal general en 1993, aprobó el ataque final del FBI a los davidianos escondidos en un desvencijado edificio en las afueras de Waco, Texas. Acudió al programa Nightline la noche después de que 80 personas murieran en una conflagración y anunció: “Yo tomé la decisión. Soy la responsable. Asumo toda la responsabilidad”. Reno afirmó luego que el fogoso final fue culpa de otros: “No creo que nadie haya tratado nunca con un David Koresh, que habría quemado a propósito un número tan grande de personas”. El presentador de Nightline, Ted Koppel preguntó a Reno por qué usaron las fuerzas federales “tanques para echar abajo el recinto”. Reno contestó: “Creía que lo que estábamos tratando de hacer era dar a todos una oportunidad para salir de la forma más discreta, no con un ataque frontal”.
Reno organizó un encubrimiento del papel de las fuerzas federales en Waco. Los estadounidenses no supieron hasta 1999 que el FBI había lanzado granadas pirotécnicas en la sede de los davidianos, que podrían haber iniciado el fuego que hizo que murieran 80 personas. También amordazó a los oficiales federales que habían participado en Waco. Cuando viajó a Oklahoma para publicitar la ley penal de Clinton en un discurso en abril de 1994, el agente del FBI, Bob Ricks, que había sido el portavoz diario de la agencia durante el asedio de 51 días, dijo a Reno que mucha gente seguía protestando por Waco y pidió que se levantara el secreto de sumario sobre él y otros oficiales. Reno contestó: “No creo que al pueblo estadounidense ya le preocupe Waco”.
La bomba de Oklahoma City del siguiente abril demostró otra cosa. En un discurso unas pocas semanas después, Reno contó a los agentes federales del orden: “Hay mucho de lo que enfadarse cuando hablamos acerca de Waco, y la conducta del gobierno no es la razón. La razón es David Koresh”. También reveló que la “primera y principal” razón para el ataque con tanque y gases fue que “los agentes de la ley sobre el terreno concluyeron que el perímetro se había convertido en inestable y planteaba riesgo tanto para ellos como para las viviendas y granjas cercanas. Se reportó varias veces que personas que simpatizaban con Koresh y que estaban amenazando con hacer la guerra por su cuenta y acabar con el punto muerto estaban en camino”. Esta nueva “primera y principal” razón era una cómoda justificación ex post facto después de la bomba de Oklahoma City. No hay ninguna evidencia de que los agentes del FBI se enfrentaran a amenazas reales de un levantamiento durante el asedio a Waco. Anteriormente Reno había justificado el ataque final diciendo que había oído que se estaba abusando de niños.
Ese ataque terrorista ayudó a impulsar comisiones sobre Waco en el Congreso: la primera vez que el Congreso examinó seriamente la carnicería (gracias a la mayoría republicana del Congreso en las elecciones de 1994). Reno testificó el 1 de agosto de 1995. En respuesta a una pregunta concreta acerca de por qué los tanques del FBI empezaron a destruir el edificio antes del fuego, Reno respondió: “Comparto vuestra frustración cuando veis una tragedia como esta y tratáis de pensar qué hacer en el futuro para evitar que se repita, no en un experimento, sino de una manera meditada”. El informe confidencial del FBI que Reno recibió antes de aprobar el ataque indicaba que el impacto del gas CS sobre “niños no podía ser ignorado, porque no hay disponibles máscaras de gas para los niños más pequeños”. Cuando el representante republicano por Florida, John Mica, mostró a Reno una máscara de gas para demostrar que no podían usarlas los niños, Reno depositó la máscara en el suelo y dijo que “ no es muy útil, en términos de tratar de entender lo que ocurrió allí, limitarnos a mostrar máscaras de gas. Tenemos que mostrar a la gente lo que pasó en el proceso”. Y Reno continuó asegurando que no había aparecido información condenatoria. Lo más destacado del testimonio de Reno fue su revelación de que los tanques de 54 toneladas que arrasaron la casa desvencijada de los davidianos no deberían considerarse como vehículos militares; por el contrario eran “como un buen coche de alquiler”. Cuando se le preguntó sobre esto, añadió: “Estos tanques no estaban armados. No eran armas militares. Y creo que es importante, Sr. Presidente, ya que ustedes se ocupa de esto, que no se hagan declaraciones como esa que puedan causar confusión”. Reno añadió posteriormente que sería erróneo centrarse en la “cualidad amenazante” de los tanques, ya que “esos tanques estaban ya allí. La gente [de dentro] sabía acerca de los tanques. Creo que estaban muy acostumbrados a los tanques en ese momento”. Pero los davidianos no estaban acostumbrados a que los tanques arrasaran su casa.
Destruyendo la libertad de expresión y la privacidad
En octubre de 1993, Reno, manteniendo una larga tradición de fiscales generales al frente del sabotaje de la Constitución, reclamaba la censura del gobierno de la violencia en la televisión. En una declaración ante el Senado, advertía: “Si no se toman medidas voluntarias [por parte de los productores de televisión] ni se establecen plazos inmediatamente, el gobierno debería responder y responder inmediatamente. Debemos actuar para establecer un plan de cumplimiento con estándares adecuados o el gobierno establecerá esos estándares”. Reno no dijo cuándo iba a enviar a los SWAT para acabar con Beavis and Butthead. Pero sus tácticas de intimidación le aseguraron una oleada de prensa positiva como una persona que realmente se preocupaba por los niños. En 1996, el Congreso aprobó y Bill Clinton sancionó la Ley de Decencia en las Comunicaciones. La medida habría impedido en la práctica cualquier expresión sexual en internet, imponiendo una sentencia de dos años de prisión y una multa de 250.000$ a cualquiera que hablara de una manera que fuera “indecente” o “patentemente ofensiva” en Internet si sus palabras pudieran ser vistas de alguna manera por niños. Un tribunal consideró a la ley “profundamente repugnante” para la Primera Enmienda. A pesar del revés, Reno defendió la ley. Esta declaraba a principios de 1997:
Pero una de las cosas que tenemos que recordar es que si existe una tecnología increíble que (…) proporciona oportunidades nuevas e increíbles para el aprendizaje, para la comunicación y para la comprensión, también da increíbles oportunidades para poner cosas que pueden ser dañinas y dolorosas, particularmente para los niños. Hemos visto el problema que existe en este país de niños que están sin supervisión muchas horas al día. (…) Tenemos que diseñar un sistema que pueda asegurar la disponibilidad de esta maravillosa herramienta sin dañar a los niños que accedan a ella. Y creo que hay maneras y medios eficaces y creo que ésta será la base de la argumentación.
Reno se refería a la argumentación que hicieron los abogados del Departamento de Justicia ante el Tribunal Supremo para defender las sanciones draconianas de la ley. NewsBytes resumía el argumento público ante el Tribunal Supremo: “En la vista, el gobierno afirma que el miedo a encontrar ‘indecencia’ en línea podría disuadir a usuarios potenciales de ejercitar su interés de la Primera Enmienda de acceder al nuevo medio”. Un abogado de la ACLU comentaba: “Es supremamente irónico que el gobierno diga ahora que está protegiendo los derechos de la Primera Enmienda de los estadounidenses amenazando a la gente con prisión por dar un discurso protegido constitucionalmente”. El Tribunal Supremo aplastó al Departamento de Justicia, considerando inconstitucional la ley.
Reno fue la policía jefe de una administración que expandió enormemente el espionaje público ilegal sobre ciudadanos privados. En 2000, estalló la polémica sobre “Carnivore”, el software espía de correos electrónicos del FBI que permitía a la agencia pasar la aspiradora sobre enormes cantidades de correos electrónicos privados, independientemente de si tenían una orden judicial. Los funcionarios del FBI “explicaron” el ominoso nombre del programa señalando que nunca pensaron que la gente conocería la existencia el programa. Janet Reno se hizo cargo anunciando que obligaría al FBI a cambiar el nombre de Carnivore.
Ametralladoras no violentas
Lo más destacado del último año de Reno en el poder fue un asalto de inmigración realizado en la Pequeña Habana de Miami por 130 agentes federales el 22 de abril. El asalto marchó en buena medida como estaba planeado: los agentes agarraron a Elián González, de seis años, y dejaron puertas destrozadas, una cama rota, cubano-estadounidenses apalizados y dos cámaras de la NBC retorciéndose de dolor por golpes en el estómago o culatazos en la cabeza. El único problema: el periodista Alan Diaz, de Associated Press, tomó una foto o de un agente de la patrulla de fronteras apuntando con su ametralladora al chico aterrorizado que estaba retenido por el pescador que le rescató anteriormente en el océano Atlántico.
Reno convocó una rueda de prensa pocas horas después del asalto y, cuando se le preguntó acerca de la foto, replicó: “Una de las maravillas de la televisión es que muestra exactamente cuáles son los hechos. Y tal y como yo lo entiendo, si miráis cuidadosamente, se muestra que el arma apuntaba a un lado y que el dedo no estaba en el gatillo”. A pesar de todo, la foto muestra claramente un arma que apunta al pescador; es verdad que la boca del arma no estaba en la boca del niño. La ametralladora Heckler and Koch MP-5 dispara 800 balas por minuto y un dedo a media pulgada del gatillo no significa nada. El agente ni siquiera tenía ambas manos sobre la ametralladora. Si se hubiera disparado el arma, no habría tenido ningún control sobre las balas disparadas. Dos días después, durante una entrevista de propganada en NBC Today, Reno declaraba: “una de las cosas que es muy importante es que no se usó fuerza. We la muestra de fuerza la que impidió que nadie fuera dañando”. Quizá le gustaría oír esto o al cámara de la NBC que tuvo que ser hospitalizado después del asalto tras haber sido golpeado en la cabeza con la culata de un fusil.
La reacción ante el asalto resume la cobertura de los medios de comunicación del mandato de Reno como Fiscal General. El Washington Post publicó un artículo laudatorio sobre cómo Reno supuestamente se habría asegurado personalmente de que no todos los periodistas fueran lesionados durante el asalto. El columnista del New York Times, Thomas Friedman, en un artículo titulado “Reno for President”, declaraba que la foto de la ametralladora “me reconfortó” y que debería estar “en toda línea de visado de todos los consulados de EEUU en todo el mundo, con un pie que diga: ‘Estados Unidos es un país en el que rige el estado de derecho. Esta imagen muestra lo que ocurre a quienes desafían el estado de derecho y lo lejos que irán nuestro gobierno y nuestro pueblo para conservarlo’”. Pero la orden de los federales de capturar a Elián y devolverlo a Cuba era legalmente dudosa y estos ignoraron en buena medida la norma de “llamar y anunciar” para ejecutar una orden de búsqueda.
La justicia encarnada
Para Reno, el gobierno siempre era el bueno. En un discurso de 1996 a los fiscales públicos, declaraba: “Los abogados públicos sois poco menos que ángeles y yo os rindo homenaje”. Reno demostró su creencia en los ángeles en 1994 cuando decretó que los fiscales federales ya no estarían sujetos a las líneas ética generales establecidas por las asociaciones estatales de abogados que prohíben a estos a contactar a las partes adversarias directamente sin que estén presentes sus abogados. El abuso de poder de Reno para los fiscales federales fue condenado unánimemente por la conferencia de jueces que representa a todos los tribunales supremos estatales.
El mayor logro de Reno fue enseñar a los departamentos que “Departamento de Justicia” es un oxímoron. Demostró que no puede confiarse en que el gobierno federal se controle a sí mismo. Por desgracia, esa parece ser la misma lección que enseñan todos los fiscales generales y que los medios de comunicación y la mayoría de los estadounidenses ignoran.