Ni rojo ni azul, sino libre
La verdadera cuestión a la que nos enfrentamos no es si debemos estar en la tribu roja o en la tribu azul, sino cuál será el electorado de la libertad.
La verdadera cuestión a la que nos enfrentamos no es si debemos estar en la tribu roja o en la tribu azul, sino cuál será el electorado de la libertad.
El dólar se convirtió en la moneda gobal dominante no tanto por sus propios méritos, sino por la autodestrucción de la libra esterlina provocada por el Estado y el banco central británicos.
En sus intentos por rehacer la economía, las élites progresistas están impulsando ASG. Lo que olvidan es que la economía funciona con cosas reales, no con ideología.
Escuchamos hasta la saciedad de las élites políticas y mediáticas que la guerra en Ucrania es para preservar «nuestras libertades.» Murray Rothbard tenía algo que decir sobre este sofisma.
El yuan no derrocará al dólar como moneda de reserva mundial preferida. Pero el dólar podría «suicidarse» si los EEUU no cambia radicalmente su política monetaria.
Mientras los políticos, los expertos mediáticos y la élite académica siembran el miedo a la inteligencia artificial, ésta está ayudando a mejorar la vida de los consumidores de a pie.
Aunque la mayoría de los defensores del libre mercado están obsesionados con la deuda nacional, también deberían fijarse en la deuda municipal, sobre la que los contribuyentes no tienen nada que decir. Tal vez el impago sea la respuesta.
Canadá creó su banco central durante la Gran Depresión, aparentemente para estabilizar la moneda y proteger el sistema bancario. Hoy, ese sistema se está desmoronando, gracias a las políticas inflacionistas del banco central.
Se supone que debemos seguir los planes de la Energía Verde —como hicimos con las mascarillas, los cierres de escuelas y las vacunas para detener el covid— porque nuestro gobierno, los medios y los grupos de «interés público» insisten en que «sigamos la ciencia»,
Un principio central de la economía keynesiana es que los gobiernos deben incurrir en déficits presupuestarios para estimular el crecimiento económico. Pero, en realidad, el gasto gubernamental contrae la economía.